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El futuro canciller

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

“En México, nuestra ley dice que no es posible o muy complicado, que tengas una visa de trabajo si la tramitas desde Guatemala, El Salvador o Honduras y desde otros países. Pero, ¿qué está pasando ahora? Tenemos a 100 mil personas cruzando nuestra frontera. Nuestra ley no tiene sentido. Tenemos que cambiar este tipo de leyes. No puedes modificar la realidad sólo porque quieres. Podemos modificar la realidad si sabemos cómo y tomamos las decisiones correctas, que nos llevan a donde queremos...”, lo dijo así Marcelo Ebrard hace unas semanas en Canadá, cuando asistió al Consejo de Relaciones Exteriores de Montreal.

Lo expresado debería ser leído y escuchado en Washington, D.C. Apenas el fin de semana se agudizó la crisis migrante. Cientos de centroamericanos se enfrentaron con elementos de la policía de nuestro país, pero también, a distancia —con la línea fronteriza de separación—, con agentes de Estados Unidos. No habíamos visto nada igual: armas no letales disparadas desde territorio extranjero. Frenar a migrantes a costa de todo. Además, las amenazas de Donald Trump que se materializan de manera parcial: anuncia posible cierre de su frontera sur al tiempo en que la garita en San Ysidro se paraliza por más de seis horas.

Hace llamados a los legisladores, les insiste en lo urgente del presupuesto para el muro. Se adelanta y asegura que México será el destino para quienes pidan asilo mientras se resuelve su proceso. Trump lanza lo mismo tuits provocadores que gases lacrimógenos. Ya lo vimos. Se aprovecha del momento: hoy, el gobierno federal mexicano está empacando, vaciando oficinas y preparándose para la entrega de despachos.

Ya lo dijo el alcalde de Tijuana: no hay, al momento, nadie en el gobierno de Enrique Peña Nieto que dé acuse de recibo a su solicitud de recursos para atender a los migrantes que han llegado y que seguirán arribando. Acaso, él lo aseguró, se ha acercado sólo el equipo de transición para preparar el terreno para las maniobras que habrán de ejecutar a partir del inicio del sexenio y que matice, resuelva, lo que hoy sucede en la frontera. 

“¿Qué sucede con la leyes cuando éstas ya no funcionan? (...) Tenemos que modificar leyes que ya ni tienen ningún sentido, porque eso le quita fuerza y confianza a nuestro sistema judicial...”, explicó en su visita a Montreal. Es decir, México y sus leyes —migratorias para este caso— deberán reformarse para hacer de este, un país con la capacidad de ofrecer alternativas de desarrollo a quienes hoy optan por la migración. Y esto no sólo sería en beneficio de nuestros connacionales, también para quienes llegan de otros países.

“La mejor política exterior comienza con una buena política interna…”, reza una frase clásica y tan cierta. No hay político en el mundo que pueda refutarlo.  También esto reiteró en Canadá el próximo secretario de Relaciones Exteriores, quien sabe que iniciará el sexenio con una papa hirviente entre las manos: “Estamos dándole seguimiento muy puntual a lo que está ocurriendo, desde luego nos preocupa. La posición nuestra, como ustedes saben, es que la solución al problema de la migración va estar en las iniciativas de desarrollo, en eso estamos trabajando...”, aseguró el domingo tras salir de una reunión en la Casa de Transición, justo después del enfrentamiento fronterizo.

Durante las últimas semanas, Ebrard se ha ocupado en preparar su terreno. Lejos de la grilla que ha marcado esta etapa, tan histórica como de claroscuros, se ha dedicado a pulir el mensaje que México quiere dar al extranjero a partir de este sábado. Parece tener clara la ruta: “La corrupción en nuestro país es la mayor dificultad en nuestra vida política e institucional. En seis años espero decirles que lo hemos resuelto. ¿Es posible? Sí ¿Será fácil? No, pero tenemos el mandato de la gente para hacerlo. Si no podemos tener un sistema judicial fuerte y respeto a las leyes, será muy difícil darle prosperidad al país...”.  Al parecer la diplomacia nacional se alista para dar un giro en las formas en que México construye su imagen frente al mundo. Ebrard, ni quien lo dude, es un hombre preparadísimo y quien, además, se ha dedicado en los últimos años a estudiar todo lo que, inesperadamente, se ha ido transformando en el orden global.

A entender lo que a simple vista parece incomprensible, a entender cuáles son hoy los motores que están moviendo al mundo, a los gobiernos, a los mercados y, sobre todo, a los pueblos, a la gente, que pareciera hoy descontenta a lo largo y ancho del globo, respecto a casi absolutamente todo.

El que un día fue nombrado “el mejor alcalde del mundo” probablemente no descansará hasta ser también uno de los mejores cancilleres del mismo.

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