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Trump, la telenovela

Manuel Gómez Granados

Manuel Gómez Granados

No fue sólo el cierre parcial del gobierno de aquel país, tampoco fueron las incoherentes exigencias del todavía presidente Donald Trump respecto de la seguridad en la frontera común con México. Fue una combinación de esos y otros factores, como la manera en que decidió sacar a las tropas de EU de Siria y la casi inmediata reacción del hasta entonces secretario de la Defensa, James Mattis, combinado con los efectos ya palpables del cambio de guardia en la Cámara Baja del Congreso de EU, como resultado del triunfo demócrata de noviembre pasado.

Todo ello ha dado como resultado uno de los momentos más confusos, más complejos y más difíciles de analizar desde que nuestros vecinos se sumieron, en el ya lejano año de 1974, en el sopor casi narcótico deWatergate y todo lo que aquel escándalo trajo. En un contexto así, aunque el cierre del gobierno federal es malo, la realidad es que el efecto combinado de la profunda crisis política que vive EU es todavía peor.

Uno de los elementos más peligrosos, hoy, son las presiones que Trump lanza contra el director del Banco de la Reserva Federal, por haberle contradicho y elevar la tasa de interés. Este hecho es inusitado en la historia del Fed, pues uno de los pilares del modelo de la Reserva es la profunda autonomía de sus funcionarios y el respeto, casi sacramental, que los anteriores presidentes han dispensado a sus decisiones.

La diferencia, desde luego, es que ningún presidente de la historia de EU, ni siquiera Richard M. Nixon, había sido señalado por el tipo de delitos por los que Trump está siendo investigado. No sólo por el fiscal especial en el ámbito federal, Robert Mueller, también por otros fiscales federales, así como por fiscales de algunos estados de la costa este de la Unión Americana. En este mismo sentido, ningún presidente de EU, ni siquiera Nixon, había sentido la urgente necesidad de distraer la atención de la opinión pública nacional de su país e internacional, para tratar de encontrar algún chivo expiatorio para los problemas que él genera a la economía y política de EU. La mejor prueba de qué tan urgido está de distraer fue la súbita visita, el miércoles 26, a un campamento de tropas de EU, en Irak. La visita generó una serie de conflictos al actual gobierno iraquí, pues sirvió para que renacieran viejas exigencias para que las tropas de EU se vayan.

Por lo pronto, queda claro que no hay condiciones que hagan posible pensar en una solución pronta al cierre parcial del gobierno estadunidense. Lo más probable es que seguirá así hasta la primera o segunda semana de enero, cuando quedará claro que la nueva mayoría demócrata en la Cámara Baja no cederá y que ni siquiera en el Senado Trump tiene los votos para aprobar un presupuesto que incluya cinco mil millones de dólares para construir el muro con el que está obsesionado.

Lo que no queda claro es de qué manera tratará Trump de manipular a la opinión pública estadunidense en ese nuevo escenario. La pregunta es relevante por lo que hace al futuro de la democracia en EU y por lo que toca al futuro de la relación México-EU. En este punto es importante destacar que el gobierno de México ha debido ceñir sus respuestas a tres condicionantes.

La primera es que México debe mantener la frontera abierta para garantizar el paso constante, ininterrumpido, de las autopartes que la industria automotriz y otras similares necesitan llevar de un lado a otro de las fronteras de México, Estados Unidos y Canadá sin que haya obstáculos. La segunda, es que México debe mantener también abierta la frontera para garantizar que quienes viven en Tijuana, Mexicali, Juárez, Piedras Negras o Nuevo Laredo, pero trabajan en San Diego, Calexico, El Paso, Eagle Pass o Laredo, respectivamente, puedan hacerlo sin ver interrumpida su vida cotidiana. En tercer lugar, México no puede perder de vista que en EU residen entre 5 y, quizás, hasta 7 millones de mexicanos indocumentados. Actuar de manera irresponsable implicaría generar un infierno para ellos, que López Obrador debe evitar a toda costa.

Habrá que prepararnos para lo que sigue en la política en EU. Hay quienes señalan que será en febrero cuando Robert Mueller despliegue los resultados de su investigación que, más que en un reporte final, se expresará en una serie de órdenes de arresto contra distintos actores de la vida pública de EU, incluido el presidente Trump y sus más cercanos. Es cierto, Mueller no puede arrestar a Trump, pero los fiscales de estados como Nueva York, Pensilvania o Maryland sí pueden hacerlo. Habrá que estar pendientes de lo que sigue.

Feliz 2019.

 

Analista

 

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