
CIUDAD DE MÉXICO
En el estadio Olímpico de Roma se escucharon miles de gargantas gritando un nombre: Lothar Matthaus. Era el año 1990 y el mediocampista alemán levantaba la Copa del Mundo en un territorio que lo había adoptado. Campeón con el Internazionale, Matthaus se consagraba como el mejor jugador del Mundial, después de dos Copas en las que la selección alemana de Lothar se quedaba en la orilla (España 82 y México 86).
En el césped lloraba un desconsolado Diego Maradona. Antes se habían borrado promesas como el italiano Roberto Baggio y la pareja holandesa de Marco van Basten y Ruud Gullit.
La caída del Muro de Berlín y el título teutón dieron pie a una Alemania reunificada. Y, aunque fue en terreno neutral, la final entre argentinos y alemanes se inclinó por un cántico europeo, con cerveza en la diestra y euforia por Matthaus, el hijo pródigo. Lothar también jugó los Mundiales de USA 94 y Francia 98. Igual que La Tota y Buffon, Lothar presume haber participado en cinco Copas del Mundo.
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