Un diálogo profundo con el público; Betsabeé Romero presentará su nuevo libro

Explorar un tema “a largo plazo, a profundidad y en el lugar del ‘crimen’”. Éstas son las tres premisas fundamentales de las que parte la artista visual mexicana Betsabeé Romero (1963) para crear sus obras; pues, para ella, temas como la migración, la movilidad, la muerte, el arte popular o el rol de la mujer, “no son una moda ni una noticia, son algo que me preocupa y nunca termina”.

En aras de formar una conciencia alterna en el espectador, la creadora deja huellas, señales, caminos, a través de sus pinturas, serigrafías, esculturas, fotografías y collages; pero también de sus instalaciones, arte objeto, videos, intervenciones efímeras y altares contemporáneos.

Tras más de cuatro décadas de trayectoria, la comunicóloga egresada de la Universidad Iberoamericana afirma en entrevista con Excélsior que siempre ha procurado que sus conceptos, materiales y técnicas evolucionen y se transformen.

Me interesa estar actualizada. Tengo esperanza. Me siento joven. Creo que la juventud es una actitud que nos debe llevar a darnos las manos, a hacer proyectos para comprometernos con la cultura del país”, comenta en su taller de la colonia Álamos.

Rodeada de llantas, flores y textiles, materiales siempre presentes en sus trabajos, la maestra en Artes Visuales por la UNAM, donde también cursó el doctorado en Historia del Arte, agrega que cada vez “busca más canales para que el arte dialogue de una manera más profunda con todo tipo de público”.

Para Romero, la frontera es una cicatriz, el caucho de las llantas un instrumento de memoria, la flor un símbolo cósmico, y la pandemia un tiempo de ruptura.

Por esta razón, su libro más reciente se titula Cuando el tiempo se rompió, que se presentará mañana a las 18:00 horas, en el Museo de la Ciudad de México; el volumen reúne nueve ensayos sobre su obra de Marie-Laure Bernadac, Emelie Chhangur, Kerry Doyle, Hans-Michael Herzog, Mónica Lavín, Valentina Locatelli, Philip Monk, José Manuel Valenzuela y Diana Wechsler.

El libro fue como una luz al final del túnel, porque éste era uno de los pocos proyectos que tenía vivo durante la pandemia. No es una antología ni retrospectiva. Incluí temas y proyectos que no habían sido publicados”.

Está convencida de que, durante la pandemia, “como que había una invitación a voltear alrededor, a lo más cercano, a tratar de olvidarnos de la historia global y de los grandes viajes. El compromiso y la responsabilidad se volvieron hacia la familia, hacia las personas más cercanas, hacia lo que se estaba cayendo alrededor.

A mí me dio por intervenir el camellón que estaba al lado de mi casa; pero, a la vez, en diálogo con un proyecto de grandes ciudades que empezó en Río de Janeiro, Brasil. La pandemia nos movió el piso y ahora intentamos recolocarnos para ver hacia dónde vamos”, añade.

Cuando el tiempo se rompió (Fundación Grupo Andrade) incluye fotografías a color de las instalaciones de Días de Muertos de Betsabeé que no habían sido consignadas, los trabajos hechos con universidades, objetos confeccionados en el extranjero que no se conocían en México y talleres y obras realizadas en internet. “Era como una deuda con mi propio trabajo”.

Quien ha participado en más de 20 bienales y ha exhibido más de 40 exposiciones individuales en México y el extranjero admite que el carro es el vehículo que la llevó al espacio público de una forma real y simbólica.

Siempre he seguido trabajando con automóviles, con autopartes; la más explorada es la llanta, por el material, por la historia de esclavismo que tiene el caucho en su genealogía, por su forma circular y su cuestión cíclica y porque es un instrumento de memoria; lo reciclo no como un objeto de basura, sino como uno que imprime, que deja huella”.

Romero inaugurará con una exposición individual de grafiti un centro cultural en la colonia Obrera el 20 de agosto, con el taller de serigrafía 75 Grados; e instalará el 1 de octubre, en los Jardines de la Reina en Londres, un candil de 10 metros de largo en forma de flor. “La flor es un símbolo de las culturas prehispánicas, el ombligo del mundo, un símbolo cósmico con raíces en la tierra, pero que mira al universo”,

cva

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