Peugeot 308 GT 2020, un lobo con piel de oveja

La máxima expresión de la deportividad francesa llega en un envase de hatchback, sólo para conocedores

Fotos: Salomón Ramírez / Producción: Liz Durán

CIUDAD DE MÉXICO.

La fórmula es simple, pero, como toda receta francesa, para poder ejecutarla hay que tener el toque, estilo y sazón, pues si se carece de alguno de estos elementos es fácil aca­bar haciendo algo que no esté a la altura del legado de una de las culturas automotrices de mayor tradición en la in­dustria automotriz.

Peugeot, muy conscien­te del riesgo, pero también muy segura de sus capacida­des, encargó a Peugeot Sport, su división de autos de carre­ras, un auténtico GTI, aun­que éste no llegará a nuestro país con estas siglas pues, por derechos de autor, pertene­cen a Volkswagen. Sin em­bargo, basta con manejarlo para reconocer que merece el apellido más deseado en la industria de los hatchbacks, pues el talento de la división Peugeot Sport se encargó de poner a punto toda una deli­cia de auto.

 

 

La prolongada cuarentena retrasó la publicación de una de nuestras últimas pruebas de manejo, previas al encie­rro, la cual realizamos en el autódromo de Amozoc. Ahí, pudimos poner bajo la lupa las capacidades y el talento de un auto equilibrado y de tacto refinado, que se sabe plantar en la pista, el único lugar en el que verdaderamente es posi­ble desnudar a un deportivo de este nivel; cómo extraña­mos esos días en los que bas­taba con la voluntad para ir a retar un auto que nació para correr sin la necesidad de desplegar todo un protocolo de seguridad y desinfección, hoy en día indispensable para poner un pie en la calle.

Lo primero que llamará la atención de este 308 es su look, uno muy sobrio, aleja­do de todo el escándalo que suele acompañar a otros ve­hículos del segmento (como el Type R), esto para Peugeot sale sobrando, ellos prefieren hablar en la pista que gritar en la calle. Un par de acen­tos rojos, rines de aluminio de 19 pulgadas en color carbo­no, calipers de freno delante­ros rojos con cuatro pistones y discos de 380 mm, entradas de aire exclusivas para esta versión, doble salida de esca­pe y tan tan, salvo los emble­mas GT no hay más, para ellos no era necesario.

 

 

Al abrir la puerta la cosa cambia, si bien no hay cro­mo ni llamativas luces que cambien la actitud sóbria del auto, sí es más intenso y hue­le a otra cosa, se siente como coche caro, bien acabado, bien armado y con buenos materiales. El diseño de los asientos, volante especial­mente diseñado para mejorar la sujeción, palanca de veloci­dades (manual de seis cam­bios) y pedales son lo que se espera de un hothatch y se hacen acompañar por super­ficies digitales que se pueden configurar para brindarte la información que tú creas ne­cesaria, gracias al i-cockpit y a la pantalla táctil de 9.7 pulga­das ubicada en el tablero.

MANOS A LA OBRA

Pero la verdadera magia co­mienza cuando pisamos el freno y tocamos el botón de encendido. En este momen­to entra en acción la joya de la corona, el corazón de esta fórmula, el motor.

 

 

Para poner 270 caballos de fuerza bajo el pie derecho del conductor, Peugeot decidió colocar bajo el cofre un pe­queño bloque que, gracias al soplido de su turbocargador, es capaz de extraer de cuatro cilindros un empuje inusual para este tamaño de motor, suficiente para hacerle frente a cualquier desafío.

Aunque la verdadera ma­gia de este auto aparece en cuanto la caja manual de seis velocidades sale a buscar el cambio adecuado para ex­plotar 250 libras-pie de tor­que que, como en todo buen europeo, llegan temprano y puntuales desde las 1,900 rpm, con esta cifra el empu­je es contundente y suficiente para hacerte sentir en un de­portivo de cepa. Hasta ahí pa­rece que las calificaciones son buenas, sin embargo cuando de verdad mejoran es cuan­do se pone a prueba el ritmo y destreza de este auto. La fir­ma preparó una serie de ejer­cicios para sacar el cobre de su obra de arte.

 

 

En el slalom la transferen­cia de pesos fue mínima, es realmente difícil sacar de ba­lance a este 308; cuando lle­gó la hora de frenar, el sistema con disco ventilados y ranu­rados demostraron sus ca­pacidades superiores, nunca perdieron efectividad ni mos­traron fatiga y nos detuvieron al auto al mismo nivel de su aceleración, durante la larga jornada, aunque la joya de la corona salió a relucir cuando echaron agua sobre una cur­va y nos retaron a sacar de balance al hijo predilecto de Peugeot Sport.

Suena a locura, pero con las condiciones ideales para poner a prueba qué tanto las asistencias electrónicas de este 308 lo mantenían bajo control, pisamos el acelera­dor, y con la velocidad que pudimos alcanzar en poco más de 20 metros, sobre el as­falto mojado, giramos el vo­lante hacia la izquierda para entrar a la curva, esperando el subviraje, el cual nunca lle­gó. ¡Guau, guau¡ el diferencial autoblocante de deslizamien­to de tipo Torsen nos mantuvo como si fuéramos sobre rie­les para trazar una trayectoria perfecta, haciéndonos sentir que traíamos puestas las ma­nos de Marcus Grönholm.

 

 

El 308 GT es un auto con todo lo necesario para sor­prenderte, cargado de tec­nología y buenos acabados al que nada le sobra, pues no recurre a la fórmula barata de colgarse lucecitas para llamar la atención. Se sabe plantar con aplomo sobre el asfalto y pone en alto una fórmula que, si te gusta el manejo deporti­vo, podrás disfrutar, sin aten­tar en contra del confort.

La mala noticia es que de cuando lo presentaron a la fecha, el auto ha subido de precio y la firma, a la que por cierto le esta yendo muy bien gracias a la solidez de su por­tafolio de productos, no tenía planeado traer muchas unida­des por lo que, de un momen­to a otro, es un producto que se puede terminar.

 

 

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