¿Por qué los debates de "20 progres vs. 1 conservador" son diseñados para monetizar el odio?

La serie de debates "Surrounded" de Jubilee enfrenta a figuras públicas con grupos ideológicos opuestos en duelos virales; la polémica y el odio generan millones de vistas y jugosas ganancias para la compañía.

thumb
Escena de un debate de Jubilee, en donde se enfrentan progresistas y fascistas en un debate. (Diseño: Bernardo Morato)

Si han visto la última temporada de South Park, hay una escena en donde Clyde Donovan —y también Eric Cartman, emulando al activista conservador Charlie Kirk— se vuelve un podcaster ultraderechista y 'se enfrenta' a varios estudiantes "progres" —o en este caso, 'wokes'— con discursos sobre lo que deben hacer con el cuerpo de las mujeres y aparece un narrador diciendo "Ostro estudiante woke destrozado".

Bueno, digamos que es un fenómeno reciente... hace unas semanas, un clip de YouTube titulado "Un Progresista vs. 20 Conservadores de Extrema Derecha" se hizo viral en las redes sociales. En él, el periodista británico-estadounidense Mehdi Hasan debate acaloradamente con Connor, un hombre de mirada desorbitada que se declara abiertamente fascista.

Hasan le pregunta si cree en la democracia. La respuesta es tajante: Connor prefiere la autocracia, idolatra a Francisco Franco y opina que la libertad de expresión debería abolirse tras instaurar un etnoestado nacionalista católico.

"Francamente, no me importa que me llamen nazi", dice Connor sin reparo.

Hasan, normalmente implacable en sus debates, lo mira incrédulo y finalmente corta: "No debato con fascistas". El problema es que está en una sala llena de ellos, cada uno esperando su oportunidad de volverse viral.

Este video forma parte de una serie de YouTube llamada "Surrounded" ("Rodeados"), un programa de debates creado por Jubilee Media. La premisa es sencilla: una sala de personas ideológicamente afines se turna para debatir con una figura pública sobre un tema polémico.

Ahí está Candace Owens, la comentarista conservadora, enfrentándose al feminismo en "un conservador contra 20 feministas"; el psicólogo devenido gurú cultural Jordan Peterson discutiendo con un grupo de ateos en "Jordan Peterson contra 20 ateos"; o Sam Seder en "20 partidarios de Trump se enfrentan a un progresista", e incluso "20 manifestantes pro-Graza contra un Palestino"

Los debates se dividen en cuatro rondas de veinte minutos, cada una centrada en una afirmación provocadora lanzada por el anfitrión, como "Donald Trump es racista", "Ninguna carrera les dará a las mujeres tanta alegría y satisfacción como criar hijos" o "La universidad es una estafa".

Para refutarla, los integrantes del grupo compiten por la única silla disponible en el centro de la sala, al estilo de un juego de sillas musicales: quien llega primero gana el turno para hablar hasta que termina la ronda, o hasta que la mayoría de su propio bando lo expulsa al alzar sus banderas rojas.

Una competencia relámpago en lugar de diálogo

El resultado de este formato es un espectáculo tan vertiginoso como desconcertante. Los participantes que mejor se desempeñan suelen ser aquellos familiarizados con las tácticas del debate competitivo: disparan estadísticas y contraargumentos con la velocidad de un campeón de oratoria.

Con apenas unos minutos por ronda, la estrategia consiste en desmontar el planteo del oponente de la forma más veloz y tajante posible, tratando el intercambio más como un combate por dominación que como un camino hacia la verdad o la comprensión. La meta no es educar ni escuchar, sino aplastar al rival con un alegato tan contundente que el asunto quede zanjado de una vez por todas.

No sorprende que las figuras públicas invitadas a "Surrounded" suelan imponerse con facilidad. Ben Shapiro, Pete Buttigieg, Michael Knowles, Alex O’Connor... todos ellos son debatientes profesionales capaces de derrotar dialécticamente a casi cualquier espontáneo, sea cual sea el tema.

En el primer episodio de la serie —publicado en septiembre de 2024 y hoy con más de treinta millones de vistas— el activista derechista Charlie Kirk defendió la ilegalidad del aborto frente a un elenco rotatorio de "estudiantes universitarios liberales", algunos de los cuales no ocultaban su repulsión hacia la postura de Kirk.

"Espero que tu hija viva muy feliz y se aleje de ti", le espeta una estudiante al expirar el tiempo de la ronda.

En otro episodio, protagonizado por el streamer progresista Destiny, una mujer con gorra de "Make America Great Again" intenta retomar el hilo de una discusión ya descarrilada. "Es casi como si me estuvieras atacando por ser mujer", se queja, totalmente fuera de contexto. Kirk y Destiny saborean este tipo de reacción visceral: en cuanto sus contrincantes apelan a algo distinto del frío razonamiento, ya han cedido la discusión. Es un jaque mate en la práctica.

Influencers entre la audiencia

El espectáculo resulta más equilibrado —y más tolerable— cuando ambos bandos comprenden las reglas del juego. Para lograrlo, Jubilee suele incluir entre el público a jóvenes creadores de contenido con talento para el debate, que aprovechan la plataforma del canal para ganar visibilidad.

En muchos de los debates de liberales contra conservadores aparecen jóvenes como los tiktokers Dean Withers y Naima Troutt, camuflados entre los participantes "normales" y listos para destrozar los argumentos contrarios. Dean Withers, con más de cuatro millones de seguidores en TikTok, se volvió tan popular que The New York Times lo perfiló como un posible "susurrador de demócratas" para la Gen Z.

Troutt, también muy seguida en TikTok, ha protagonizado varios de los momentos más virales de "Surrounded": fue ella quien calificó de "espeluznante" la sonrisa de Kirk, y quien acorraló a Owens en una contradicción sobre si las mujeres deben trabajar fuera del hogar.

En el bando conservador, el mismo Connor —el fanático del video de Hasan— administra una cuenta de memes de ultraderecha bajo el seudónimo "Pinesap", y está afiliado al streamer supremacista blanco Nick Fuentes.

Polarización, viralidad y odio rentable

¿Qué pretende Jubilee al amplificar visiones extremas y convertir el debate político en deporte de choque? Según su sitio web oficial, la compañía afirma que su contenido fomenta la "conexión humana" a través de la "incomodidad y el conflicto".

"No creo que sea bueno para la sociedad negar la oportunidad de dialogar", defendió John Regalado, exdirector creativo de Jubilee, en The Atlantic a principios de este año.

En ese mismo artículo, el fundador Jason Y. Lee sostenía que "la autenticidad es lo que los jóvenes buscan desesperadamente", mientras Regalado aseguraba que Internet está "actualizando nuestra tolerancia al desacuerdo".

Jubilee no es el único que capitaliza esta sed de debate y discordia. Shapiro y Kirk llevan años generando audiencia enfrentando a universitarios progresistas. Del otro lado, streamers de izquierda como Destiny o Hasan Piker debaten con provocadores como Fuentes o Andrew Tate, exponiendo ante millones lo extremas que son sus ideologías. Difícilmente de esos choques puede emerger una conexión humana real —y quizá nunca fue ese el propósito.

En muchos sentidos, "Surrounded" materializa en la vida real las peleas incendiarias típicas de las redes sociales: discusiones encarnizadas convertidas en espectáculo presencial. Jubilee parece menos interesado en el diálogo constructivo que en dramatizar los enfrentamientos más tóxicos de Internet para traducirlos en contenido viral.

Esa estrategia, por polémica que sea, ha resultado lucrativa. Jubilee —que relanzó su canal en 2017 con la misión idealista de tender puentes en la era Trump— encontró en la confrontación su gallina de los huevos de oro. Sus videos acumulan decenas de millones de reproducciones, lo que se traduce en ingresos publicitarios y patrocinadores interesados en esa audiencia masiva.

En 2024, por ejemplo, su debate con Ben Shapiro fue el quinto video más visto de la elección presidencial en YouTube. Y Dean Withers, apodado "el adolescente woke" tras enfrentarse a 20 conservadores, alcanzó tal notoriedad que fue invitado a la Casa Blanca luego de su aclamada intervención. Jubilee ha perfeccionado así un modelo de negocio que convierte la indignación en entretenimiento viral y ganancias.

¿Qué consecuencias trae esto?

La participación de Mehdi Hasan ejemplifica tanto el atractivo como los peligros de esta fórmula. Hacia el final de su debate, un participante fingió empatía con Hasan al notar su agotamiento —"Veo en tus ojos cierto agotamiento por estar aquí... Aquí es donde entra mi empatía"— solo para espetarle acto seguido: "Tú no eres estadounidense".

Poco después, otro joven invocó la teoría del "gran reemplazo" y le advirtió que lo enviarían "a la tierra prometida". Ante tales provocaciones, a Hasan no le quedó más opción que contraatacar con fiereza, abandonando cualquier intento de cordialidad. El intercambio se había degradado hasta parecer una emboscada salida de lo peor de Internet. Nadie salió de allí con las manos limpias, y nadie salió realmente vencedor.

A fin de cuentas, la única ganadora fue Jubilee. Cada enfrentamiento polémico que orquesta refuerza su presencia en la cultura digital y, por supuesto, engrosa sus arcas mediante la economía de la atención. En un ecosistema donde la indignación y el odio generan más clics que la empatía, estos debates virales se perfilan como un negocio tan rentable como inquietante.