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La maldición de la silla

Rafael Álvarez Cordero

Rafael Álvarez Cordero

Viejo, mi querido viejo

El 6 de diciembre de 1914 llegaron los caudillos a Palacio Nacional y en medio de una multitud Francisco Villa se sentó en la silla presidencial, Emiliano Zapata estuvo a su lado, pero no se quiso sentar en esa silla porque dijo que estaba maldita, ya que “el que se sienta en esa silla se vuelve loco”; de hecho, su hermano Eufemio trató de quemarla para acabar con la maldición.

Hoy vemos que, una vez más, la maldición de la silla presidencial revive en lo ocurrido en Bolivia; Evo Morales es un activista que llegó al poder y mejoró la economía, disminuyó la pobreza y poco a poco su país evolucionó favorablemente; entusiasmado, tuvo un segundo periodo constitucional, luego, como ya no podía reelegirse, violó la Constitución y con comicios a modo consiguió un tercer periodo que ya repudiaban los bolivianos; quiso aún más y en su cuarto intento perdió, pero a la Bartlettiana, “se cayó el sistema” y apareció como ganador; la OEA documentó el fraude electoral, pero Evo, aferrado a la silla, no quiso dimitir, hasta que tuvo que hacerlo y huir, lo que dejó a Bolivia sumida en un vacío constitucional; la maldición de la silla se cumplió.

Y si revisamos la historia latinoamericana vemos que en todos los países ha habido quienes se aferran a la silla y hacen hasta lo imposible por eternizarse con trampas, violando las leyes; entran como demócratas y salen como dictadores; a Evo, bueno al principio, le pasó lo que a Castro, Batista, Fujimori, de la Rúa, Chávez, Kuczynski, Aristide, Pérez y demás, todos sufren fatalmente la maldición de la silla presidencial y así les va.

En México, después de Porfirio Díaz, muchos presidentes han intentado seguir en el poder; el mantra “no reelección” no impide que quieran imponer sus leyes, sus caprichos y sus antojos, y ahora vemos que quien ocupa hoy la silla presidencial inició desde su primer día una campaña para cooptar a los poderes Legislativo, Judicial y a la Suprema Corte de Justicia, atacar de mil formas el Inai, el Inegi, el CRE y ahora el INE, estar en contra de los organismos autónomos y los organizaciones de la sociedad civil que denuncian las múltiples violaciones a la Constitución, los delitos y errores garrafales de la administración; más ejemplos: la Ley Bonilla, la execrable elección en la señora Piedra en la CNDH, los insultos incesantes a la prensa y el fomento del odio entre los mexicanos; todo confirma que la silla presidencial está embrujada.

El asilo a Evo Morales es bueno en principio, pero está teñido por las torpes declaraciones respecto a que fue un “golpe de Estado” y el uso de la Doctrina Estrada, —que sirve lo mismo para una barrida que para una fregada—, ya que lo mismo manda una reclamación a España que calla las tropelías de Maduro o defiende los fraudes de Evo; y si además lo nombran Huésped Distinguido, sobran los comentarios.

La realidad no se puede ocultar: Evo fue víctima de su ambición de poder, de su obsesión por eternizarse y de su desprecio por las leyes, la Constitución y el sentido común. No hubo golpe de Estado, Bolivia recibió a la presidenta interina, Jeanine Áñez, quien intenta calmar los ánimos; ofreció que en breve se harán elecciones y comentó algo que merece una reflexión: “Don Evo Morales es un estafador de la democracia, no contaba con que el fraude del 20 de octubre fuera tan público y descarado”, y añadió: “Me dan mucha pena los mexicanos, porque de algo de lo que queremos salir, ellos decidieron entrar; ojalá que México, que los mexicanos no pasen estas situaciones tan desafortunadas que hemos pasado, porque así son los socialistas: utilizan mecanismos democráticos y luego se aferran al poder, después engañan a la gente y cooptan instituciones”; como diría Paquita la del barrio: “¿Me estás oyendo, inútil?”. Todos debemos oír.

Y mientras, el espectro nacional se llena de Evo a todas horas, nadie dice nada de la economía en ceros, de Culiacán, de los LeBarón, de los 90 cadáveres diarios que cubren el territorio nacional, de las policías confrontadas en el aeropuerto, de los padres de familia exigiendo medicinas. Evo es un buen distractor y será útil a la 4T por un tiempo, como quiera que sea, en él ya se cumplió la maldición de la silla presidencial.

 

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