Entre Lecumberri y las Islas Marías
Durante una década Alberto Solís documentó la vida de Jorge Hernández Castillo quien purgó una condena de 54 años, su adicción a la heroína y un liderazgo que lo hizo una figura temida

En 2012, durante una cobertura periodística a las Islas Marías, Alberto Solís conoció a Jorge Hernández Castillo, el Wama (1941-2015), un hombre que fue condenado a
30 años de prisión por un crimen que siempre negó haber cometido.
El periodista y escritor decidió profundizar en el tema y tras más de una década de investigación escribió el libro Aguanta el humo. La historia del Wama. Parte I (Barker Publishing, 2024).
El origen del apodo se debe a un cómic creado por Joaquín Hernández Bassoco que se publicaba en la revista Chamaco desde 1944 hasta 1954.
Wama era una especie como de Tarzán mexicano que andaba en la selva, con su taparrabo y, acá, muy pechugón. Si te das cuenta, mi caja es grande, soy azteca y así nací. Yo a finales de los 50 traía mi melena larga, me pusieron Wama en la colonia Juárez”, narró Hernández Castillo a Alberto Solís en
el libro.
Gran parte de la información de la investigación provino de los archivos periodísticos, particularmente de las notas que aparecieron en La Prensa”, asegura Solís.
Estas notas fueron clave para entender no sólo el crimen por el cual fue condenado Wama, sino también su transformación letal”, destaca el escritor en entrevista con Excélsior.
Todo comenzó el 10 de julio de 1961 cuando Antonio Chi Fui fue asesinado en su departamento en la calle Real de Romita, en la colonia Roma de la Ciudad de México. El principal inculpado por el homicidio fue Jorge Hernández Castillo, un pandillero de la zona.
Alberto Solís recapitula: “Su paso por los reformatorios, cuando era menor de edad (el de San Fernando y el de Narvarte), su primera caída a Lecumberri por robo a los 18, la accidental muerte de su hermano Julio, la confesión firmada bajo circunstancias de tortura extrema sobre el asesinato de Antonio Chi Fui, que derivó en una condena de 30 años para el Wama y su pensamiento lapidario: ‘Tengo 20 años, saldré a los 50, ¿ya para qué?’, marcaron el paso de su verdadero descenso
al abismo”.
La adicción del Wama a la heroína durante 16 años lo llevó a convertirse en un “pagador”, comprando los delitos de otros presos, explica Solís. “Las condenas acumuladas que llegaron a sumar 99 años con 8 meses y la idea de ya no poder salir lo mantuvieron atrapado en un ciclo de desesperanza generalizada, donde fue perdiendo cualquier gramo de humanidad, en medio de tanta podredumbre”, asegura Solís.
En el libro destaqué las fugas, anécdotas y lo que la prensa y sus grandes reporteros, en especial David García Salinas, venían informando sobre lo que ocurría dentro del penal”, comenta.
Personajes que, más allá de su interacción con el Wama, aportaron al libro un contexto –como Goyo Cárdenas y los escritores José Revueltas y José Agustín– ofrecen al lector una radiografía de aquel momento en Lecumberri.Fue en las Islas Marías donde el Wama encontró un equilibrio, pero la idea de libertad fue siempre algo inalcanzable. Más tarde, volví a verlo en la Casa de Medio Camino, en el Reclusorio Sur, adonde lo llevaron en 2015. Fue en esa visita, unos meses antes de su muerte, cuando acordamos que yo escribiría su historia”, finaliza Solís, quien afina los detalles para la próxima publicación del volumen II de este libro.
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