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Fernanda Trías, el fuego nunca dura demasiado

Mario Alberto Medrano González

Mario Alberto Medrano González

“… estoy igual que esta casa: llena de cosas muertas”, reconoce Clara, protagonista y narradora de La azotea (Tránsito, 2018), novela de la escritora Fernanda Trías (Montevideo, 1976).

Los tres planos que componen la novela, el exterior, al que nunca se llega, que es al mismo tiempo una promesa y un designio; el interior de la casa, en estado de sitio por el recuerdo de Julia, pareja del padre de Clara, espacio nebuloso, denso, lleno de certezas improbables, y el íntimo de Clara, monólogo desarticulado, obsesivo y temeroso, son siempre uno: el de la sicosis de Clara, el de la narración asfixiante, el de la prolongada muerte.

Los tres personajes que habitan esta casa, Clara, quien está a mitad de ser una mujer ama de casa, amante ¿de su padre?, protectora y sobreviviente de un caos familiar; el padre, hombre arruinado, desvencijado, a mitad entre ser un infante o un cadáver, y Flor, hija de Clara ¿o de Clara y su padre?, niña eterna, son la trinidad cabalga al abismo, una trinidad a mitad de ser familia o ser incesto (o esa impresión me dejó mucho tiempo la novela), entre la calamidad y la fraternidad.

Espacio casi teatral, en escenario mínimo, con personajes advenedizos, como Carmen, una extranjera, un tanto siniestra, otro poco amorosa y servicial, son los elementos de esta novela, fascinante y compacta. Narrada con la enorme solvencia de una escritora con gran oficio, quien parece conocer a la perfección sus manías y necesidades. Novela más conceptual que de arco dramático, pocas acciones ocurren dentro del universo externo de Clara, ya que todo acontece dentro de sí, en su neurosis, en la marea alta del inconsciente.

La dialéctica que establece Trías entre el encierro y la libertad es punto medular, y de ahí la elección, eso creo, del título: La azotea, espacio que está dentro, pero afuera, que es nube, pero es piedra, que es zona de confort de la protagonista. ¿Pero qué hacer cuando esa libertad que te da la azotea ya no alcanza? Ahí comienza la verdadera catábasis de esta protagonista.

La capacidad reflexiva y evocativa de Clara resulta profética, con astillas poéticas al momento de la evocación. Esta protagonista parece conocer a la perfección su miseria y también conoce la desgracia y estrechez del mundo que la rodea, ése al que no quiere salir. Tapiadas las ventanas, encerrados hasta los huesos, el caos dentro de las paredes de esta habitación es igual de demoledor que la súbita intemperie.

Las verdades y mentiras a las que aspiran los tres personajes abisman. Ruptura y comienzo. Lo que propone la escritora uruguaya es un ir hacia el comienzo, un ir hacia atrás, hacia adentro, para dar un salto al abismo, hacia el futuro, pues. Pero, por razones naturales, el futuro no existe, entonces estos tres personajes van hacia la nada, y lo más interesante es que lo saben, al menos Clara, en mayor medida, y su padre, cuando está en estado de lucidez.

Dentro de la casa, un pájaro. Encerrado, aletea y no tiene libertad. Una promesa, de nuevo, de libertad. Este símbolo sólo da cuenta de una cosa: deseo de salir, de partir, pero reprimido. Y también, un estado de ánimo. A lo largo de la obra, esta ave es compañía, pero desasosiego, infelicidad. Éste no es el único símbolo (y pista) que utiliza Trías para enunciar.

Francamente, hacía tiempo que no habitaba con tanto interés un mundo novelístico como el de Fernanda Trías. Y no sólo por el tejido argumental de la obra, sino también por los rasgos poéticos que utiliza la autora. De la misma forma que lo hace en su libro de cuentos, No soñarás flores, hexasílabo de enorme potencia poética.

Lo que está escribiendo Fernanda Trías no es menor a lo que están escribiendo las autoras argentinas, quienes están haciendo la mejor literatura en Latinoamérica. Su novela La azotea está entre las mejores de los últimos años, y en donde se puede ver el leitmotiv de la literatura tanto argentina como uruguaya escrita últimamente: novelas de personajes fisurados, llevados al límite, novelas de enorme reflexión y con gran conocimiento del ser humano y sus debilidades, novelas que exploran el lado B del personaje.

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