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Turbiedades

Luis de la Barreda Solórzano

Luis de la Barreda Solórzano

Hay algo no sólo de inaudito sino de cruel en haber sostenido que en unos meses tendríamos un sistema de salud pública como el de Dinamarca, pero eliminar el Seguro Popular dejando a los pacientes de enfermedades graves e incosteables para sus bolsillos sin posibilidades de curación o de alivio.

Hay algo no sólo de incomprensible sino de perverso en prometer el acceso universal a los servicios de salud, pero provocar el desabasto de medicamentos deshaciendo por completo el sistema de compra y distribución de los mismos, y sustituyéndolo por una estrategia cuyas características son la desorganización generalizada y la improvisación, como lo demuestra la investigación de Impunidad Cero y Justicia Justa (Irene Tello, “Por qué sigue y seguirá el desabasto de medicamentos”, El Universal, 25 de junio).

Hay algo no sólo de increíble sino de siniestro en que, ante la angustiada protesta de los padres de niños con cáncer y sin las medicinas que requieren para seguir luchando por sus vidas, se diga que quienes se quejan están manipulados por los partidos políticos que se oponen a la denominada cuarta transformación y forman parte de una conspiración golpista internacional.

Hay algo no sólo de desconcertante sino de pérfido en que se diga que nuestro país ha sido un ejemplo para el mundo en el manejo de la pandemia y tengamos hoy, aproximadamente, 600,000 familias de luto debido a las muertes causadas por covid-19.

Hay algo no sólo de ininteligible, sino de demencial en haber destruido el aeropuerto de Texcoco a un costo descomunal que pagamos nosotros los contribuyentes.

Hay algo no sólo de asombroso sino de distorsionado en que se declare todos los días el amor por los pobres asegurándose que el motivo del voto de quienes no sufragaron por el partido en el gobierno fue la política a favor de ese segmento de la población, mientras los porcentajes de mexicanos en situación de pobreza y en situación de pobreza extrema han crecido considerablemente durante este gobierno.

Hay algo no sólo de enrevesado sino de avieso en que se promueva que se enjuicie a un expresidente porque transfirió al Estado la deuda de los bancos en quiebra mediante el Fobaproa —con lo cual se evitó que los cuentahabientes perdieran sus depósitos y ahorros—, pero haber dejado hundirse a un millón de pequeñas y medianas empresas afectadas por la pandemia, con la consecuente pérdida del empleo de millones de ciudadanos.

Hay algo no sólo de extraño sino de retorcido en que se promueva que se enjuicie a un expresidente por la cantidad de muertos en la llamada guerra contra las drogas, en tanto que en este gobierno la incidencia de muertes violentas por esa misma guerra es aun más alta.

Hay algo no sólo de extravagante sino de falsario en que se fustigue a los clasemedieros por no resignarse a una vida franciscana cuando se vive en un lujosísimo palacio virreinal y los propios colaboradores poseen fortunas de decenas de millones de pesos.

Hay algo no sólo de errático sino de criminógeno en disponer que no deben armarse quienes son extorsionados por la delincuencia organizada, pero dejar a los habitantes de amplias zonas del país a merced de los criminales.

Hay algo no sólo de ininteligible sino de engañoso en prometer que ahora sí se esclarecería la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, pues todo lo informado previamente sobre ese crimen masivo era falso, y desconocer la magnífica investigación de la oficina de José Larrieta en la anterior CNDH, sin poder desmentir en más de 30 meses una sola de las conclusiones de dicha oficina.

Hay algo no sólo de contradictorio sino de turbio en proclamar que se odia a los tiranos, pero admirar a la dictadura cubana y abstenerse de condenar a los tiranuelos de Venezuela y Nicaragua, Nicolás Maduro y Daniel Ortega, respectivamente.

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