Logo de Excélsior                                                        

Mi testimonio (1/2)

Juan José Rodríguez Prats

Juan José Rodríguez Prats

Política de principios

Con la proverbial capacidad de síntesis de los tabasqueños, intentaré relatar hechos que es menester tener en cuenta en estos días aciagos y tormentosos. Disculpen las alusiones a mi persona, pero estuve involucrado.

En julio de 1988, Graco Ramírez Garrido convenció a Andrés Manuel López Obrador de postularse a la gubernatura de Tabasco por el Frente Democrático Nacional, después de su infructuoso intento para ser candidato a presidente municipal de Macuspana, debido al rechazo de Salvador Neme Castillo, candidato del PRI a la gubernatura.

Se inicia en Tabasco la confrontación entre partidos por el poder, el desbordamiento de pasiones y el resquebrajamiento de la ley. Andrés Manuel no acepta su derrota y decide subvertir el orden público.

En enero de 1992, por razones personales, Carlos Salinas de Gortari decide la “renuncia” de Neme y el liderazgo de López Obrador se acrecienta. Se confirma que violar la ley en México da resultados.

Asume la gubernatura Manuel Gurría Ordóñez y me designa secretario general de Gobierno con una tarea específica: el retorno de la gobernabilidad. Restablezco la relación con mi antiguo compañero priista López Obrador, quien, una y otra vez, ante mis ofertas de un acuerdo, siempre responde: voy a incendiar Tabasco.

En abril, desobedeciendo al gobernador, sostengo un debate público con nuestro actual Presidente. Creo que no me fue mal.

El 31 de mayo, afortunadamente, se me pidió la renuncia; me convertí en el secretario de gobierno de Tabasco más breve (100 días).

Retomé de inmediato mis funciones de diputado federal, con un propósito muy claro: esmerarme en ser un buen parlamentario para buscar la senaduría. Al no ser postulado, el 12 de mayo de 1994, después de una audiencia con el presidente Salinas, quien me ofreció diversas opciones en la administración pública, renuncié al PRI.

Recibí invitaciones de todos los partidos, menos del PAN, puerta que toqué siendo atendido generosamente por Carlos Castillo Peraza. En una convención fui elegido candidato a gobernador para contender contra Roberto Madrazo y Andrés Manuel. De inmediato hice alianza con este último, venciendo sus naturales suspicacias, como relata en su libro Entre la historia y la esperanza.

Desde el inicio, le insistí en que deberíamos enfocarnos a denunciar el brutal derroche de recursos de Madrazo.

Unos días antes de la elección se me hicieron llegar generosas ofertas a cambio de que reconociera su triunfo a lo cual me negué, iniciando con López Obrador una buena amistad y alianza que duró un sexenio.

Recuerdo las comidas en su departamento, acompañados de su esposa Rocío, una gran mujer.

Tabasco padeció un gobierno donde funcionó una mancuerna paradójica: Andrés Manuel encabezaba todas las demandas con una consigna clara: pidan todo. Madrazo ordenaba a sus subalternos:

den todo. El resultado: un desastre, el ciudadano tabasqueño espera todo del gobierno en turno sin asumir deberes.

Se podría escribir una novela tan gruesa e interesante como El vendedor del silencio, de Enrique Serna, sobre las 14 cajas con la información de los gastos de campaña de Madrazo y el PRI y la forma como llegaron a manos de López Obrador, quien hizo pública la denuncia, ahora con pruebas, en junio de 1995.

Me invitó a acompañarlo, pero yo estaba dando conferencias en municipios de Chiapas, así que me enteré por la prensa.

Madrazo le pidió a Arturo Núñez intervenir con Esteban Moctezuma (subsecretario y secretario de Gobernación, respectivamente) para obstruir la investigación pues la información era cierta. Además, ahí había gastos de la campaña presidencial de Ernesto Zedillo. El escándalo duró varios meses.

En septiembre de 1997, ya como diputado federal del PAN, convencí a Andrés Manuel y al padre Francisco Goitia para que presentáramos demandas de juicio político en contra de Madrazo.

No se vaya, esto se pone bueno.

 

Comparte en Redes Sociales

Más de Juan José Rodríguez Prats