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Así fue la explosión de San Juanico

A las 5:35 horas del 19 de noviembre de 1984, la noche se tornó día y las explosiones dejaron alrededor de 500 muertos en San Juan Ixhuatepec

Arturo Páramo y agencias | 19-11-2019

La madrugada del 19 de noviembre de 1984 se registró una serie de explosiones en las gaseras en la zona de San Juan Ixhuatepec, en donde murieron 498 personas y 925 resultaron con quemaduras graves. Los estallidos destruyeron 149 viviendas, 16 sufrieron daños mayores y mil 359 daños menores

 

CIUDAD DE MÉXICO.

Han transcurrido 35 años de aquel día cuando la ciudad se cimbró de tal forma que hubo quienes pensaban que se trataba del fin del mundo o al menos del inicio de un cataclismo nuclear.

Se trataba en realidad de la trágica consecuencia de fallas en los sistemas de almacenamiento de gas que provocaron una serie de explosiones que devastaron a San Juan Ixhuatepec, en Tlalnepantla, Estado de México, y dejaron 498 muertos y cuatro mil 248 heridos.

Ningún gobierno ni la población estaban preparados para una tragedia de la magnitud de la ocurrida el 19 de noviembre de 1984 en el pueblo mejor conocido como San Juanico. No existía Protección Civil, ni había cuerpo de bomberos en la zona.

La gente vivía en casas precarias que los gobiernos permitieron a menos de 150 metros de los gigantescos tanques de almacenamiento de gas LP.

Un día antes, 18 de noviembre, se registró una fuga de gas en la estación de almacenamiento de Petróleos Mexicanos. La explosión que sobrevino al día siguiente, a las 5:35 horas, despertó a toda la capital del país.

El gas a presión provocó que las llamas se elevaran hasta unos 600 metros de altura (2.5 veces la altura de la Torre Mayor) y que cientos de personas prácticamente quedaran desintegradas por el calor de las llamas y el impacto de la onda expansiva.

De acuerdo con las crónicas publicadas en Excélsior, se registraron 11 explosiones. En cada una de ellas las llamas se elevaron a cientos de metros. Los registros fotográficos exhiben a gente corriendo desnuda, con quemaduras, cargando niños, huyendo del infierno, mientras los rugidos ensordecedores de las llamas retumbaban por todo el valle de San Juanico.

Un día después, los sobrevivientes depositaban en fosas comunes cavadas en el panteón de Caracoles los féretros con restos. Pocos pudieron enterrar a sus familias debido al grado de destrozo y calcinación de los cuerpos.

Tras la tragedia se creó un parque, se construyó una central de bomberos, sin embargo, siguen en activo al menos seis empresas gaseras.

 

‘Se nos quedaban pedazos de piel en calles’

Eran minutos antes de las seis de la mañana, Margarita Hernández había dejado a sus hijos dormidos cuando salió a comprar leche a una tienda de Liconsa, de pronto todo se puso rojo, se sintió mucho calor y comenzó la corretiza, San Juanico había desaparecido de la faz de la tierra, decían las noticias de esos días.

Ella y sus vástagos estaban ahí, entre la quemazón, el olor a gas y montones de gente con la piel hecha jirones buscando salir como fuera de aquel infierno. Era la madrugada del 19 de noviembre de 1984, la noche anterior los vecinos de San Juan Ixhuatepec, cuya fundación data desde tiempos prehispánicos, habían reportado a las autoridades un fuerte olor a gas, pero nadie hizo caso y fue hasta ese día cuando todo voló en pedazos.

Margarita sólo pensaba en sus hijos e inconsciente por las quemaduras de tercer grado que habían abrasado sus pies y sus manos, corrió a su casa a sacar a sus hijos; otro, quien vivía con unos tíos falleció, esa noche estaba justo en la zona de las explosiones.

En esos años, la zona era un andurrial de casas de lámina y asbesto, una pequeña ciudad perdida que terminó reducida a nada luego de las explosiones y que ahora es un colorido parque lleno de niños jugando.

Se le llenan los ojos de agua al recordar, los restos de su hijo Ignacio nunca fueron encontrados y representantes de Petróleos Mexicanos (Pemex) la visitaron un año después de la tragedia para entregarle un cheque de indemnización por mil 500 pesos y la aseveración de que se había quemado por "babosa", y que su hijo se había muerto por andar de parranda”.

Para curar sus heridas fue necesario ocho ingresos al quirófano, las primeras cirugías se las realizaron en el Hospital Rubén Leñero, ahí trataron de injertarle piel de puerco. Le colocaban placenta, apósitos con vinagre y otros remedios que no recuerda, “pero no me pegaban”, así que acudió al nosocomio Dr. Manuel Gea González, en donde le quitaron piel de los glúteos y de los muslos para sanarla.

El piso se sentía caliente, se nos quedaban los pedazos de piel de los pies en las calles, todo eran gritos, nadie sabía qué había tronado, parecía que había pasado un avión, pero era una de las salchichas (tanques de gas) que volaron al cerro, por eso corríamos, muchas de las que estábamos ahí se murieron en el hospital”.

 

 

 

 

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