Logo de Excélsior                                                        

Tres problemas

Manuel Gómez Granados

Manuel Gómez Granados

México vive un presente marcado por una gran cantidad de incertidumbres. Entre las más notables es posible hablar de la Presidencia de Donald Trump, en Estados Unidos, pues, dado el carácter mercurial e irresponsable de su desempeño, en cualquier momento es posible que ocurran cambios irracionales en su relación con México y ello se agravará en la medida que nos acerquemos a la elección presidencial de noviembre de 2020. Además de ese factor totalmente fuera de nuestro control, están los temas de la violencia que arrasa regiones enteras de México y de la realidad creada por la migración de grandes grupos de personas llegadas de todo el mundo con la intención de pasar a Estados Unidos.

En ambos casos, el gobierno federal le ha apostado a repetir muchos de los mismos procedimientos que se siguieron ya desde que Ernesto Zedillo fue presidente y se creó, con la ayuda de las secretarías de la Defensa Nacional y de la Marina-Armada de México, la Policía Federal Preventiva, que ahora deberá disolverse e integrarse a la Guardia Nacional. Tampoco es posible negar las semejanzas respecto de lo hecho por Felipe Calderón, al incorporar a un mayor número de efectivos de las Fuerzas Armadas a tareas policiacas.

Los resultados de ambas decisiones no son difíciles de identificar. Aunque con Zedillo inició una tendencia a la reducción de la violencia que alcanzó su máximo en el último año de gobierno de Vicente Fox, la realidad es que fue un intervalo breve y débil. Hoy, el país está más militarizado que nunca y, al mismo tiempo, vive una de sus peores olas de violencia. No sólo por la Guardia Nacional, sino también por lo que se nos dice será un aeropuerto cívico-militar en Santa Lucía, Estado de México e, incluso en lo que hace a la distribución de los libros de texto gratuito, que este año serán entregados por la Sedena y Semar, según un patrón parecido al que se sigue cada tres años con la entrega de las boletas electorales.

En lo que hace a la migración, el brevísimo interludio representado por la estancia de Tonatiuh Guillén al frente del Instituto Nacional de la Migración, acabó antes de que pudiera notarse su mano y ahora caminamos por una ruta tan despiadada y dolorosa como las que recorrimos con Calderón y Enrique Peña. Somos, en ese sentido, la imagen viva del refrán que habla del hombre como el único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra.

En el tercero de nuestros grandes problemas nacionales, el de la migración, el peso del primero (Trump) es determinante. Lo es también la legislación vigente en Estados Unidos desde antes de Trump, que ofrece incentivos perversos para que las personas crucen México para entregarse ante las autoridades de Estados Unidos e iniciar así el proceso para solicitar asilo. También lo es el que países como Honduras le apuesten a resolver sus problemas con proyectos descabellados, como las Zonas de Empleo y Desarrollo Económico, que buscan crear en medio de la nada ciudades en un país que padece por pésimos caminos, escasez de agua, corrupción galopante, falta de inversión privada propia y un sistema educativo tan malo que hace ver bien al sistema educativo mexicano.

Pero todos esos problemas, por más graves que sean, no pueden usarse como justificación para tolerar la violación de derechos humanos que es lo que, en última instancia, hace que las personas busquen caminos cada vez más recónditos para llegar a Estados Unidos. Eso también ya sabíamos que iba a ocurrir, la duda es entonces ¿por qué insistir en recetas ya probadas y agotadas? ¿Por qué escatimar el cumplimiento de normas mínimas de respeto a los derechos humanos? ¿Por qué insistir en la militarización de la lucha contra el narcotráfico y contra la migración indocumentada?

Es claro que el actual gobierno trata de hacer las cosas de manera diferente. Su disposición a realizar algunos de los recortes más agresivos en la nómina del gobierno federal de los que se tenga memoria habla de esa disposición, pero al mismo tiempo se insiste en volver a andar caminos que se sabe nos llevan a problemas más graves y complejos.

No bastan las buenas intenciones, se requiere mayor cuidado al decidir cómo se actuará y que la norma sea el respeto a los derechos humanos.

 

Comparte en Redes Sociales

Más de Manuel Gómez Granados