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La tranquilidad del ánimo mexicano

Ricardo Peralta Saucedo

Ricardo Peralta Saucedo

México correcto, no corrupto

De los Tratados morales de Séneca, tan clásicos y vivos, nos muestran lo terso y elegante que puede ser la lectura cuando se escribe con la intención de perdurar y conmover hasta la inmortalidad.

Lucio Anneo Séneca le escribe y confiesa a Sereno en De la tranquilidad del ánimo que dentro de varias virtudes, tiene un gran amor por la templanza, describiéndola así en la cotidianeidad y lo consuetudinario: una cama no adornada ambiciosamente, un vestido no sacado del arca y planchado, menos resplandeciente, sino uno casero y común; además, que gusta de la comida que no hayan tenido que preparar todos los de una casa ni que sea admirada por los invitados ni planeada con días de anticipación, tampoco servida por las manos de muchos, sino la corriente y fácil, que no tenga nada de rebuscada ni de preciosa, que se encuentre por todas partes, que no sea pesada para el patrimonio ni para el cuerpo, una mesa no vistosa por la variedad de colores ni conocida en la ciudad por haber pasado por muchos dueños elegantes, sino la que baste para el uso y no retenga envidias. Peor aún, ejércitos de esclavos resplandecientes, preciosas alfombras, muchedumbre que acompaña a los patrimonios despilfarrados.

Aunque para algunos esto representa algo cercano a la felicidad, para Séneca, estaba lejano, superfluo y banal, hablaba de una República austera, útil a la sociedad y alejada de las malas virtudes, como la traición.

“El que no quiera vivir, sino entre justos, viva en el desierto”, dijo el abogado, filósofo y político, prefirió escuchar a sus maestros y lanzarse a la política, deseó alcanzar los honores, no por andar vestido de púrpura, sino para estar más dispuesto y ser más útil a los amigos, a los parientes, a todos los ciudadanos y a todos los mortales.

El amor a lo correcto y a la edificación de un prestigio ganado, no comprado, es un afán. Citó, que es tan loca la ambición de los hombres y son tantos los calumniadores que retuercen en el peor sentido las cosas rectas, que, el que exhorta a la juventud, el que inculca la virtud en los ánimos y el que detiene a los que se precipitan a las riquezas, está haciendo función publica.

Ante la acechanza de las perversiones y tentaciones del poder y la vida pública, sentenció: “Un hombre de verdad, es el que rodeado de peligros por todas partes y oyendo cerca el estrépito de las armas y de las cadenas, no se quiebra la virtud ni la esconde porque guardarse no es enterrarse, es preferible ser muerto a vivir muerto, el último de los males es salir del número de los vivos antes de morir”.

En el ejercicio de cualquier actividad la mayoría de los hombres no piensa en la tempestad cuando va a embarcarse.

¿Qué riquezas hay que no lleven a sus espaldas la necesidad el hambre y la mendicidad?

¿Qué reino no tiene preparada la ruina, la degradación, el tirano y el verdugo? Ni uno está preparado de lo otro por grandes intervalos, sino que en el espacio de una hora se pasa del trono a estar postrado ante rodillas ajenas.

Todo estado es mudable y lo que ha caído sobre otro a ti también te puede sobrevenir.

Los grandes pensadores y luchadores sociales han coincidido en la desdicha humana de la traición, Séneca con gran dureza dijo: “El peor enemigo es el traidor”. Nuestro héroe nacional el general Emiliano Zapata, también coincidía en tal razonamiento: “Nosotros no podemos conformarnos con el triste resurgimiento de un gobierno cobijado en el negror de los pliegues de una traición”. Sobre esta humana, terrible y real conducta hay que alejar a nuestro México.

Lo grandioso en cualquier ser humano virtuoso es mantener la tranquilidad del ánimo con la idea clara de que la historia ha de escribirse a favor de la verdad y el bien común, nunca traicionando a nada ni a nadie.

“La traición la emplean únicamente aquellos que no han llegado a comprender el gran tesoro que se posee siendo dueño de una conciencia honrada y pura”, Vicente Espinel.

                Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM.

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