Fernandomanía, una fiebre desatada

La temporada de 1981 resultó maravillosa: todo el mundo quería conocer al lanzador mexicano y nacieron nuevos aficionados al beisbol como no se había visto antes. El Toro conquistó las Grandes Ligas con su poderosa imagen

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Fernando Valenzuela

El secretario de Estado de Estados Unidos, Alexander Haig, rompió el protocolo en la recepción en la Casa Blanca sólo para acercarse a saludar a Fernando Valenzuela. Apenas se habían cumplido dos meses de que el sonorense inició su primer juego en Grandes Ligas frente a Astros de Houston y la Fernandomanía ya se había desatado.

       Aquel 9 de junio de 1981, Valenzuela fue el invitado de honor al desayuno de los presidentes Ronald Reagan y José López Portillo.

   “Fue una experiencia inolvidable ver cómo un jovencito que no hablaba inglés era el centro de atención de las personas más poderosas en ese momento de Estados Unidos y tal vez en el mundo”, recordó Jaime Jarrín, quien fue cronista de Dodgers durante 64 años. “Ahí estaban el presidente Ronald Reagan, el vicepresidente George Bush, el secretario de Estado, Alexander Haig, y el secretario de la Defensa, Caspar Weinberger. Y el que todos hayan formado una línea esperando a que este jovencito les firmara un autógrafo, fue algo que me impactó y nunca lo voy a olvidar”, agregó el ecuatoriano, quien siempre admitió que su carrera, que lo llevó al Salón de la Fama, fue gracias a la presencia de Valenzuela.

Jarrín jamás imaginó lo que generaría el pitcher mexicano en su temporada de novato

 “Fue en el año de 81 cuando transformó el beisbol. Él protagonizó un fenómeno que no lo volveremos a ver, no sólo deportivo, sino sociológico. Todo mundo quería hablar español, todo mundo gozaba de las actuaciones de este jovencito de pelo largo, gordito, de facciones indígenas. ¡Fue algo espectacular!”.

 Lo que Fernando hizo por el beisbol no la ha hecho ningún otro: haber generado más aficionados.

 “Las señoras en casa comenzaron a rezar cada que Fernando Valenzuela subía a lanzar. Se vendían toda clase de productos, hasta escapularios con la imagen de él. Son recuerdos que los acarició con mucho cariño. Fue una gran inyección para el beisbol, que andaba de capa caída. Logró el milagro de revivir el interés por el beisbol de una forma inusitada”.

Aquel primer juego del 9 de abril de 1981 fue para Valenzuela el más importante al considerar que, si no hubiera respondido, era difícil que recibiera otra oportunidad igual.

“El partido más importante fue la primera vez que me dieron la oportunidad de abrir un juego. Yo estaba programado para abrir el tercero, pero ese día me dijeron que si podría abrir, porque un día antes había lanzado en la práctica, y les respondí que eso era lo que estaba esperando”, recordó Valenzuela sobre aquella primera apertura ante Astros.

El mexicano se estableció como uno de los mejores lanzadores. Los estadios parecían insuficientes cada que subía a la loma, lo mismo aparecía como imagen de una marca de cereal que de refrescos. En México, cada una de sus salidas eran televisadas y había transmisiones radiales en directo.

El mexicano blanqueó 2-0 a Astros y permitió sólo cinco hits. En dos horas y 17 minutos consumó una de las hazañas más recordadas.

“Llegó, hizo el trabajo y de ahí para adelante fue una locura”, recordó el buscador de talento Mike Brito, clave en la firma de Valenzuela con Dodgers. “Al acabar el juego nos fuimos a cenar. Él en ese tiempo vivía en mi casa, era como un hijo más para nosotros, todo el tiempo tenía que cuidarlo porque yo era el responsable de lo que le pasara”.

Brito dice que Fernando trabajó aquella tarde con mucha soltura en la loma, como si ya hubiera tenido muchos años de experiencia en las Grandes Ligas.

“Yo estaba atrás de home ese día. No estaba tirando muy duro, pero tenía muy buena colocación sus lanzamientos. Luego muy bueno su screwball, con el que los sacó de balance a los bateadores”.

Tuvo ocho victorias consecutivas, cinco blanqueadas,

“Fue delirante el ver cómo se desenvolvía este chamaquito de los desiertos de Sonora que llegó a dar cátedra y convertirse en un ídolo”, recordó Jarrín.

“Fernando fue el mejor embajador que pudo tener México en el exterior”, agregó.

Jarrín asistió a Valenzuela como traductor en las conferencias de prensa, que se organizaban en las diferentes ciudades que le tocaba lanzar.

“Llegaron nuevos aficionados al beisbol de distintas partes del mundo. Era impresionante la cantidad de cartas y llamadas de personas que querían saber sobre beisbol”.

La Fernandomanía estaba en su máximo. Los boletos se agotaban en pocas horas y en cada juego del mexicano se vendían entre 10 mil y 15 mil entradas extra.

El asombroso desempeño del pitcher sólo se vio frenado por una huelga que inició el 11 de junio y duró 50 días, receso que Fernando Valenzuela aprovechó para hacer diferentes presentaciones en México, siempre ante miles de aficionados que querían conocer al nuevo ídolo.

El dato

Salvó al beisbol

  • Gracias a la Fernandomanía el beisbol de las Grandes Ligas se mantuvo vivo entre los aficionados, ya que en ese 1981 se presentó una huelga a media temporada.