Queso y demencia: ¿un alimento protector del cerebro?

Comer queso podría reducir el riesgo de demencia, revela un estudio de 25 años. La grasa láctea sorprende a la ciencia por sus beneficios neurológicos.

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Queso y demencia: ¿un alimento protector del cerebro?Canva

Un nuevo estudio sugiere que el consumo regular de queso podría reducir significativamente el riesgo de demencia, desafiando viejos prejuicios sobre las grasas lácteas.

La investigación publicada en la revista Neurology, tras 25 años de seguimiento, encontró que las personas que consumen queso con frecuencia presentan una mejor salud cerebral y menor riesgo de deterioro cognitivo

El estudio, liderado por expertos de la Universidad de Iowa, analizó datos de más de 3,000 participantes adultos mayores, y sus hallazgos están causando un revuelo tanto en la comunidad médica como en el imaginario popular.

¿Queso para la memoria? La ciencia reescribe el menú

Durante décadas, los lácteos altos en grasa fueron señalados como los villanos de la dieta. Sin embargo, el reciente estudio del Atherosclerosis Risk in Communities (ARIC) contradice esa narrativa al encontrar una correlación inversa entre el consumo de queso y el riesgo de desarrollar demencia en la vejez. Según el artículo en Science Alert, quienes consumieron queso con regularidad mostraron una tasa significativamente menor de deterioro cognitivo.

Esto no significa que el queso sea una cura mágica, pero sí que su perfil nutricional puede tener propiedades neuroprotectoras más relevantes de lo que se pensaba. Proteínas, calcio, vitaminas A, D y B12, además de ácidos grasos beneficiosos, parecen contribuir al mantenimiento de las funciones cognitivas.

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Consumo de queso relacionado ha un menor riesgo de demenciaCanva

El valor neurológico de la grasa láctea

Lejos de lo que se pensaba, las grasas saturadas provenientes del queso podrían no ser tan perjudiciales como su versión procesada en alimentos ultraprocesados. Los lácteos de alta grasa, lejos de incrementar el riesgo de deterioro cognitivo, podrían incluso proteger al cerebro frente a enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.

El estudio demuestra que no todas las grasas saturadas son iguales. Las presentes en productos fermentados como el queso parecen tener efectos antiinflamatorios y antioxidantes que benefician al sistema nervioso central.

¿Qué tipos de queso son más beneficiosos?

Aunque el estudio no especifica variedades particulares, se observó un patrón positivo en quesos fermentados y envejecidos como el cheddar, el gouda o el brie. Estos tipos contienen compuestos bioactivos y bacterias probióticas que podrían influir positivamente en la microbiota intestinal, la cual tiene una conexión directa con el cerebro a través del eje intestino-cerebro.

Además, quesos ricos en vitamina K2 —como el gouda o el edam— han sido vinculados con una mejor salud vascular, lo cual es crucial para el mantenimiento de la función cerebral en edades avanzadas. La relación entre salud cardiovascular y salud mental es más estrecha de lo que solemos imaginar.

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Mente sana en un cuerpo… ¿con queso?

El sitio SciTechDaily enfatiza que el queso, al incluirse en una dieta balanceada, puede actuar como un factor protector en la salud cognitiva. La proteína y el calcio son solo el principio. El envejecimiento saludable depende de muchos factores, pero esta investigación sugiere que ciertos alimentos pueden inclinar la balanza hacia una vejez más lúcida.

Se trata de una pieza más en el complejo rompecabezas de la prevención de la demencia. No hay soluciones mágicas, pero los datos refuerzan la importancia de una dieta rica en nutrientes, variada y consciente.

¿Cuánto queso es demasiado queso?

Los expertos coinciden en que la moderación es clave. El consumo observado en el estudio se situaba entre 30 y 60 gramos diarios. Más allá de eso, los beneficios podrían diluirse frente a los riesgos de hipertensión o problemas cardiovasculares derivados del exceso de sodio o grasas.

Por tanto, incluir una porción razonable de queso en el desayuno o en una cena ligera podría ser una práctica saludable, siempre que esté acompañada de ejercicio regular, hidratación adecuada y control médico.

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¿Y si soy intolerante a la lactosa?

Aquí la ciencia tiene buenas noticias. Muchos quesos envejecidos contienen muy poca lactosa, y son bien tolerados por quienes tienen sensibilidad leve. Además, existen opciones sin lactosa en el mercado que retienen la mayoría de los nutrientes del queso convencional. La clave es encontrar una alternativa que respete tus necesidades sin sacrificar el valor nutricional.

La salud mental también se cocina

Los alimentos cotidianos pueden tener un papel más profundo del que les atribuimos. La relación entre dieta y salud mental es cada vez más clara, y los hallazgos sobre el queso nos invitan a reconsiderar cómo diseñamos nuestro plato diario.

Desde la infancia, el queso ha estado presente en desayunos, meriendas y cenas. Ahora, parece que también puede estar en el menú de una vida longeva y cognitivamente activa.

¿Es esta la nueva dieta mediterránea?

No necesariamente. Pero sí es un recordatorio de que demonizar alimentos enteros —como los quesos— puede ser una simplificación errónea. Lo importante, como ya enseñaban las abuelas, es el equilibrio.

¿Qué alimentos combinan mejor con queso para potenciar sus beneficios? Integrar el queso en ensaladas con vegetales de hoja verde, nueces y aceite de oliva potencia su perfil antioxidante y antiinflamatorio. Además, acompañarlo con frutas como uvas o peras añade polifenoles beneficiosos para el cerebro.

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¿Es el queso una estrategia de salud pública?

Podría ser parte de ella. Al igual que otras intervenciones basadas en la dieta —como el omega 3 o el té verde—, el queso podría incluirse como un factor preventivo dentro de políticas de salud mental. Pero para eso, es necesario seguir acumulando evidencia.

Más allá del queso, la prevención de la demencia incluye factores como el sueño, la actividad física, el estímulo cognitivo y el entorno social. El queso no es una cura, pero sí podría ser un aliado sabroso en esta batalla silenciosa.

No es necesario. Pero integrarlo en la semana, con conciencia y gusto, puede ser una decisión sensata y placentera. Una tostada con queso curado y aceite de oliva podría ser más terapéutica de lo que pensamos.

En tiempos donde el envejecimiento poblacional es un reto global, pequeñas decisiones cotidianas pueden marcar la diferencia. Comer queso podría ser una de ellas. No se trata de una moda, sino de una invitación a redescubrir los placeres simples desde la ciencia.

Como siempre, antes de hacer cambios drásticos en tu dieta, es recomendable consultar con un profesional de la salud. Especialmente si tienes antecedentes familiares de demencia o enfermedades cardiovasculares.