MexiCanUs: ruta aparentemente noble con una altimetría infernal
Avanzando por un plano, ya oregonense, tomamos un ritmo firme para apresurar la llegada. La verdad es que ya llevaba un par de días con la pantorrilla punzándome hasta el tobillo
Por: Esteban Riva Palacio

Nuestro último día de California amaneció acampando al lado de un lago en el valle que resguardan los Redwoods de Klamath. Salimos del Golden Bear RV Campground rumbo a Oregon, finalmente cambiaríamos de estado: eterno y plural California, tierra del alto impuesto sobre las ventas (carísimo).
Establecimos rumbo sobre los pedales en un horizonte que demasiado pronto se torció en zig-zags verticales y horizontales. Calentamos las piernas con una buena escalada entre un bosque cerrado y tomamos una ruta —aparentemente noble— con una altimetría infernal. No hay que confiar ciegamente en los mapas virtuales, son un tanto cuanto falibles en lo que a la bici respecta. Una muy merecida bajada nos refrescó los ánimos con una mezcla de brisa marina y polvo de árboles. Avanzando por un plano, ya oregonense, tomamos un ritmo firme para apresurar la llegada. La verdad es que ya llevaba un par de días con la pantorrilla punzándome hasta el tobillo. Traté de hacerme güey… eso no funciona con Nacho. Con la dulzura característica de un hermano, me soltó un variado abanico de adjetivos para remarcar la falta de conciencia que me dominó durante esos kilómetros lesionados. Paramos en una clínica dentro del condado de Curry, ya en Oregon, donde un doctor albino —de ceja, bata y calceta— me platicó, muy sereno, que tenía uno de los gemelos (músculos de la pantorrilla) y la rama del bifurcado tendón de Aquiles desgarrados. Quedé helado hasta que me dijo que sólo era cuestión de dos o tres días de descanso. Obviamente escuché tres y entendí dos, para salir y decir que no había que tomar ni uno. Le dije a Nacho el veredicto del médico y sólo puso cara de escepticismo radical… no me salvo con ese cuate.
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