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Expresiones

Damián Ortega; la escultura como evento

Cumple tres lustros de itinerar la obra Cosmic Things, que actualmente se exhibe en el museo Guggenheim de Bilbao

Sonia Ávila | 04-01-2018
Cosmic Things fue producida originalmente para el Instituto de Arte Contemporáneo de Filadelfia en 2002.

CIUDAD DE MÉXICO.

Damián Ortega (Ciudad de México, 1967) piensa la escultura no como un objeto estático, sino como un evento. Algo que adquiere energía propia y sucede en un largo presente. “Un mundo atómico activo”, señala el artista. Así se entiende que la instalación Cosmic Things (Cosa cósmica), una de las obras más representativas de su producción, se mantenga en el circuito expositivo a nivel mundial después de 15 años de su creación. “Las cosas no son, están siendo, y son parte de lecturas inesperadas”, advierte Ortega.

La pieza –un auto Volkswagen modelo 1989 desarmado y suspendido del techo por cables– fue producida originalmente en el Instituto de Arte Contemporáneo de Filadelfia en 2002, y luego en 2003 se llevó a la 50ª Bienal de Venecia, enmarcada en la exhibición Lo cotidiano alterado, curada por Gabriel Orozco. Ahora la instalación celebra su “larga vida” en el Museo Guggenheim de Bilbao, en la colectiva El arte y el espacio, integrada por más de un centenar de trabajos de artistas internacionales en una relectura de la historia de la abstracción en las últimas seis décadas.

“Sigue teniendo el elemento que me interesaba al inicio que era este espacio de dignidad o trabajo de descubrimiento de todo el sistema operativo de un objeto cotidiano, mostrarlo y entenderlo como un gran sistema político, o un sistema ideológico, y reconociendo los fragmentos como esenciales. Entonces sí creo que se ha vuelto casi un clásico con una larga vida”, comenta en entrevista.

Con esta pieza, Ortega cuestiona la relación entre un objeto y el espacio fijo en el que se coloca para poner en duda nuestra percepción. En Bilbao, la instalación responde al concepto de la atomización, la expansión de la materia, lo intersticial y lo mínimo del entorno. Se reflexiona entonces que los objetos son sólidos sólo en apariencia, pues están compuestos por innumerables partículas indivisibles o átomos, separados entre sí por el vacío.

“Me gusta la idea de que una escultura no es sólo un objeto, sino un evento, las cosas están siendo, las cosas tiene una vida interior un mundo molecular atómico que está en activo, se está desplazando y genera energía y tensión y, por otro lado, los objetos tienen esta carga política, esta parte de lecturas inesperadas por cualquier persona que se acerca. Entonces es interesante ver cómo no es un evento permanente, sino que está siendo en continuo”.

Cosmic Things deconstruye no sólo un auto popular, sino la propia percepción de la cotidianidad de un objeto, y exhibe todas las piezas de su interior como si se tratara de una autopsia. Ortega explica que la deconstrucción de objetos, una práctica recurrente en la década de los 90, sirve para alterar sus funciones, y otorgarles una nueva experiencia a partir de un significado estético.

La instalación es parte de The Beetle Trilogy, que inició con Cosmic Thing (2002), luego presentó el performance Moby Dick (2004), para concluir con el video Escarabajo (2005). En estas obras, el artista aborda la relación entre el hombre y la máquina.

“Es interesante esta obra porque creo que sigue funcionando por una cuestión de curiosidad que atrae a gente que no está involucrada en el arte, y eso significa que puede incluir a cualquiera que se acerque a verla. Con el tiempo será más distante la parte anecdótica sobre su origen, que fue Volkswagen, cómo fueron sus últimos días y empezó a ser un objeto obsoleto”, refiere de la pieza que se ha expuesto en Hangar Bicocca, en Milán, y en Malmö Konsthall, en Suecia,

Aquí es donde la instalación –que pertenece a la colección del Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles– encaja en el guión curatorial del Guggenheim de Bilbao. La muestra parte de una colaboración en 1969 entre el escultor vasco Eduardo Chillida y el filósofo alemán Martín Heidegger, que dio como resultado la edición del libro El arte y el espacio, y así en el trayecto se contemplan distintas maneras en que la obra de arte “se adueña del espacio” y el espacio “atraviesa la obra de arte”. Lo mismo explora la correlación entre espacios y volúmenes, y las conexiones que se establecen entre las obras y las fuerzas que las estructuran, como gravedad, luminosidad o equilibrio.

El trayecto inicia con pioneros del arte contemporáneo como Fontana, Oteiza y Naum Gabo donde ser refiere a la renovación del lenguaje de la abstracción que se produciría entre mediados y finales de los años 60. Destaca la obra de Eva Hesse y de la brasileña Anna María Maiolino, quienes entablan diálogo con Gordon Matta-Clark y Lawrence Weiner. Y así se discute lo mismo el vacío en sus acepciones filosóficas y materiales, que el viaje como un tránsito matérico en obras de Olafur Eliasson, David Lamelas y Nobuo Sekine.

“El espacio es uno de los puntos más álgidos, más usados  y trabajados en la historia de la escultura. El espacio, el vacío, el volumen son elementos presentes en toda la producción artística y se hablaba mucho de la transición de la escultura tradicional, concebida casi como una estatua, a la escultura que ocupa un espacio donde ya hay una consciencia del material y el espacio.

“Ahí empieza haber la consciencia de los límites de una escultura y se entiende más como todo el espacio que ocupa en una sala de exhibición, en la ciudad, el espacio histórico, el espacio imaginario; así vuelve una extensión que lleva a la reflexión de la instalación contemporánea”, reflexiona Ortega quien juega con la escala de lo material, desde lo molecular hasta lo cósmico, para preguntar por el entorno que ocupa el objeto.

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