Poking the bear
El Presidente le jala los bigotes al tigre. “¿Cómo se caen, se derrumban, los gobiernos autoritarios?”, reflexionaba el titular del Ejecutivo en septiembre de 2020 al tratar de minimizar una protesta de los grupos feministas. “Pues con la gente, con las grandes ...
El Presidente le jala los bigotes al tigre. “¿Cómo se caen, se derrumban, los gobiernos autoritarios?”, reflexionaba el titular del Ejecutivo —en septiembre de 2020— al tratar de minimizar una protesta de los grupos feministas. “Pues con la gente, con las grandes movilizaciones”, prosiguió, confiado. “Sale el pueblo a la calle: cientos; miles, millones. En mi caso, a la primera manifestación de cien mil…”.
“Una concurrencia aproximada de 90 mil personas”, se apresuró a declarar el Gobierno de la CDMX en relación a la Marcha por la democracia realizada el día de ayer, misma que desbordó no sólo la plancha del Zócalo sino sus calles aledañas, así como las plazas principales de las ciudades más importantes del país y tuvo presencia en el extranjero. La concentración del domingo no fue la primera en su contra, aunque tal vez haya sido la más numerosa: el descontento es real, y rebasa a las redes sociales; la decepción es infinita, e incluye a un gran porcentaje de quienes en 2018 no votaron por él o sus ideas específicas, sino por la izquierda y —sobre todo— en contra del sistema imperante.
Una izquierda que, en nuestro país, parecería reducirse a un solo hombre. Una “izquierda” en la que los leales fueron preferidos sobre los capaces, y los incondicionales al Presidente han sido desplazados por los políticos de siempre, a quienes ahora se cubre la cuota por sus traiciones a otros partidos. La izquierda verdadera, sin embargo, se resiste a renunciar al progresismo por la idolatría, y a las convicciones por el pragmatismo electoral del lobo con piel de cordero: la misma que apoyó a Cuauhtémoc Cárdenas, y que sigue sin poder confiar en quien le tiró el sistema. La que —en su momento— construyó la democracia, y que decidió confiar en las encuestas del Presidente para elegir a quien habría de sucederlo: la misma izquierda que se manifestó ayer, mezclada entre los opositores, para expresar su repudio al autoritarismo por el que votaron hace cinco años.
El Presidente le jala los bigotes al tigre: the president —besides— is poking the bear. El mandatario concedió una entrevista en la que abre su juego por completo: el mensajero es el mensaje, y el titular del Ejecutivo sabía a la perfección el foco que su difusión restaría a los problemas de gobernabilidad que está enfrentando. El insulto a la prensa nacional, y el desafío abierto a EU; el mensaje de adhesión incondicional, al anunciarse al tiempo que se daba a conocer la muerte del principal opositor al régimen de quien pagó por la entrevista.
La mente del Presidente recorre caminos tortuosos. La entrevista, quizá, fue el desafío con el que pretendía responder a la filtración sobre las investigaciones, no desmentidas, que se dieron a conocer hace unos días: investigaciones cuya declaración, como cerradas, no significa que no haya otras abiertas. Otras varias, tal vez. The president is poking the bear: el Presidente ha interferido —y sigue interfiriendo— en la elección norteamericana, lo cual podría acarrearle consecuencias en términos de la #EO13848; el mandatario ha abierto las puertas a la migración centroamericana, y sus políticas públicas han dado lugar al problema político de mayor relevancia en Estados Unidos, cuyas repercusiones podrían cerrarnos la frontera muy pronto. El Presidente ha sido —al menos— esquivo en su relación con el crimen organizado, y a las investigaciones del pasado ahora se suman las acusaciones del presente: la crisis del fentanilo es el mayor problema de salud para nuestros vecinos, y muy pronto habrá de buscarse un chivo expiatorio para todos los problemas. El candidato, por cierto, parece estar en campaña.
El sexenio termina, y el poder se extingue. Los problemas se acumulan, los errores asoman a la superficie. La confianza se pierde, los acuerdos se acaban, las facturas se cobran. ¿Alguien sabe —por casualidad— cómo se caen, se derrumban, los gobiernos autoritarios?
