Mamas, médicas, abuelas y jóvenes participaron en la marcha del 8M para exigir la eliminación de la violencia feminicida, la maternidad elegida y no por obligación, además de mejorar las condiciones laborales de las mujeres.
Convocadas desde el mediodía, mujeres feministas escogieron el Monumento a la Madre para romper con la idealización de la maternidad y la exigencia de garantías laborales para madres trabajadoras.
Con ropa morada y verde, las manifestantes, acompañadas de sus hijos, hicieron un llamado en contra de la violencia sexual, reproductiva y obstétrica.
Clara Meyra, fundadora de la campaña nacional Amamantemos Libre, enfatizó que en México la lucha de las mujeres debe continuar en la relación maternidad y derechos laborales.
En el mismo punto de encuentro, integrantes de Médicas Verde Violeta denunciaron que desde las escuelas de medicina las mujeres son limitadas, presionadas y discriminadas para ejercer la profesión y renunciar a su vida personal si quieren crecer profesionalmente.
Mariana Robles, integrante de Médicas Verde Violeta, señaló que la violencia hacia las médicas es constante en su servicio social, y expuso el caso de Mariana Sánchez, asesinada en Chiapas, mientras hacía su servicio social.
La activista agregó que en la pandemia de covid-19, tanto médicas como personal de enfermería sufrió agresiones de la población, al ser consideradas foco de contagio y evidenciarse las carencias laborales.
“Cada año tenemos médicas de servicio social siendo violentadas y vulneradas en comunidades aisladas donde no tienen ningún tipo de apoyo y soporte”, acusó.
El mayor agresor de la señora Esperanza Barajas, de 89 años, fue su esposo, quien por años no sólo la violentó a ella sino también a sus hijos.
La adulto mayor acudió a la marcha con la alegría de ver a nuevas generaciones luchar por sus derechos.
“Toda mi vida luché, fui una mujer muy golpeada. Restringida económicamente”, expresó.
Acompañada de sus hijas y nietas, la señora Barajas, quien fue llevada en una andadera de carrito, confesó su agradecimiento a Dios porque “su agresor ya no vive”.
Guadalupe Contreras, de 71 años, se sumó al apoyo de la marcha. Confesó que de niña fue abandonada por sus padres y padeció muchas agresiones de extraños. Dijo que ahora las mujeres tienen mayor conocimiento de los derechos humanos.
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