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Visita presidencial a Estados Unidos

Opinión del experto nacional

Opinión del experto nacional

Por Rubén Rocha Moya

¿Quién puede negar que las relaciones con Estados Unidos han sido, y son, altamente estratégicas para México?

Pero, igual, estas privilegiadas relaciones con la más grande economía del mundo han sido factor de controversia a lo largo de nuestra historia.

Hoy mismo, la visita de Estado que el presidente Andrés Manuel realiza al vecino país del norte atrae la atención nacional e internacional, al ser objeto de polémicas opiniones sobre la conveniencia o no de tal visita.

Los menos enterados se preguntan por qué un hecho de elemental política exterior causa tanto ruido. La respuesta sería: es que, por los tiempos políticos, la oposición, haga lo que haga el Ejecutivo federal, bien o mal, lo rechaza sin miramientos.

Es ésta una actitud lamentable, pues a la propia oposición le consta que el Presidente, en su gobierno, ha llevado las difíciles relaciones con la potencia del norte con gran inteligencia y responsabilidad políticas y atendiendo sólo los intereses nacionales. No olviden su enérgica postura en favor de nuestro sector exportador, cuando Trump amenazó con imponer nuevos aranceles a sus productos.

Queda claro que la apuesta de los adversarios era que al Presidente, a las primeras de cambio, le tronara el manejo de estas relaciones. Una vez más, se equivocaron. La joya de esta política diplomática, el diseño y puesta en marcha del T-MEC, ha sido exitosa. Y, justamente, el motivo de su visita, acompañado de destacados empresarios, es celebrarlo digna y decorosamente con su homólogo. No hay más, para qué ver moros con tranchetes.

Hay quien, presumiendo sapiencia política, expresó: “pretender inclinar la balanza en favor del presidente Trump en este clima político no parece ser la mejor apuesta”. Como si el poder de un presidente mexicano diera para “inclinar la balanza” en un país paradigmático en democracia electoral.

Por el contrario, el gobierno de la 4T se propone rescatar el principio de no intervención, que establece la independencia de las naciones y el derecho de autodeterminación de los pueblos. En concordancia, en su visita a Washington, el mandatario mexicano estableció: “Estamos optando por marchar juntos hacia el porvenir, privilegiar el entendimiento, lo que nos une, y hacer a un lado las diferencias, con respeto mutuo y diálogo”.

El presidente Andrés Manuel ha demostrado, con creces, su determinación por recuperar los principios que rigen nuestra política exterior. Primero, cuando se pretendió obligar a México, como se obligó a otras naciones de América, a apoyar la intervención en los asuntos políticos de Venezuela. Luego, cuando se solidarizó con el gobierno boliviano depuesto por un golpe de Estado, resistiendo toda la presión de los golpistas y sus apoyadores.

Presión venida no sólo de los intervencionistas y golpistas externos, sino, peor aún, de nuestra sacrosanta oposición interna. Sí, de todos ellos, incluidos los que hoy ponen el grito en el cielo anunciando el fin de nuestra soberanía por la visita presidencial y quienes aplaudieron las descaradas intervenciones en esos dos países.

En ambas ocasiones clamaban porque el Presidente se doblegara ante el intervencionismo y el golpismo. Hoy lo acusan de arrodillarse por tan sólo un acto protocolario. Política de doble moral. Inmoral, pues.

A propósito de este tema, ayer AMLO dijo frente a Trump: “Hemos tenido desencuentros y hay agravios que todavía no se olvidan, pero también hemos podido establecer acuerdos de cooperación y de convivencia”. Firmeza y tolerancia juntas.

Por cierto, los gobiernos neoliberales tiraron por la borda estos principios. ¿O qué acaso ya se olvidaron del vergonzante y ridículo “comes y te vas” del presidente Fox, para complacer al presidente Bush? ¿O de la misma vergonzosa injerencia propiciada por el señor Calderón con la operación Rápido y Furioso?

No se mortifiquen y tampoco lo desdeñen: la política exterior de México está y estará en buenas manos. Así lo confió la inmensa mayoría de los electores desde hace dos años y, por lo que se ve, los opositores lo han olvidado. ¿No es demasiado olvidar?

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