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Comparecencias y aranceles

Manuel Gómez Granados

Manuel Gómez Granados

La semana que recién concluye hoy trajo, la mañana del miércoles 24, la muy esperada comparecencia de Robert Mueller ante dos comisiones de la Cámara Baja del Congreso de Estados Unidos. Mueller, un republicano de toda su vida, enfrentó los más severos cuestionamientos de parte de los representantes miembros de su partido, del partido del presidente Donald Trump, que trataron de desacreditar la investigación que realizó a lo largo de casi dos años. Le reclamaron que algunos de los miembros de su equipo hubieran apoyado con donaciones a la campaña de Hillary Clinton.

De nada le sirvió a Mueller que haya sido nombrado originalmente como director del Buró Federal de Investigaciones por George Bush y que haya sido ratificado para el mismo cargo por Barack Obama. La consigna de los republicanos era la de enlodar el nombre, el trabajo y el prestigio de Mueller y a ello dedicaron su tiempo durante las dos comparecencias. Los demócratas, le aplaudieron, pero—si hemos de ser honestos— no lograron que Mueller dijera algo más de lo que ya se sabía desde que se publicó el informe.

Si se le analizara en términos deportivos fue un empate sin goles, que deja las cosas casi en el lugar que estaban antes de las comparecencias. Casi porque —a pesar del cuidado con el que Mueller actuó— dijo algo que revela qué tan graves son los delitos perpetrados por Trump y su equipo. Al ser cuestionado sobre las posibles responsabilidades de Trump una vez que deje de ser Presidente, Mueller admitió que en ese escenario sí podrían levantársele cargos por delitos por los que, actualmente, no se le puede procesar.

Así las cosas, los demócratas tienen una razón más —por si les faltara alguna— para seleccionar a un candidato o candidata que derrote a Trump en noviembre de 2020. Eso, que podría parecer muy sencillo, no lo es porque los demócratas están profundamente divididos. En un sentido, lo están entre quienes quieren que ya inicien los procedimientos para desaforar y luego enjuiciar a Trump y quienes estiman que hacerlo no sólo no les ayudaría, sino que podría terminar ayudándole a Trump.

En otro sentido, lo están entre quienes torpemente insisten en cometer el mismo error de 2016, el de oponer a Trump a un candidato centrista, tecnocrático, que restaure el orden previo a la llegada de Trump a la Casa Blanca y quienes, por otra parte, creen que el candidato demócrata debe ser lo suficientemente radical para despertar a quienes hubieran votado en la presidencial de 2016 por Bernie Sanders, pero no lo hicieron por Hillary Clinton.

Nadie sabe cómo resolverán los demócratas ese par de dilemas o si serán capaces de resolver uno o ambos y en ello radica la preocupante fortaleza de Trump que esta misma semana volvió a usar la amenaza de la imposición de aranceles contra Guatemala por negarse a convertirse en “tercer país seguro”.

Esa condición impone condiciones severas, pues implica que el país que la acepta debe recibir a cualquier solicitante de asilo que llegue a su territorio, aunque esa persona desee en realidad llegar a EU.

Canadá fue forzada a aceptarla en 2002 como parte de un acuerdo bilateral que todavía hoy despierta todo tipo de críticas y México sigue enfrentando fuertes presiones para asumir esa condición, como lo demuestra el ahora constante asedio de efectivos del Ejército, la Marina y la recién creada Guardia Nacional contra albergues para migrantes y que motivó una inusual crítica de la conferencia de obispos de México al gobierno federal.

EU ha regresado a las épocas de la política del gran garrote, valiéndose para ello del uso de los aranceles, sin percibir los efectos negativos de actuar así, especialmente para asuntos como el combate al terrorismo en los que EU requiere de colaboración.

Dado el resultado anticlimático de la comparecencia de Mueller, no queda más que esperar a que los demócratas se pongan de acuerdo consigo mismos, tanto en el tema de quién será su candidato presidencial como en el de si van o no a iniciar el procedimiento para el desafuero y ver si esta pesadilla puede durar sólo un año y medio más o si deberemos padecer esta realidad otros cinco y medio años.

 

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