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La frontera norte

Manuel Gómez Granados

Manuel Gómez Granados

Es algo que, en teoría, debería servir para dar un impulso sin precedentes a las industrias asentadas en México y hacer que las desigualdades que marcan, para mal, la vida de la frontera, se reduzcan de manera notable. Hay, sin embargo, un problema que no ha quedado suficientemente solventado en los anuncios hechos por el gobierno federal: el de la violencia que lamentablemente golpea mucho más a México que a EU, especialmente en el caso de la llamada “frontera chica”, la que existe entre Tamaulipas y Texas.

Las ideas que se han adelantado hasta ahora tienen el tufo de la militarización, que el actual gobierno se niega a reconocer como el gran riesgo que podría malograr muchos de sus esfuerzos, además de que hay una suerte de cansancio cuando del lado mexicano de la frontera se hacen promesas acerca del futuro de la seguridad pública pues, como lo demuestran los juicios contra Joaquín Guzmán Loera y contra el exfiscal de Nayarit Edgar Veytia, el grado de colusión de las autoridades federales, estatales y locales con el narcotráfico en la frontera norte es demasiado alto como para creer a pie juntillas lo que se nos diga sobre ese asunto.

Como sea, el lado económico de la ecuación adelantada por el nuevo gobierno parece estar orientada por una lógica sensata. Sería necesario que a ese empeño se sumaran los de los gobiernos estatales y municipales para –por ejemplo–reducir las desigualdades en otros ámbitos. Una de las cosas que más llama la atención cuando uno usa los mapas digitales de empresas como Google o Microsoft para comparar a ciudades vecinas como El Paso y Juárez o San Diego y Tijuana es la cantidad de áreas verdes y de recreo público que existen del lado estadunidense, incluso –en algunos casos– con el aprovechamiento de cuerpos de agua que ayudan a generar entornos agradables, incluso podríamos decir que bellos, para todos.

Otro asunto en el que hay diferencias notabilísimas que los gobiernos locales de la frontera mexicana deberían atender es el del transporte público. Mientras que San Diego, El Paso y otras ciudades de la frontera estadunidense cuentan con buenos sistemas de transporte público, la situación del lado mexicano es lamentable por donde se le vea. El transporte no es público, es extremadamente caro y es uno de los principales caldos de cultivo para la violencia, incluida la violencia feminicida.

Los gobiernos del lado mexicano deberían aprovechar en este sentido las ofertas que ha hecho la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano de impulsar el programa Zona Libre en las ciudades de la frontera para atender ese tipo de problemas. El riesgo es suponer que podría bastar con los efectos positivos, que seguramente tendrá la reducción en el precio de las gasolinas y de los impuestos federales, para que lo demás se resuelva solo. No será así. Se necesita de intervenciones serias que resuelvan, por ejemplo, el asunto de la movilidad de la mano de obra, que resulta especialmente peligrosa para las mujeres que viven en las afueras de la ciudad y trabajan en la zona industrial. Remediar este tipo de problemas ayudaría a elevar la productividad de las empresas instaladas en aquella ciudad.

Uno de los rubros en los que es más notable y lamentable la desigualdad entre las ciudades mexicanas y estadunidenses de la frontera es el de la educación. Los jóvenes que viven en San Diego, Calexico y otras ciudades de la frontera de California con Baja California cuentan con un abanico de oportunidades en materia de educación con el que los jóvenes mexicanos sólo pueden soñar. Urge atender el problema de los muy elevados costos que los jóvenes mexicanos enfrentan en el tema de transporte.

Sería muy positivo que en las ciudades mexicanas de la frontera, además de que se resolviera el problema de la falta de áreas verdes y espacios públicos seguros, también se favoreciera un desarrollo que las haga sustentables sin depender, como lo hacen hasta ahora, de los autos privados. Ojalá que Zona Libre sirva para remediar eso y para impulsar modalidades de transporte público más diversas, que aprovechen –por ejemplo– el potencial de la bicicleta, como lo hacen California y Texas.

 

Analista

manuelggranados@gmail.com

 

 

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