Improvisto

Silvano Espíndola

Silvano Espíndola

Ornitorrinco

A punto de iniciar un nuevo año, tenemos la mira puesta en lo que vendrá y lo que quisiéramos conseguir. Esto es parecido a decir que esperamos que el próximo año nos traiga progreso, concepto asociado al de evolución. Esta palabra: “evolución”, deriva del latín evolutio que significa “desenvolver”. La idea es bella, porque de algún modo implica que existe un potencial en nosotros, el cual sólo requerimos encontrar la manera de desplegarlo (desdoblarlo). Sin embargo, dicho progreso puede ser difícil de medir, dependiendo de las evidencias que se elijan para tal propósito.

Si se considera la medida clásica de progreso nacional, el PIB de México, por ejemplo, se verá que el crecimiento de éste ha venido disminuyendo durante los últimos años: 3.3% en 2023, 1.2% en 2024, estimándose que para el cierre de 2025 se ubicará entre 0.1% y 0.5%, de los más bajos de la región y del mundo, si se compara con economías similares. Si se prefiere analizar el Índice de Desarrollo Humano, el indicador creado como alternativa al del crecimiento del PIB por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que mide el progreso de un país en salud, educación y nivel de vida digno, siendo mejor contra más se aproxime a 1, se ve que éste ha permanecido estancado en niveles que rondan 0.78 desde 2023, y se prevé que ahí continúe su medición durante 2025.

Afortunadamente, cada vez contamos con indicadores más versátiles para medir nuestra evolución. Este es el caso del Índice de Progreso Social, calculado por la organización sin fines de lucro Social Progress Imperative, el cual mide el desempeño de cada país en tres dimensiones clave: necesidades humanas básicas (nutrición, acceso a agua potable, vivienda y seguridad), bienestar (educación, información, salud y calidad ambiental) y oportunidades (derechos, libertad e inclusión). Desafortunadamente, según las últimas mediciones, hemos retrocedido en la clasificación global, pasando del lugar 66 al 70. Esto mismo ha sucedido en indicadores que miden cuánto contribuye cada país al bien común global en cuanto a ciencia, cultura, paz, salud, prosperidad y medio ambiente, el Good Country Index, en el cual retrocedimos del lugar 68 al 86, y lo mismo se observa en el indicador de generosidad, World Giving Index, en el cual pasamos del lugar 99 al 104, de entre los países más solidarios.

Sorpresivamente, hay un indicador global en el que hemos progresado, y aquí viene lo asombroso, se trata del World Happiness Index, el cual, utilizando el diseño del psicólogo estadounidense, Hadley Cantril, mide el nivel de bienestar subjetivo a partir de la opinión pública recogida con una encuesta en la que a cada persona se le plantea lo siguiente: “imagina una escalera de 10 peldaños, siendo cero la peor vida posible y 10 la mejor. ¿En qué peldaño dirías que estás actualmente?”. Sobre la base de estas respuestas, el índice después integra estadísticas de seis variables: PIB per cápita, esperanza de vida saludable, libertad para tomar decisiones de vida, percepción de corrupción, apoyo social y generosidad. En la penúltima medición, México se ubicaba en el lugar 33; en el reporte más reciente, somos el décimo país más feliz del mundo.

¡Feliz 2026!

PRECISIÓN

Actualmente, la gente suele hacer referencia al ciclo sideral, diciendo: “Feliz vuelta al sol”, cuando quiere felicitarnos por año nuevo, por nuestro onomástico (caso de llevar el nombre del santoral del día en que nacimos) o por nuestro cumpleaños. Curiosamente, el ciclo tropical, es decir, el tiempo que transcurre entre dos equinoccios de primavera, se aproximaría más a un año gregoriano que un ciclo astral, por 20 minutos y 24.6 segundos.

 

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