No todo fue contraproducente al salirnos de curso
Sentimos el frío crujir de los árboles y el eco en espiral que lograban con la niebla. Un tráiler lleno de cadáveres troncosos lanzó disonantes cambios de velocidades a nuestro lado
Por: Esteban Riva Palacio

Salimos de Arcata rumbo a Klamath, todavía California. De Arcata salimos antes que el sol, llenos de granola y kombucha, un té fermentado —en este caso— de jengibre.
Seguimos, como de costumbre, al oráculo: Maps. No habíamos tenido ni media bronca, fuera de un par de subidas de pocos metros con fácil resolución. Este día nos costó una vuelta de veintiséis kilómetros en terracería montañosa el seguir a Don Google. Arrancamos con el pie derecho, pero le dimos más peso al izquierdo y nos descarrilamos. Llegamos a los Redwoods de Arcata, cruzamos propiedad privada: zona de tala y demás crímenes perpetuados contra los ancianos árboles. Sin embargo, no todo fue contraproducente al salirnos de curso. Sentimos el frío crujir de los árboles y el eco en espiral que lograban con la niebla. Al llegar a un pasillo dentro del bosque, un tráiler lleno de cadáveres troncosos lanzó disonantes cambios de velocidades a nuestro lado. Acto siguiente, dos osos —madre y cría— corrieron disparados hacia nuestro lado de la carretera, a veinte metros de frente. Entre los rastros de niebla matutina los pasamos de largo, fascinados. Hoy, a pesar de lo duro del recorrido, nos dimos cuenta de que la bicicleta no sólo es un medio barato, no contaminante y sano para viajar, sino que además es social y ecológicamente responsable, pues no rompemos la armonía del silencio que se disfruta igualmente en un parque o en el núcleo del bosque.EL EDITOR RECOMIENDA



