‘Es un cobarde’: Sobreviviente de CCH Sur narra cómo frustró el intento de masacre de Lex Ashton

Don Armando, de 65 años, se dice listo para regresar a trabajar luego de recibir una herida de 5 centímetros de profundidad con una guadaña.

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Don Armando Bárcenas, de 65 años

Don Armando Bárcenas, de 65 años, asegura que en sus 32 años como trabajador de mantenimiento del Centro de Ciencias y Humanidades Plantel Sur (CCH Sur), en la alcaldía Coyoacán, Ciudad de México, no había visto una agresión como la que protagonizó Lex Ashton “N”, de 19 años, el 22 de septiembre. 

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En exclusiva para Excélsior, el padre de tres y abuelo de siete, dijo que no se considera ni héroe, pese a que logró desarmar al llamado “incel” o célibe involuntario, ni víctima, porque luchó por su sobreviviencia, de esa tragedia. Prefiere que lo llamen “sobreviviente”, aclaró. 

Hace tres semanas, Lex Ashton “N” le clavó a Don Armando una guadaña en la cabeza que le causó una herida de 5 centímetros de profundidad en la parte derecha; requirió 30 puntadas, pero al estudiante Jesús Israel, de 16 años, lo asesinó apuñalandolo seis veces en el estacionamiento momentos antes ese mismo día, fuentes en la Fiscalía General de Justicia (FGJ) capitalina confirmaron a este diario. 

El asesino utilizó en ambos ataques uno de los siete cilindros de gas pimienta que cargaba para cegar a sus víctimas antes de agredirlos. 

“Eso fue de cobardía, para mí es un cobarde y ventajoso porque pues él pues él se ve como de 19-20 años, y para un niño que está de 16, fue cobarde, es un cobarde el chamaco este”, señaló. 

Agregó que le tiene “mucho coraje” porque “matar a un chico de 16 años, no se vale”. 

El relato de los hechos

Lex Ashton “N” ingresó al CCH Sur el 22 de septiembre alrededor del mediodía con un atuendo de verdugo –una sudadera y pañoleta negra, goggles y guantes–, armas blancas –una guadaña y dos navajas– y al menos seis cilindros de gas pimienta para llevar a cabo una masacre inspirada en crímenes de ese tipo en Estados Unidos, según la lista de elementos recabados por elementos policiales. 

Su primera y única víctima mortal fue Jesús Israel, quien supuestamente estaba acompañado por su novia en el estacionamiento del plantel. Fuentes cercanas a la investigación confirmaron a Excélsior que recibió seis puñaladas. 

Posteriormente se dirigió hacia los edificios del colegio, y en su trayecto se encontró con Don Armando, quien se encontraba a las afueras del taller de mantenimiento tomando una llamada. 

“Ahora sigues tú, puto, es la palabra que me dijo”, narró Don Armando, confesando que no entendía la naturaleza de la agresión. “Y me echa un líquido en los ojos, sí, porque fue en los ojos directamente, me cegó y todo, pero en el instinto de limpiarme, veo cuando se me viene (...) Me pegó en la cabeza y yo se la quitó. La quiso jalar él, y yo no lo dejé, se la quité”, agregó.

Cuestionado sobre el hecho de haber desarmado al “incel”, el trabajador de mantenimiento confirmó que “fácilmente, sí, y se me echa a correr y le gritó a los muchachos, ¡agárrenlo, agárrenlo!”. 

Gran parte de esta versión de los hechos puede ser verificada en un video que circula en redes y que Don Armando confirmó a este diario que es auténtico y se trata de la agresión que recibió ese día. 

Don Armando no solo desarmó a Lex Ashton, sino que alertó a sus compañeros, quienes lo persiguieron hasta el edificio “IM” donde él optó por arrojarse de una altura de aproximadamente 5 metros de alto tras verse rodeado. 

“Me dicen mis compañeros, yo les pregunto, ‘¿si lo agarraron?’, y dicen ‘no pareja ya se aventó, fue el que se aventó’, ‘¿cómo se aventó?’, ‘sí, se aventó del IM”, relató.  

El hombre de 65 años explicó también que, en un principio, pensó que Lex Ashton lo había golpeado con un hacha, pero que al quitársela y arrojarla al piso, se percató que se trataba de una guadaña. La sangre no paraba de brotar de la cabeza, y los compañeros le aplicaron un vendaje improvisado para parar la hemorragia. 

Lex Aston sufrió fractura en las piernas luego de arrojarse del edificio, por lo que fue llevado, primero, al centro médico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde los médicos pensaban que había sido víctima del atentado. 

Fue ahí donde Don Armando lo vio por segunda vez.

“Ahí les dije yo que me dejaran verlo, pero que no me podía parar, no me dejaron pues. Yo lo que quería era, el coraje en ese momento, pues de qué le hice o por qué me atacó, ¿no?, algo le hice, pero no me dejaron, no me dejaron, ya lo tenían a él porque primero se lo llevaron a él. Todos pensaron que se había caído pero no, era el que había asesinado al muchacho alumno de 16 años”, explicó. 

Héroe, víctima o sobreviviente

El Sindicato de Trabajadores de la UNAM (STUNAM) considera a Don Armando como un héroe porque gracias a sus reflejos logró desarmar a Lex Ashton y alertó a sus compañeros de las intenciones del joven de 19 años. Aún así, él niega ser un héroe porque, asegura, cualquier otro trabajador “hubiera hecho lo mismo”. 

“Si no le quito la alarma, ¿qué hubiera hecho más? O me tira y me remata como remató al niño porque eso fue lo que hizo, el niño no se pudo defender, ¿qué hizo? Lo que hizo conmigo, pues echarle el gas en la en los ojos y ahí lo dejó” recalcó. 

Don Armando asegura que se siente bien y listo para regresar a trabajar cuando sea requerido, y una vez que reanuden labores en el plantel que ha permanecido sin actividades desde la tragedia. 

“Ya quiero regresar a trabajar”, enfatizó, aclarando que no buscará su retiro sino hasta dentro de dos o tres años. 

Cuestionado sobre las constantes amenazas que se han generado en planteles de la UNAM y CCHs, algunas de bombas y otras de ataques similares a los del CCH Sur hace tres semanas, el trabajador pidió a la comunidad estudiantil y trabajadora no tener miedo y hacer frente a los retos de hoy en día. 

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“Que quieran hacer una cosa igual, pues hay que estar también preparados para lo que vengan. Miedo nunca me ha dado, yo voy a lo que voy y no tengo miedo”, concluyó. 

Su llamado a la valentía llega en un momento donde la histeria colectiva y la incertidumbre sigue repercutiendo en la vida de los estudiantes y trabajadores, con constantes desalojamientos, cancelamiento de clases y miedo por retomar actividades como antes.

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