La colonia Guerrero
Su historia data de la época prehispánica y esa zona se llamaba Cuepopan
El pasado fin de semana volví a las delicias de los famosos machetes de Amparito, en la calle de Héroes esquina Sol, en la colonia Guerrero y, antes de contarte mi historia, te comento que los machetes son quesadillas gigantes de poco más de 60 centímetros, que se han vuelto una tradición desde 1964, año en el que coincidentemente también nací en la colonia Guerrero, en donde en diferentes épocas y circunstancias económicas, sociales y familiares moré en domicilios ubicados en las calles de Sol, Mosqueta y Moctezuma.
Al recorrer estas calles pude ver de nueva cuenta el colorido y diversidad del mercado Martínez de la Torre, su iglesia reconstruida después de los sismos de 1985, la escuela República de Honduras, en donde mis hermanos y yo realizamos la educación primaria, el remodelado eje Guerrero y el eje 1 Norte, el antiguo hogar del espectáculo de Paquita la del Barrio, las famosas orejas de elefante, entre muchos otros representativos sitios que colindan con Garibaldi, la colonia Centro, la Lagunilla y Tepito.
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Pero volvamos a los orígenes de la colonia Guerrero. Es uno de los territorios con más historia y tradición de la capital de la República Mexicana.
Su historia data de la época prehispánica y esa zona se llamaba Cuepopan, para después cambiar a Santa María Cuepopan, lugar en donde se edificaron templos e iglesias como la de San Hipólito y San Casiano, la parroquia de Santa María La Redonda, el hospital de San Hipólito y el santuario de la Asunción de Izayoque (nuestra señora de los Ángeles), todo esto durante el siglo XV.
Mientras que en el XVII fueron construidas las parroquias de la Santa Veracruz, San Juan de Dios y el convento de San Fernando.
La figura de Rafael Martínez de la Torre, abogado poblano, fue clave para la urbanización de llanos y rancherías de Buena Vista y el Fresno, y a través del ingeniero Manuel Rincón, trazaron calles y vendieron lotes en vara cuadrada, antigua medida española que constaba de cinco metros cuadrados. De acuerdo con el valor que tenía el dinero en ese tiempo, era un precio accesible para pagar por cualquier obrero.
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Fue el 28 de junio de 1874 cuando se inauguró oficialmente la colonia y las autoridades de ese entonces se dieron a la tarea de recorrer y verificar las calles y el nombre lo tomaron del héroe de la Independencia Vicente Guerrero, motivadas porque sus restos descansaban en el panteón de San Fernando.
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Así, la primera calle nombrada del fraccionamiento fue Guerrero, como homenaje.
Hoy no podríamos entender la historia contemporánea sin comprender y asimilar que este terruño de la capital ha cobijado a migrantes de todas las latitudes de nuestro país, obreros, comerciantes, artistas, deportistas, intelectuales y muchas mujeres y hombres que llegaron para construir una nueva vida juntos a las familias en escenarios sociales complejos y no ajenos a la descomposición social que también conlleva a la desigualdad, la pobreza y la inseguridad.
No obstante, el saldo histórico, social y comercial de la colonioa Guerrero es inmenso, tanto para la ciudad, como para nuestro país.
