El reto visual detrás de 'Demon Slayer: Infinity Castle'; así se animó el Castillo Infinito
El Castillo Infinito de Demon Slayer fue diseñado como un escenario sin gravedad y con detalle extremo para verse en cine.

Cuando Demon Slayer: Castillo Infinito llegó a los cines, muchos espectadores sintieron que no estaban frente a una película animada más, sino dentro de un espacio que se retuerce, se expande y desafía las reglas básicas de la realidad. No fue una sensación casual. Detrás de esa experiencia está un trabajo visual diseñado específicamente para la gran pantalla, encabezado por Yûichi Terao, director de fotografía de la serie y de sus películas.
A diferencia de entregas anteriores, Infinity Castle no solo debía continuar la historia tras los eventos de la cuarta temporada, sino convertirse en el escenario definitivo del asalto final del Cuerpo de Cazadores de Demonios contra Muzan Kibutsuji y los demonios de rango superior. Para lograrlo, el equipo de Ufotable tomó una decisión clave: construir el Castillo Infinito como un espacio tridimensional completo, pensado desde su origen para verse en cine. Un escenario sin arriba ni abajo
Una de las principales diferencias con Demon Slayer: Mugen Train fue el entorno. Mientras la película anterior partía de un espacio más reconocible, Castillo Infinito obligó a crear un mundo completamente nuevo.

“El Castillo Infinito no tiene arriba ni abajo, y la gravedad puede cambiar durante la batalla”, explicó Terao en entrevista con Deadline. Esa ausencia de orientación tradicional transformó por completo la forma de mover la cámara y de concebir cada secuencia.
En muchas escenas, todo el entorno fue renderizado en 3D, algo inédito para la saga. Esto permitió movimientos de cámara más libres y dinámicos, capaces de seguir combates donde los personajes caen, flotan o se impulsan en direcciones imposibles. Personajes 2D en mundos 3D
El reto, sin embargo, no terminó ahí. A diferencia de otras producciones que optan por personajes completamente tridimensionales, Demon Slayer mantiene a sus protagonistas dibujados a mano y animados en 2D.
Esto obligó a una precisión extrema. “Debemos asegurarnos de que la cámara y la animación del personaje coincidan perfectamente o se deslizarán”, señaló Terao. En términos prácticos, cada movimiento debía sincronizarse para que los personajes parecieran integrados de forma natural en un entorno tridimensional en constante transformación.
El proceso implicó ensayo y error, colocando cámaras en múltiples ángulos y revisando no solo lo que entraba en el encuadre, sino también aquello que podía aparecer de forma inesperada debido a la complejidad del espacio.
Pensar en cine, no en televisión
Otra diferencia clave fue el enfoque de producción. Para la versión cinematográfica, el equipo trabajó con mucho más arte conceptual previo, lo que permitió establecer una visión unificada antes de comenzar la animación.
A lo largo de la película se desarrolló un guion de color, una especie de mapa visual que define cómo cambian los tonos y la iluminación conforme avanza la historia. Esta herramienta no solo guía el aspecto estético, sino que también acompaña emocionalmente al espectador durante el recorrido por el Castillo Infinito.
“Para la versión cinematográfica, el Castillo del Infinito debe ser capaz de soportar la pantalla grande”, afirmó Terao.
Esto se tradujo en un nivel de detalle mucho mayor, con especial cuidado en que ninguna zona del encuadre se sintiera incompleta cuando se proyecta en salas.
El espectáculo como reto técnico
Una de las secuencias más complejas fue el enfrentamiento entre Akaza y Tanjiro. En ella, los personajes realizan saltos de entre 50 y 100 metros en un solo fotograma de animación, destruyendo el entorno a su paso.
El desafío fue hacer coincidir esa acción exagerada, propia del lenguaje del anime, con simulaciones físicas realistas para los escombros y la destrucción del castillo, renderizados en 3D. El resultado debía verse caótico en movimiento, pero comprensible desde la cámara.
“Cuando se ve desde nuestro entorno de trabajo parece un caos absoluto, pero en pantalla debe tener sentido”, explicó Terao.
Con Infinity Castle, Demon Slayer no solo eleva su ambición narrativa, sino que redefine cómo el anime puede adaptarse al lenguaje cinematográfico, demostrando que el detalle, la planificación visual y la tecnología pueden transformar una historia animada en una experiencia diseñada para la gran pantalla.
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