La ideología cristera aún mira al horizonte político
Aunque la guerra cristera ocurrió de 1926 a 1929, fue a mediados de 1925 cuando comenzó a gestarse; un año después iniciaría el cierre de las iglesias católicas y las misas se oficiarían en casas cerradas; el conflicto dejó cerca de 200 mil civiles muertos

Si bien la Guerra Cristera tuvo lugar entre 1926 y 1929, el conflicto ya estaba en ciernes a mediados de 1925 y tuvo como detonante, un año después, a la Ley Calles, promulgada en 1926, la cual buscaba hacer efectivos los artículos de la Constitución de 1917 que acotaban el actuar público y político de la Iglesia católica.
Las nuevas leyes prohibían las congregaciones religiosas, restringían el culto público y también que los sacerdotes católicos usaran vestimenta religiosa afuera de los templos, a la vez mermaba sus derechos políticos.
En 1926 iniciaría el cierre de las iglesias católicas y las misas se oficiarían en casas cerradas bajo llave, mientras que los cristeros reunían armas para alzarse contra el gobierno del presidente Plutarco Elías Calles.
Ese año escalaría el conflicto con el enfrentamiento armado entre los cristeros y el ejército callista, y los cuerpos inertes de los sublevados serían colgados en postes de telégrafo y del cableado eléctrico.
En entrevista con Excélsior, Raúl Tortolero, autor del libro Pensamiento Cristero (Kabod Ediciones, 2025), con prólogo del cardenal Juan Sandoval Íñiguez, apunta que la ideología de La Cristiada sigue vigente un siglo después, ya no como pensamiento beligerante armado, pero sí como un movimiento con horizonte político.
No es una ideología más, sino la herencia de lucha cristiana que rechaza el liberalismo, el marxismo y el supremacismo progresista. Hoy, cuando Occidente se desmorona bajo el peso de la secularización, el antinatalismo y el nihilismo (…) es una respuesta desde la teología política, la filosofía de la cultura y la geopolítica para salvar Occidente de su decadencia actual”, apuntó.
ATENTADO EN EL TEPEYAC
A principios de la década de 1920, el encono entre los gobiernos emanados de la Revolución de 1910 y la Iglesia católica permeaban entre la población y los ciudadanos comenzaban tomar bando, de forma extrema, de ambos lados.
La mañana del 14 de noviembre de 1921 un hombre colocó una bomba con dinamita dentro de un arreglo floral a los pies del altar de la Virgen de Guadalupe en la Antigua Basílica con el objetivo de destruir la imagen original de la Guadalupana.
El ayate de la virgen no sufrió ningún daño. De acuerdo con el relato que se conserva en la Basílica de Guadalupe, el cristal que protegía la imagen también resistió y el crucifijo de metal que la precedía recibió todo el impacto de la explosión y cayó desfigurado hacia atrás.
La figura del Cristo de hierro y bronce fue fiel testigo del ataque en contra del símbolo más preciado de los católicos mexicanos, así como de los destrozos que causó la bomba en el altar de la antigua basílica del Tepeyac.
El atentado de 1921 contra la imagen original de la Virgen de Guadalupe ocurrió bajo el gobierno del presidente Álvaro Obregón, cuando desde el poder público germinaba el enfrentamiento religioso que derivaría con el cierre de templos en 1926 y el inicio de la Guerra Cristera.
Los relatos de la época responsabilizaban al entonces presidente Obregón del atentado contra la imagen de la Virgen de Guadalupe, debido a su postura radical en contra de la Iglesia católica.
Siete años después, en 1928, ya en plena guerra cristera, José de León Toral, un activista de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), asesinaría a Álvaro Obregón, presidente electo para un segundo periodo, cuando salía a comer al restaurante La Bombilla, en San Ángel, al sur de la CDMX.
LA CRISTIADA
Durante la Guerra de Reforma, entre liberales y conservadores (1858-1861), las relaciones entre la Iglesia y el Estado en México se debilitaron al promulgar el presidente Benito Juárez el 12 de julio de 1859 la Ley de Nacionalización de Bienes Eclesiásticos, por la cual todas las propiedades de la Iglesia pasaban al dominio de la nación y control del Estado.
Para 1917, la nueva Constitución de México desconoció la personalidad jurídica de las iglesias, limitó el número de sacerdotes e impuso restricciones al culto público.
En 1926, el presidente Plutarco Elías Calles promulgó la norma conocida como Ley Calles, que buscó hacer efectivos los artículos constitucionales que restringían la actividad de la Iglesia, prohibió las congregaciones religiosas y que los sacerdotes católicos usaran vestimenta religiosa afuera de los templos.
Ley Calles avivó los enfrentamientos entre la feligresía católica y el Estado, derivando en la Guerra Cristera entre 1926 y 1929. Plutarco Elías Calles no dudó en recurrir al Ejército para reprimir todo intento de sublevación por parte de los católicos sublevados.
Como habría de esperarse, la Iglesia reaccionó a las medidas del presidente Calles suspendiendo las celebraciones religiosas, avivando así el encono de los fieles católicos contra el gobierno.
Aunque la Guerra Cristera se desarrolló principalmente en los estados del Bajío y el occidente de México, sus repercusiones tuvieron eco en todo el país. Por ejemplo, en 1928, el gobernador de Tabasco, Tomás Garrido Canabal ordenó el cierre de las iglesias y destrucción de las imágenes religiosas en todo el estado.
En 1930, la Catedral del Señor de Tabasco en Villahermosa fue saqueada y quemada para ser convertida en una “escuela racionalista” para ser demolida finalmente en 1934 e iniciada su reconstrucción hasta 1945.
El padre Miguel Agustín Pro Juárez, hoy símbolo de la defensa de los derechos humanos en México, fue fusilado sin un juicio previo el 23 de noviembre de 1927 y cada año se le recuerda en esa fecha con una procesión.
Si bien, La Cristiada fue el enfrentamiento entre el gobierno de Plutarco Elías Calles con los cristeros, los acuerdos de paz firmados el 21 de junio de 1929 se realizaron entre la jerarquía católica y el gobierno de Emilio Portes Gil, presidente interino tras el asesinato de Álvaro Obregón y sucesor de Calles.
En el armisticio, conocido como “los arreglos”, se acordó que se reanudaría el culto católico, se devolverían los templos y objetos que se encontraran dentro de ellos, y que se decretaría la amnistía a los cristeros levantados, si reconocían a la autoridad civil.
El conflicto religioso, desarrollado principalmente en Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Zacatecas, San Luis Potosí y Colima, habría cobrado la vida de más de 200 mil personas.
LIBERTAD RELIGIOSA
De acuerdo con el escritor Raúl Tortolero Crespo, autor del libro Pensamiento Cristero, la libertad religiosa del México actual es producto de la Guerra Cristera y el conocimiento de este hecho histórico es imprescindible.
“La Guerra Cristera no fue un capricho del pueblo católico, sino una respuesta desesperada, de legítima defensa, ante la tiranía de un régimen que quiso arrancar a Dios de México.
“Plutarco Elías Calles, con sus leyes perversas, prohibió el culto público, asesinó y persiguió a miles de sacerdotes y laicos, y cerró templos, violando los derechos fundamentales de un pueblo”, señaló.
Para el doctor en Derechos Humanos y maestro en Filosofía y Religión, el reconocimiento de este lamentable episodio histórico en los libros de historia de educación básica y bachillerato es requisito para reconocernos todos en el México actual.
“Si el gobierno hubiera respetado la libertad religiosa, intrínseca a la dignidad humana, como ahora lo afirma la Declaración Dignitatis Humanae, no habría habido necesidad de que los católicos tomaran las armas.
“La Cristiada fue un conflicto bélico que no buscaba poder político, tierras, o dinero, sino sólo defender la fe”, indicó el también autor de los libros: La Contrarrevolución cultural frente al Marxismo posmoderno y La Nueva Derecha: el retorno de Dios a la cultura.
A unos meses de cumplirse 100 años de La Cristiada, Raúl Tortolero propuso que, así como el gobierno federal ha pedido perdón a los pueblos originarios por la conquista española o por los muertos en el movimiento estudiantil de 1968, pida disculpas por la ejecución de miles de civiles católicos en la década de 1920.
“¡Por supuesto! Es una deuda histórica y moral y es un punto de nuestra agenda cristera actual. Así como el gobierno mexicano exige disculpas a España y al Papa por lo que ellos consideran abusos, hoy debe arrodillarse ante la memoria de los mártires cristeros, como el beato Miguel Agustín Pro, ejecutados sin juicio.
Estas ejecuciones fueron crímenes de lesa humanidad, fruto de una persecución anticristiana que buscó aniquilar la fe del pueblo mexicano. Una disculpa pública no sólo honraría a los caídos, sino que reconocería la injusticia cometida contra un pueblo que defendió su derecho a la libertad religiosa, un derecho humano inalienable”, destacó el escritor.
LA CONMEMORACIÓN
Los 100 años de la Guerra Cristera no pueden pasar desapercibidos, de acuerdo con Tortolero Crespo, quien hizo una serie de propuestas para reconciliarnos como nación con esta parte de la historia.
Propuso que el gobierno federal use como emblema en 2026 la figura del cristero Anacleto González, como ha usado la de Juárez, o la de Quetzalcóatl en 2021 y que se renombre a la alcaldía Benito Juárez como “Alcaldía Miguel Agustín Pro”.
Iremos también al Museo Memoria y Tolerancia para buscar que en el centenario de La Cristiada se instale una sala permanente dedicada a este terrible episodio mexicano. En ese espacio hay salas sobre el Holocausto, sobre Ruanda, sobre feminicidios, pero ni una palabra de los católicos masacrados”, indicó.
A decir del escritor Raúl Tortolero, el pensamiento cristero sigue vigente en México y es necesario como parte de una “contrarrevolución cultural” que requiere el país, “el pensamiento cristero, inspirado en los mártires que defendieron a Dios hace un siglo, es una respuesta viva”, indicó.
El también activista de la Nueva Derecha consideró que en el México moderno, el pensamiento cristero tiene cabida con propuestas concretas y como parte del mosaico ideológico de la nación.
En la economía impulsará negocios familiares y emprendimientos basados en la Doctrina Social de la Iglesia para fortalecer una economía de solidaridad cristiana frente al asistencialismo socialista.
En la política abogará por leyes que defiendan la vida, la familia y la libertad religiosa, resistiendo la agenda 2030, al progre-globalismo y al socialismo ligado al crimen”, concluyó Raúl Tortolero Crespo.
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