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Comunidad

Zona rural, desplazada; mancha urbana se duplica

El territorio urbano creció casi cuatro veces, principalmente en llanos como Tláhuac e Iztapalapa 

Lilian Hernández | 10-02-2018
Arte: Abraham Cruz

CIUDAD DE MÉXICO.

Donde nada hubo, ahora hay todo. Pero, antes, en la nada, había un todo: un llano y un cerro que ahora parecen conservar su forma, la de antes de ser devorado por el concreto de las construcciones, presa de lo que se ha dado en llamar la mancha urbana de la Ciudad de México, una que cada veinte años se duplica.

Aquí, en los límites de las delegaciones Tláhuac e Iztapalapa, hace no mucho, poco más de dos décadas, estas calles de chapopote negro y construcciones grises no existían, no eran necesarias. El tiempo y el incremento de las necesidades de la ciudad parecen haberle dado vida a las palabras del poeta Homero Aridjis cuando escribió sobre la ciudad y su crecimiento: las multitudes “subieron a los cerros, bajaron a las barracas / entubaron los ríos, talaron árboles, / y la ciudad comenzó a morir de sed”.

Hoy, sobre avenida Tláhuac hay todo: un centro comercial, una universidad, una clínica del IMSS, restaurantes, tiendas, una línea del Metro... este sitio es un claro ejemplo de la mancha urbana, un fenómeno que se extiende como un virus sin control en las zonas oriente y sur de la Ciudad de México.

Y es que la capital del país ha duplicado su área urbana cada 20 años, y ello ha implicado un costoso crecimiento de satisfactores tan sólo para otorgar servicios básicos como agua, luz y drenaje, así como aumento de la pobreza.

Así lo señala un análisis comparativo de los procesos de formación y consolidación urbana desarrollado por Sergio Padilla Galicia, investigador del Departamento de Evaluación del Diseño en el Tiempo de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), donde muestra que la zona rural de la capital ha sido desplazada por suelo urbano, y esto no sólo ha propiciado las adecuaciones para otorgar los servicios básicos, sino que además ha causado que las viviendas construidas en ese suelo sufran grietas, problemas de salitre o hundimientos.

La falta de planeación de lugares como éste, donde la gente sigue viviendo en condiciones de pobreza urbana, en sitios que fueron desarrollados para paliar una contingencia como un sismo en la década de los ochenta o, la falta de espacio para la construcción en el centro de la capital.

Hace dos décadas, según las conclusiones de Padilla Galicia, ocurrió aquí un desplazamiento de la zona rural: en donde existía un llano hoy  un centro comercial satisface necesidades de servicios de la población que habita en la delegación Tláhuac. En 1997 ese terreno en el que predominaba el verde del campo se transformó en una construcción que desde hace dos décadas deja en segundo plano las faldas de la Montaña Alvarado, desgajada por la explotación de arena para su uso en la construcción.

De acuerdo con el estudio del académico de la UAM, entre 1970 y 2010 el territorio de la capital del país aumentó casi cuatro veces, lo que significó un incremento de área urbana al doble cada 20 años.

El profesor de la Unidad Azcapotzalco analizó ese periodo de 40 años en la capital en el estudio denominado Metrópolis México formación-consolidación, el cual fue ganador del Premio a la Investigación 2017 que otorga la casa de estudios. En dicho trabajo advierte que tales cifras muestran una dinámica “que plantea un mecanismo de transformación del suelo rural o natural a urbano, con enormes requerimientos de satisfactores”.

Padilla Galicia asegura que la expansión hacia el perímetro de la Ciudad de México muestra cómo la superficie urbana supera los límites administrativos y políticos que al inicio los contenían, constituyendo zonas conurbadas populares o pobres.

Esta situación ha propiciado que en los últimos 40 años el porcentaje de población pobre haya aumentado al tiempo que las políticas de planificación, contención y regulación del desarrollo urbano no han funcionado.

Así, parece que el suelo de la capital es cada vez más escaso y más caro, razón por la que cada vez más gente parece irse a la periferia.

Otro rasgo de esta ampliación es la nula correspondencia con la dinámica demográfica, debido a que la densidad de “la población total en los espacios conurbado y urbano disminuyó en el periodo de análisis de 105 a 65 habitantes por hectárea”, una caída derivada del crecimiento hacia los alrededores, donde se localiza la mayoría de fraccionamientos y colonias populares de asentamientos irregulares.

Este fenómeno, dice Sergio Padilla, es expresado con rasgos de metropolización, que implica la constitución de aglomeraciones más allá de la urbe tradicional, así como de suburbanización, caracterizada por grandes extensiones de tierra en la periferia a manera de poblamiento formal e informal.

No obstante el rápido ascenso demográfico experimentado por esta metrópoli, el investigador advierte que el avance urbano ha sido mayor en virtud de que las modalidades adoptadas surgieron de la acción de quienes intervienen en el proceso de producción del espacio citadino –formal o informal– determinado por intereses particulares, ganancias económicas y capacidad de conciliación con el poder político, que fomenta la acción tolerante y permisiva de las autoridades en un contexto de aplicación discrecional de las normas vigentes y la corrupción.

El académico señaló que con este trabajo puede mostrar que ha habido un aumento incontrolado hacia los suburbios, con progresión aparente de carreteras de acceso y desarrollo expansivo, pero con un discontinuo generador de huecos o vacíos humanos y la depredación de recursos naturales.

Hace dos décadas las delegaciones Azcapotzalco, Iztacalco, Venustiano Carranza, Coyoacán, Benito Juárez, Miguel Hidalgo, Gustavo A. Madero, Cuauhtémoc e Iztapalapa ya tenían entre el 80 y 100 por ciento de sus superficies cubiertas por asentamientos humanos, mientras que Álvaro Obregón tenía una ocupación urbana del 60 por ciento, pero en los casos de Tláhuac y Xochimilco no tenían ni el 40 por ciento de su superficie ocupada por asentamientos humanos.

Sin embargo, de 2010 a 2025 ambas delegaciones no contarán con los espacios agrícolas y ambientales que aún conservan, debido a que el crecimiento urbano los está absorbiendo, generando con ello un riesgo para la salud de los capitalinos, ya que, al haber menos zonas para la captación de contaminantes como el carbono, el oxígeno que llega contiene más metales pesados.

Y si en 1997-1998 los suelos de Tláhuac y Xochimilco eran en más del 60 por ciento rurales, el hallazgo del investigador podría dar cuenta de que en estos últimos 20 años el área urbana en esas dos delegaciones se duplicó o pasó de casi 40 a 80 por ciento, sepultando al suelo de conservación y rural que las caracterizaba como delegaciones claves para la recarga de los mantos acuíferos.

Así, en esta orilla de la ciudad, las palabras de Aridjis cobran sentido, se vuelven premonición, aquí las multitudes se han apoderado de todo, donde antes no había nada.

 

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