MexiCanUs: una de las rutas más coloridas del viaje

Bajamos del barco y pisamos el alma mater del grunge, género musical de carácter rebelde y activista que floreció hacia los años 90, lanzando a la fama a grupos como Nirvana

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Viernes 21 de julio  

Viernes y Olympia nos sigue maravillando, no queremos irnos. Hicimos tan buenos amigos que cuesta despedirse. Salimos tarde de Olympia, a pesar del evidente dominio del sol sobre el camino. Durante el café de despedida, comentamos nuestra ruta para llegar a Seattle. Nuestros tres amigos casi se infartan. Nos dijeron que ese camino, yendo todo el tiempo por tierra, está forrado de rednecks y traileros anti-bicicletos. Una ruta gris y desabrida. 

Optamos por seguir la sugerencia de los locales: rodamos hasta Tacoma, que está en el punto más septentrional del lado olímpico y tomamos un ferry, de absurdos siete minutos, para llegar a la isla Vashon, una larga isla con cercanía paralela a Seattle. Recorrimos la isla entre granjas, bosques muy tupidos y pequeñas comunidades con no más de ciento cincuenta pobladores. Se nos cruzaron, sin temor ni temblor, unos cinco o seis venados en el camino. La verdad, fue una de las rutas más coloridas del viaje, a pesar de los escasos cuarenta o cincuenta kilómetros del recorrido isleño. En el punto norte de Vashon tomamos un ferry, de nueva cuenta, para llegar a Seattle.    Bajamos del barco y pisamos el alma mater del grunge, género musical de carácter rebelde y activista que floreció hacia los años 90, lanzando a la fama a grupos como Nirvana, Soundgarden, Pearl Jam y Alice in Chains. Nacho y yo somos unos fieles devotos de estos grupos, la emoción nos rebasaba. Sin embargo, no hubo mayor tiempo para turistear. Pisamos tierra sólo para apoyar un pie contra el pedal y empezar la ruta, todavía nos quedaban unos sesenta kilómetros por recorrer. Llegamos al noroeste de Seattle con un sol puesto a las 20:30 horas.    Cenamos en un sitio muy discreto de comida griega, espectacular, y seguimos pedaleando hasta la casa de nuestro destino del día. Chris, nuestro anfitrión, un doctor bicicleto fanático de Shakespeare y de la Compañía de Jesús, nos recibió con los brazos abiertos en su hogar. No tuvimos mucho tiempo para conversar, tanto él como nosotros caímos rendidos hacia las diez y media, en medio de la admirable obra de urbanización de Seattle. En medio de esta ciudad civilizada y llena de cultura, émula de San Francisco en lo que a calles empinadas respecta, pero relajada como el pueblo más sereno de Oregon.