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Zaldívar, ministro presidente

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

“El presidente de la Corte no es la cabeza del Poder Judicial de la Federación (...)  solamente es su representante (...) de tal suerte que todas aquellas decisiones importantes que habremos de tomar de política pública en esta coyuntura —por demás delicada— las tomaremos en consenso...”, con esa claridad, con esta sentencia de apertura inició la gestión del nuevo ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea.

Siete de once votos reconocieron la trayectoria de uno de los abogados que mejor entienden las directrices legales. Aquí lo escribí hace unas semanas, previo a la votación realizada ayer a mediodía: “Participó en la redacción del proyecto de Ley de Amparo (...) ha generado discusiones urgentes, incómodas, pero necesarias, que mucho han abogado para el entendimiento de nuestras leyes, así como de la ejecución de éstas. Por ejemplo, el proyecto que permitió la liberación de Florence Cassez obligó a reflexionar más allá de las responsabilidades de un delito, nos llevó a analizar la necesidad del rigor en el armado de los expedientes que —eterno lastre mexicano— desde su origen han permitido la evasión de la justicia (...) Lo mismo provocó con su proyecto sobre la investigación en el caso del incendio de la guardería ABC (...) Hace tres años, de igual forma, propuso la acción de inconstitucionalidad de los artículos 332 y 334 del Código Penal Federal, en los que se criminaliza a la mujer cuando ésta decide sobre su cuerpo...”. De igual forma, el ministro presidente ha impulsado proyectos a favor del libre desarrollo de la personalidad, que abrió las puertas para hacer del uso lúdico de la mariguana una posibilidad.

Un personaje de corte liberal, cuya apertura permite el ejercicio del diálogo y la discusión sin restricciones, pero capaz de garantizar la independencia que le otorga la Constitución: “La independencia judicial no es una entelequia, es un presupuesto indispensable para que haya un Estado constitucional de derecho (...) Iniciaremos un diálogo constructivo y fructífero con los otros Poderes. Independencia no es aislamiento, independencia no es intolerancia, independencia no es romper el diálogo; dialogaremos siempre, partiendo del supuesto de la defensa de nuestra independencia...”, expresó en su toma de protesta.

Zaldívar es la figura necesaria en tiempos convulsos que necesitan certidumbre y distensión. Desde hace nueve años ha sido ministro, pero desde ayer es la cabeza de éste, el último eslabón de la cadena de impartición de justicia en nuestro país; y esto también lo hace la primera y muy importante pieza para una proyección más nítida de la imagen que el Poder Judicial ofrece a los ciudadanos. Y quién mejor para ello, que alguien capaz de correr riesgos y asumir costos que permitan el cambio de ruta en la comunicación y el ejercicio judicial. Su trayectoria de 35 años como abogado, nueve de ellos como ministro, ha demostrado el alcance de su visión de las leyes, sus capacidades como tomador de decisiones y como defensor de causas explicadas con precisión casi quirúrgica. Sobre todo, Zaldívar es de los pocos que entienden y actúan en favor del Estado de derecho. El Poder Judicial no pudo quedar en mejores manos: “Los méritos no serán del presidente de la Corte, los méritos serán de todos”, apuntó ayer. Me permito agregar que, en realidad, los méritos que a partir de ya salgan de la Corte, serán en beneficio de todos, pues es un país entero el que está bajo un conjunto de leyes que, sobre todo, necesitan ser siempre interpretadas por quien las entienda y garantice su correcto desglose a fin de que cumplan los objetivos para los que fueron redactadas. Y lo reconocen tirios y troyanos: Arturo Zaldívar es uno de los mejores juristas con que cuenta nuestra República; nadie más apropiado que él para cuidarla y entender las transformaciones que sí necesita.

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