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El muñeco diabólico

La Crítica

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Por Lucero Calderón

Chucky está de vuelta en una octava entrega cinematográfica: El muñeco diabólico. El juguete, que se dio a conocer en 1989 como una de las creaciones del guionista Don Mancini, vuelve 30 años después en una comedia con pinceladas de terror.

El resultado de esta nueva propuesta cinematográfica, que retoma los motivos por los que ese inocente muñeco optó por el camino del mal —y que ahora tiene que ver con cuestiones tecnológicas y no espirituales, como sucedió en la película de 1989— es completamente hilarante.

Es inevitable no reír con las situaciones que protagoniza el muñeco de cabellera roja y ojos azules, así como de las buenas intenciones que tiene al ser un amigo celoso que no está dispuesto a compartir a su amigo Andy, interpretado por Gabriel Bateman. La sobreprotección que tiene ese muñeco hacia su mejor amigo raya muchas veces en lo absurdo y hace reír al espectador ante las ideas que tiene el muñeco con tal de ser el único amigo del protagonista.

Cabe señalar que la voz original del muñeco diabólico en esta ocasión es de Mark Hamill y la versión al español fue realizada por Rolando de la Fuente. Sin demeritar el trabajo de este último, vale la pena ver la versión de Hamill, a quien todos relacionamos con el papel de Luke Skywalker en la saga de Star Wars.

Lo que sí hay que decir es que al ver al nuevo muñeco el espectador experimenta un poco de rareza, pues es físicamente diferente al Chucky con el que crecimos a finales de los 80 y los 90, pues ahora no tiene ese semblante de constante maldad.

ELENCO: Gabriel Bateman, Aubrey Plaza y Brian Tyree Henry.

DIRIGE:  Lars Klevberg.

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