Aproximaciones de la muerte de Ramón López Velarde desde las crónicas de Excélsior 

Posterior a la muerte de López Velarde, las páginas de El Periódico de la Vida Nacional y sus suplementos se inundaron de reflexiones, anécdotas y gran parte de su poesía fue publicada a lo largo de un gran recorrido por su legado literario

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CIUDAD DE MÉXICO.

El poeta vivió su esplendor en medio de un país convulso, en búsqueda de una identidad cuya estirpe puede hallarse entre sus versos. Hace una centuria la muerte tomó por sorpresa al eterno poeta enamorado que trasladó sus pasiones a sus composiciones poéticas. 

Ramón López Velarde nació el 15 de junio de 1888 en Jerez, Zacatecas. El mayor de los 9 hijos de la familia conformada por José López Velarde y Trinidad Berumen. Llegó a Aguascalientes para estudiar en el Instituto Científico y Literario de Aguascalientes, hoy conocida como la Universidad Autónoma de Aguascalientes, donde tuvo uno de sus primeros contactos con el medio literario con Pedro de Alba, Enrique Fernández Ledesma y Julio Torri.

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Años después estudió derecho en San Luis Potosí. En esa ciudad conoció a Francisco I. Madero y su proyecto revolucionario, ideología que apoyó y con la que simpatizó hasta el final de su vida adhiriéndose a la causa maderista. En 1909, Velarde junto con un grupo de compañeros de la escuela de derecho se organizaron en contra de la reelección de Porfirio Díaz. 

Intentó ser diputado por el distrito de Jerez bajo la bandera del Partido católico. A pesar de no haberlo logrado, continuó con su apoyo al movimiento abanderado por Francisco I. Madero, reiterándolo así en diversas ocasiones. 

Llegó a la Ciudad de México, enrolándose en los círculos intelectuales de la capital, con nombres como José Juan Tablada, Artemio de Valle Arizpe, Enrique González Martínez y Antonio Caso, entre otros intelectuales de la época. Reencontrándose con Pedro de Alba, Fernández Ledesma, Gabriel Fernández Ledesma, Saturnino Herrán, Enrique González Martínez y Efrén Rebolledo.

Uno de sus primeros poemas apareció en 1905, sin embargo, su primer libro, ‘La sangre devota’, se publicó en 1916, cuya obra se imprimió en los talleres de Revista de Revistas; seguido de ‘Zozobra’ en 1919, además de una nutrida lista de escritos y poemas publicados en diferentes periódicos y revistas.  Es considerado uno de los primeros poetas de la poesía moderna mexicana.

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Roberto Núñez y Domínguez escribió una anécdota sobre la impresión de “La sangre devota’ en los talleres de Revista de Revistas: 

“Aquella mañana de enero de 1916, Ramón López Velarde llegó más temprano que de costumbre a la redacción de Revista de Revistas. Y había una razón para ello, que era nada menos el ansia de que lo acuciaba por corregir las últimas pruebas de su libro La sangre devota, que se estaba imprimiendo en nuestros talleres. Con verdadera febrilidad, con impaciencia de niño por alcanzar el juguete soñado, el poeta tomó en sus manos el manojo de las galeras que le entregó el tipógrafo. Y en su escritorio contiguo al mío, se puso afanosamente a leer y releer aquel fárrago de poemas, que vendrían, dentro de breves días, a colmar su magna ilusión de verlos publicados en volumen”.

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Su composición poética más importante, ‘La suave patria’, se publicó en 1921 en la revista El Maestro dirigida por José Gorostiza y Agustín Loera Chávez, en el contexto de conmemoración nacional por los festejos del centenario de la Independencia. 

MOUNTAIGNE, LA GITANA Y LA MUERTE DEL POETA

Jesús Buenaventura González, uno de los amigos más cercanos del poeta zacatecano, publicó el artículo ‘Como murió López Velarde’ en la edición especial de Revista de Revistas en junio de 1936, donde narra cómo conoció al célebre Ramón en un bar de la Ciudad de México. Aquel lugar en que se acercó una gitana moviéndose entre ellos tratando de llamar su atención con la intención de leerles la mano, sin que nadie hiciera caso sobre su presencia cuando de pronto, López Velarde extendió su mano y la mujer dijo:

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“ - ¡Amas mucho, mucho, a las mujeres, pero las temes! ¡Tienes miedo también a ser padre! ¡Esta línea dice que morirás de asfixia! 

Ramón palideció levemente…” 

Según la versión de B. González, una noche de principios de junio de 1921, durante una caminata nocturna en compañía de amigos, el poeta de Jerez no contaba con abrigo que le protegiera. A pesar de la insistencia por parte de sus acompañantes para que Velarde se resguardara del incesante frío que esa noche azotó a la capital, este se negó para seguir la charla sobre el filósofo Mountaigne.

“Alguna noche paseamos por la calle de Capuchinas a las altas horas, yo envuelto en grueso gabán y con bufanda y él sin abrigo, cuando el agua estaba volviendo cristales el beso de la brisa del sur, Montaigne era su leitmotive y no le importaba la línea de mercurio de los termómetros”, refirió B. González en su texto de Revista de Revistas.

Al respecto, Eliseo Rangel Gaspar escribió el 19 de junio de 1997 en Excélsior que “Rafael Heliodoro Valle ha dejado testimonios de su encuentro con el de Jerez a quien acompañó por la Alameda rumbo a Paseo de la Reforma, pues el poeta se empeñaba en seguir conversando sobre Montaigne y sus lecciones sobre la humildad”.

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Al siguiente día, comenzaron los primeros síntomas de un severo resfriado que pronto se agravó a pesar de los desesperados intentos, de su hermano Jesús López Velarde y Pedro de Alba, por tratar de restablecer la salud del notable escritor. Fue declarado con neumonía y pleuresía. Las visitas disminuyeron porque el poeta se debilitaba rápidamente. 

Según algunas versiones recogidas por el propio Rangel Gaspar, Agunstín Loera Chávez le mostró la edición de la revista El maestro, donde aparecía publicado su célebre poema La Suave Patria, por el cual la publicación periódica habría alcanzado un tiraje de poco más de 25 mil ejemplares.

Posteriormente, el mismo Rangel menciona que “Pese a su gravedad, francamente extrema, el poeta se dispone jubiloso al ver impreso el poema de sus desvelos y cuando se queda solo con don Jesús B. González, su paisano inseparable, le recuerda el augurio de la gitana que había pronosticado muerte por asfixia”. 

El 18 de julio, B. González visitó al ya decaído escritor zacatecano. Sostuvieron una breve charla en la que Velarde le recordó las palabras de aquella mujer del bar. 

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Durante las primeras horas de la madrugada del 19 de junio de 1921, López Velarde perdió la vida a los 33 años de edad en su casa ubicada en el número 71 de la avenida Jalisco (hoy avenida Álvaro Obregón) en la colonia Roma de la Ciudad de México. Una dolorosa pérdida para las letras mexicanas, un hombre que con tan poco dejó mucho. 

Excélsior dio a conocer la noticia el 20 de junio de 1921, bajo el encabezado “El poeta Ramón López Velarde falleció ayer en esta capital”, hizo un recuento de su trayectoria literaria, “EXCÉLSIOR se une con la más honda sinceridad en este duelo general que ha despertado la muerte del poeta López Velarde, uno de los más altos representantes de nuestra actual generación literaria cuya desaparición nunca será lo suficientemente lamentada”, expresó esta casa editorial ante la pérdida de Velarde.

El 21 de junio, Excélsior dio amplia cobertura al funeral y reconocimiento póstumo que se efectuó en la UNAM ante una multitud de intelectuales quienes dieron el último adiós al escritor zacatecano, entre quienes destacaron Jesús López Velarde, José Vasconcelos, Manuel de la Parra, Federico Mariscal, Antonio Caso, Jaime Torres Bodet, José Gorostiza, Carlos Pellicer, Julio Torri, Javier Villaurrutia, entre otras personalidades de la vida pública de la época.

Inicialmente, los restos de López Velarde fueron depositados en el panteón francés de la Ciudad de México. Desde el 15 de junio de 1963, se encuentran en la Rotonda de las Personas Ilustres en esta misma capital. Acompañado de un homenaje póstumo al escritor zacatecano, sus restos fueron trasladados a la Rotonda por decreto presidencial. 

Posterior a la muerte de López Velarde, las páginas de El Periódico de la Vida Nacional y sus suplementos se inundaron de reflexiones, anécdotas y gran parte de su poesía fue publicada a lo largo de un gran recorrido por su legado literario. Con títulos como “López Velarde, un héroe de la patria”; “El de la suave patria”; “Suave Ramón”; “López Velarde: profeta mayor de México”; “El poeta de los adjetivos sonoros y atrevidos”; este diario rindió homenaje a la memoria del poeta originario de Jerez.