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Una madre nunca deja de buscar a los que ama; las desapariciones en México

En La vida sin nosotros, de Miguel Alejandro Rivera y editado por la Brigada para Leer en Libertad y la Fundación Rosa de Luxemburgo, se reúnen los testimonios de mujeres que, de ser madres, se convirtieron en buscadoras, como Cecilia Flores, quien sufrió la pérdida de dos hijos en Sonora

Redacción | 24-04-2022
En Sonora, grupos colectivos se organizan en brigadas para buscar a sus desaparecidos. Foto: Daniel Sánchez Dórame
En Sonora, grupos colectivos se organizan en brigadas para buscar a sus desaparecidos. Foto: Daniel Sánchez Dórame

 

CIUDAD DE MÉXICO. Sara Valle Dessens, entonces alcaldesa de Guaymas, Sonora, regaló en 2020 al colectivo Guerreras Buscadoras, palas, cubetas de metal, cubrebocas, gel antibacterial, guantes de látex, sueros y agua embotellada como contribución del ayuntamiento en su lucha de búsqueda de familiares.

El hecho desató una ola de críticas e indignación, a la vez que reflejó la falta de sensibilidad de las autoridades ante una tragedia de familiares que buscan a las personas que aman, pero a quienes no pueden encontrar.

Igualmente, la sociedad mexicana carece de una conciencia colectiva clara en cuanto al problema de los desaparecidos, por lo tanto dicho fenómeno queda aislado a las familias que se encuentran en búsqueda o en las organizaciones y colectivos que las apoyan y que combaten el gastado argumento oficial: “seguro anda con el novio” o “ha de andar de fiesta, luego regresa”.

Cecilia Flores se dedicaba hace unos años, dice, a ser mamá. “No me faltaba nada, yo tenía todo. Justo una semana antes de que pasara lo de Alejandro en los Mochis, yo pensaba que no había mujer más feliz que yo. Pues no lo acababa de decir cuando estaba sufriendo la pérdida de Alejandro y lo perdí todo, se fue toda mi felicidad; mi vida se acabó, mi matrimonio se destruyó, porque yo me dediqué a la búsqueda y se me olvidó que yo era esposa, que era hija, porque me dediqué a ser mamá y a buscar esa parte de mi corazón que me habían arrancado; sin esa parte de mi corazón yo no podía vivir”.

Según el Comité de las Naciones Unidas contra la Desaparición Forzada (CED) hasta el 26 de noviembre de 2021, en México se registraron 95 mil personas desaparecidas y 52 mil fallecidas sin identificar, por lo que la propia organización internacional urgió al gobierno de nuestro país a poner mayor atención para erradicar este delito. En respuesta, el subsecretario de la Segob, Alejandro Encinas, aseguró que el número de desaparecidos es mucho mayor a los 95 mil que asegura la ONU, pero que es difícil tener una cifra exacta debido a la falta de coordinación entre las fiscalías de los estados, las autoridades y las familias de las víctimas, “y que muchas de estas fiscalías no asumen su responsabilidad en la búsqueda de las personas”.

Sin embargo, en el camino que este fenómeno ha recorrido desde 1974, cuando el Ejército se llevó a Rosendo Radilla, líder social guerrerense que nunca volvió a casa, han quedado innumerables testimonios, incluso el de quien sería la primera gran madre buscadora en México: Rosario Ibarra de Piedra, fundadora del Comité ¡Eureka! la desaparición forzada no afecta sólo a quien se va, sino a quienes se quedan.

Nora Lira es y siempre será la madre de Fernanda Sañudo Lira, una adolescente de apenas 17 años de edad que desapareció el 2 de octubre de 2018. La chica salió de casa para visitar a una amiga, pero nunca regresó. Exactamente dos años después, alguien contactó a Nora, le dio las indicaciones de cómo llegar a un sitio donde, efectivamente, estaban los restos de su hija. “El gobierno no me ayudó, yo la hice de investigadora, de policía, y sigo en el Colectivo (Rastreadoras Ciudad Obregón) porque aquí nuestra ciudad es un panteón clandestino, hemos tenido muchos hallazgos últimamente”.

 

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TAMAULIPAS

 

David Alejandro le dijo a su mamá, Guadalupe Rodríguez, que regresaba en un rato; sin embargo, cuenta doña Lupita, “ya no volvimos a tener palabras de mi hijo”. “Él todo me platicaba, no entiendo qué le pasó en esos días”. El último día que fue visto: 25 de octubre de 2014. “Yo ya era puro buscar a mi hijo, yo ya no tenía paz, mi corazón ya no tenía paz; llegaba a dormir, me levantaba y me iba a buscar a mi hijo ahí donde me decían que lo habían visto, porque yo decía, ‘a lo mejor está por aquí, yo pienso que va a estar acá detenido’, o ‘ha de andar por estos lugares’, pero pues no, ya no lo encontraba, ahorita hasta la fecha”.

En ese lugar donde David fue visto por última vez, había un Walmart; Guadalupe se dio cuenta de que en el centro comercial tenían cámaras de seguridad. Pretextando no tener una orden judicial, el gerente no quiso facilitarle un video que fuese pista para encontrar a su hijo. La Fiscalía utilizó el recurso de las grabaciones del Walmart y de otros negocios cercanos cinco meses después, ya que todas las evidencias habían sido borradas. Ocho años han pasado y ella aún quisiera ver la cinta porque quien busca a un desaparecido quiere certezas, y ella necesita saber si en efecto de ahí se llevaron a su hijo.

 

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OAXACA

 

Pero Guadalupe no es la única que, en Jalisco, busca a un desaparecido. A primera vista, Rosario Cervantes parece no cargar con misterio alguno. Osvaldo tenía 25 años. Como cualquier día lo podemos imaginar siguiendo la rutina de las jornadas laborales, ésa que tú también sigues antes de hacer lo que sea a lo que te dediques: despertó, se bañó, se puso su uniforme, se colgó el gafete y se dirigió al empleo en el que era analista de inventarios y al cual ese martes, 22 de julio de 2014 nunca llegó. Osvaldo Javier Hernández Cervantes, hijo de Rosario, tenía que pasar por su hija a la guardería, pero no lo hizo: ese martes Osvaldo ya no estaba.

“Es una desesperación, una angustia, una impotencia... te transforma la vida completamente... ya no sientes ni que eres tú, ya no sabes si la que estás viendo al espejo es esa que tú conocías, porque no te reconoces ni en el espejo, porque no atinas ni a llorar, a esperar, a desesperar; dices: ‘¿y qué más puedo hacer?’, porque yo he escuchado en otros casos que, al menos, hubo testigos o alguien vio que se lo llevaron, en mi caso no; yo decía, ‘¿a dónde me muevo si ni siquiera pudo haber tomado el camión porque no llegó a su trabajo?’, y más me desespero porque ¿dónde voy a empezar a buscarlo, porque yo sólo sé que salió de mi casa, pero es todo lo que sé...”.

Así lo vivió Rosario, y así lo viven la mayoría de las mamás, quienes después de la desaparición de sus hijos coinciden en frases como: “Una se muere con ellos”, “Jamás vas a dejar de esperar, de buscar”, “Cuando escuchas un coche, sales corriendo a ver si ya llegó”, “Yo sólo quiero que la gente sepa que existió”.

Y entonces empieza la búsqueda: “cuando te sucede entras en un estado de shock o no sé qué cosa, porque pidieron que pasaran 72 horas para aceptarnos la denuncia, porque dicen: ‘ah, ha de andar por ahí con alguna güerota, ¿no?’, entonces ponen la denuncia y yo pensé que íbamos a ver acciones pronto, que íbamos a saber dónde él estaba o lo íbamos a encontrar, pero ya van seis años y todavía eso no sucede”, dijo Rosario entrevistada en 2020.

 

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SINALOA

 

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COAHUILA

 

EL PARADIGMÁTICO CASO AYOTZINAPA

El tema de la desaparición forzada de personas no es nuevo en nuestro país. Desde la época de la Guerra Sucia en los años 70 del siglo XX, cuando la Dirección Federal de Seguridad se encargaba de luchar contra la oposición al gobierno, ya existía este método de control social. Sin embargo, su práctica se ha ido transformando, debido a que, a partir de hace un par de décadas, no sólo el poder gubernamental, en cualquier nivel, echa mano de este delito, sino también, grupos de poder fácticos, como el propio narcotráfico.

Este fenómeno sucede en México cuando grupos de particulares que ejecutan el delito de la desaparición forzada pueden llegar a ser encubiertos por ministerios públicos, fiscalías o cualquier otro actor gubernamental. Uno de estos casos, precisamente, ha sido el de los 43 normalistas de Ayotzinapa, quienes fueron víctimas de esta situación el 26 de septiembre de 2014, en Iguala, Guerrero.

 

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Un caso de desaparición forzada ocurrió con los 43 normalistas de Ayotzinapa, quienes fueron víctimas de esta situación el 26 de septiembre de 2014, en Iguala. Foto: Especial

 

El jueves 24 de septiembre 2020, usando cubrebocas y batallando contra la pandemia por covid-19, los familiares de los 43 desaparecidos realizaron, como cada año, manifestaciones y mítines en la Ciudad de México, en busca de justicia, en busca de la respuesta a la pregunta: ¿dónde están sus muchachos? “Ya en unos días van a ser seis años de nuestros hijos, de que no podemos tenerlos a nuestro lado, y nosotros por eso seguimos luchando. Sabemos muy bien que fue el Ejército, las policías estatales, municipales, y por eso nosotros los hacemos responsables de lo que les hayan hecho a nuestros hijos”, dijo entonces doña Macedonia, madre del normalista desaparecido, José Luis Luna, testimonio que también se puede encontrar en el libro.

 

LAS FALLAS DEL SISTEMA Y EL ANÁLISIS DE ESPECIALISTAS

El 13 de febrero del 2020, Raymundo iba a una reunión con unos amigos: a dos calles de su casa, una camioneta blanca se lo llevó; van más de dos años que no saben nada de él. Lourdes se entera, “parece que ahí en la avenida levantaron a un par de muchachos”. Llamó a su hijo por teléfono: como respuesta sólo el maldito tono que todas las madres escuchan cuando comienzan la búsqueda, ese que termina hasta que la llamada es transferida al buzón porque nadie contesta al otro lado de la línea.

Lourdes vive en Guanajuato, un estado en el que organizaciones como Sembrando Comunidad y A Tu Encuentro, han señalado la colusión del fiscal de la entidad, Carlos Zamarripa Aguirre, con el crimen organizado. Incluso, activistas del estado afirman que, luego de hacer denuncias y dejar sus datos en la Fiscalía o en ministerios públicos guanajuatenses, son inmediatamente amenazados.

En La vida sin nosotros, financiado con fondos del Ministerio para la Cooperación y el Desarrollo Económico de la República Federal de Alemania, se muestra también el análisis de especialistas en el tema de la desaparición forzada de personas.

Una de las voces que explican esto es la de Santiago Corcuera, designado en 2004 miembro de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU como uno de los cinco expertos que integran el Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias, del que fue presidente durante el período 2006-2009; desde entonces, ha desempeñado diversas tareas en dicha organización internacional.

Asimismo, otro de los análisis recuperados en dicho reportaje, es el del periodista José Reveles, autor de al menos una decena de libros sobre política, narcotráfico y crimen organizado en nuestro país, y quien nos ayuda a realizar una radiografía de la desaparición forzada, desde el surgimiento de las guerrillas en México, hasta los tiempos de Felipe Calderón Hinojosa.

 

UNA PROBLEMÁTICA INTERNACIONAL

En La vida sin nosotros. La desaparición de personas en México, Chile, Argentina y el Kurdistán; voces de víctimas y especialistas, se realiza un recorrido histórico no sólo por México, si no también por países de América Latina que fueron víctimas de este delito en épocas de dictaduras militares.

Las madres y abuelas de Plaza de Mayo en Argentina, así como los movimientos de familiares de búsquedas en Chile, son un ejemplo de luchas como la que emprendió en México el Comité ¡Eureka!, fundado por Rosario Ibarra de Piedra, cuando desapareció su hijo Jesús Piedra Ibarra.

En tanto, se recupera también la búsqueda de Madres por la Paz, un grupo de mujeres de Turquía y el Kurdistán que aprendieron a colaborar, pese a que sus hijos fueron, antes de desaparecer, rivales de guerra en dichas regiones de Medio Oriente.

 

UNA BÚSQUEDA QUE NO PARA

Integrantes de la  Comisión Nacional de Búsqueda (CNB) ofrecen trabajos de acompañamiento a los familiares de desaparecidos, así como a las comisiones en cada uno de los estados que lo solicitan. No obstante, la queja recurrente es la falta de recursos humanos y materiales para llevar a cabo esta titánica labor.

 

cva

 

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