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El fracaso de Durazo

Ricardo Alexander Márquez

Ricardo Alexander Márquez

Disonancias

 

Como en cualquier tema gubernamental, la manera en como se cuenta la historia, la narrativa, es fundamental. A diferencia de gobiernos anteriores, la 4T ha sido muy exitosa en su comunicación, haciendo pasar los fracasos como éxitos. Nos hizo pensar que nos habíamos quedado sin gasolina al inicio de 2019 por el combate al huachicoleo y no por la Secretaría de Energía. Nos creímos que no tenía responsabilidad en la tragedia de Tlahuelilpan, donde murieron 136 personas mientras el Ejército estaba presente. Incluso ha logrado que se perciba, en una parte importante de la población, que su gobierno “va muy bien”, mientras la realidad muestra lo contrario.

El tema de la seguridad no es la excepción. A finales de 2018, después de haber vivido seis años desastrosos en la materia, no se vislumbraba que podíamos estar peor. Estábamos equivocados.

Alfonso Durazo Montaño, funcionario público de carrera, tomó las riendas de la seguridad pública —civil— federal desde el 1º de diciembre de 2018, después de que se creara la Secretaría de Seguridad Pública y Protección Ciudadana. Con diagnósticos errados, puso en marcha una estrategia que no tenía ni pies ni cabeza.

En ese momento, todos los expertos alzaron la voz. No sólo no iban a mejorar la situación, sino que, además, la iban a empeorar. Y así fue. Durazo se convirtió en el verdugo de cualquier aspiración de que la seguridad pública nacional permaneciera en manos de civiles. Por darle gusto a su jefe, destruyó todo para no construir nada.

Al principio de su gestión, Alfonso Durazo dijo que iba a tener resultados en seis meses. Después, que se lograrían “niveles razonables de tranquilidad en tres años”. Hoy, la violencia no se ha reducido, sino aumentado. Su único resultado tangible fue materializar el desmantelamiento de la Policía Federal —la única institución profesional de seguridad, de carácter civil, que teníamos— para darle paso a una rama del Ejército que se llama Guardia Nacional.

Aunque nos quieran vender un cuento diferente, por donde se vea, su paso por el actual gobierno federal fue un completo fracaso. En cifras oficiales, los homicidios son mayores que cuando empezó el sexenio. El segundo fin de semana de octubre de este año se convirtió en el más violento de la historia moderna de nuestro país, con 273 personas asesinadas. Y mientras nuestras autoridades dicen, desde hace meses, que estamos en un punto de inflexión, vemos que claudican a sus responsabilidades —como en la liberación de Ovidio Guzmán en Culiacán— e ignoran las masacres como la de Bavispe —donde 9 miembros de la familia LeBarón perdieron la vida—.

Tras dos años de arrogancia, el miércoles pasado, cuando hizo pública su renuncia para contender por la gubernatura de Sonora, cínicamente dijo que “se equivoca quien pretende que el problema de la inseguridad se va a resolver de un día para otro”. ¡Él lo dijo! ¡Lo prometió! ¿Ahora nosotros somos los ingenuos?

Mientras nos dice que se están teniendo resultados, todos los días, cerca de 100 mexicanos pierden la vida por la delincuencia organizada.

Resulta kafkiano que Durazo ahora pretenda ser gobernador. Ya dejemos de premiar a los políticos que no dan resultados. Ahí está la responsabilidad de los sonorenses. Quedará en ellos que quieran tener como gobernador a alguien que busca poner sus fracasos como éxitos.

 

*Maestro en Administración Pública por la Universidad de Harvard y profesor en la Universidad Panamericana.

Twitter: @ralexandermp

 

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