El misterio de la diosa victoria
México fue el último país en el que el trofeo Jules Rimet fue el premio a un monarca mundial con la conquista de Brasil de su tercer título

Cuando Carlos Alberto levantó triunfante la Copa Jules Rimet ante las miradas y ovaciones de 107 mil aficionados en el Estadio Azteca, puso fin a la obsesión con la que Brasil llegó al Mundial de México 1970: Conquistar la justa para adueñarse del ansiado trofeo, con el que se reconoció a cada uno de los campeones en todas las competencias del orbe desde 1930.
La copa de 35 centímetros de altura y 3.8 kilos de peso, que mostraba a la diosa Niké desplegando sus alas y abriendo los brazos, había sorteado varios periplos desde que el artesano francés Abel Lafleur la entregó en abril de 1929 para ser el trofeo que se daría al ganador de un nuevo torneo global, en el que compitieran varias selecciones nacionales. Su creador la llamó: Diosa Victoria.
El capitán brasileño Carlos Alberto disfrutó de la dicha de ser el primero en recibir el trofeo y presentarlo al público, después de una sonora goleada de 4-1 sobre Italia en la final ante un atiborrado Estadio Azteca en el Distrito Federal. Brasil reclamó el derecho de ser el dueño de ese galardón. Se le concedió su propiedad tras cuajar la conquista de su tercera justa del orbe, misión con la que la verdeamarella de Pelé llegó a México después de las glorias que alzó en Suecia 1958 y Chile 1962.
La Diosa Victoria comenzó su andar en el Mundial de Uruguay 1930; acompañó a cinco campeones en el lapso de 40 años (Uruguay, Italia, Alemania, Inglaterra y Brasil). Su llegada a suelo mexicano ameritó de los más rigurosos controles de seguridad en los sitios donde fue exhibida, pues hizo el viaje desde Gran Bretaña (después de la coronación inglesa en el Mundial que organizaron en 1966) luego de haber sido recuperada gracias al olfato de un perro collie llamado Pickles, que la encontró escondida en un árbol unos días después de haber sido hurtada. Hubo versiones de que en las exhibiciones en territorio mexicano se ofrecía una réplica y que la original únicamente fue usada cuando se premió al equipo brasileño tras la final.
La aventura del trofeo Jules Rimet —llamado así después del congreso de FIFA de 1946, como un reconocimiento a su presidente— ya había tenido otros capítulos oscuros, como los años que pasó guardada en una caja de zapatos abajo de la cama del vicepresidente de la Federación Italiana de Futbol, Ottorino Barassi, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial.
Las autoridades italianas resguardaban el galardón en una bóveda de seguridad en un banco de Milan, después del doblete que lograron en 1934 y 1938. Al estallar la conflagración, Barassi se llevó a la Diosa Victoria ante el temor que fuera robada por la Gestapo o el régimen nazi. Así pasó algunos años abajo de su cama hasta su vuelta para el Mundial de Brasil 1950, donde Uruguay tuvo el privilegio de su custodia después de conquistar su segundo título.
Con cientos de aficionados mexicanos en el campo del Azteca celebrando el triunfo del primero de los tricampeones mundiales, la Confederación Brasileña de Futbol recibió a la Diosa Victoria, pero para ser su único propietario luego de haber cubierto el requisito de ser tricampeón. Le ganó a Uruguay y a Italia la carrera por la posesión de tan preciado galardón.
Desde el Mundial de Alemania 1974 se comenzó a dar otro galardón que es más grande y pesado, y con un par de figuras humanas sosteniendo el mundo, que sigue vigente.
El destino de la Copa Jules Rimet es un misterio, pues volvió a ser hurtada en 1983 en Brasil para no volver a ser vista. De aquel galardón quedó únicamente una réplica que se le entregó a Pelé por ser el único tricampeón mundial.
Algún relato señala que la original fue robada y fundida por un argentino dada la rivalidad… Su final fue un misterio.
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