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Pemex, la promesa fallida de EPN y de AMLO

José Buendía Hegewisch

José Buendía Hegewisch

Número cero

Los gobiernos de Peña Nieto y de López Obrador comparten la misma promesa petrolera como motor del crecimiento. En ese ofrecimiento solemne, casi juramentado, se les va el encargo del país. En eso no han sido muy diferentes los del pasado y la 4T, a pesar de que unos apostaron por la vía “neoliberal” de la Reforma Energética con las privatizaciones y los otros, por recuperar el control del Estado sobre la energía. Pues bien, también coinciden en fallar en sus augurios o visión de futuro de poder relanzar la economía con una nueva abundancia energética porque no la hay y ese tren salió hace mucho del país.

Algo de maldito debe tener este recurso natural para los que han creído poder construir su prosperidad o de su grupo político en los copiosos mantos de Cantarell o de Ku-Maloob-Zaap, ambos en rápida declinación. El Pacto por México que promovió Peña Nieto anunciaba que sus reformas llevarían a un crecimiento de 5% al finalizar el sexenio y atraería inversiones por encima del 25% del PIB gracias a la apertura energética a la empresa privada. Pero concluyó con un retroceso de la inversión pública a niveles de 1940 y hundido en escándalos por el despilfarro y la corrupción en Pemex y la CFE, que mantuvo como cajas chicas de financiamiento político. Todo mal.

López Obrador sigue los pasos de su vilipendiado antecesor. El “salvamento” de quiebra de Pemex ha sido leitmotiv de su gobierno, a pesar de ser la petrolera más endeudada del mundo, con pasivos que superan sus activos, como remedio a los males de la economía. Su fórmula, revertir “privilegios” a los particulares y limpiarla de corrupción, aunque sin tocar igual que antes la estructura corporativa y la captura de la empresa por intereses sindicales y políticos que llevaron a la ruina de sus capacidades productivas. Sin embargo, su nueva política de rescate a Pemex no logrará tampoco la meta de elevar la producción a 2 millones de barriles por día en 2020 ni la de todo el sexenio, como reconoce en un memorándum interno filtrado esta semana y, peor aún, evitar un recorte de calificación al nivel de bono basura en las próximas semanas, quizá antes de lo previsto, por la total sequía de inversión en el sector.

Ante la situación de extrema gravedad de Pemex, el memorándum abre un análisis interno sobre los límites legales para profundizar el dominio estatal sobre el mercado energético, sin desmontar la reforma energética, aunque el Presidente también ha dicho que no lo descartaría si fuera necesario. Otra baladronada, si se considera el desgaste político de una contrarreforma constitucional a 10 meses de las elecciones y el decrecimiento de casi dos dígitos de la economía en 2020. Lo que sí hará próximamente es apretar más el cinturón a los órganos reguladores autónomos, CNH y CRE, dentro de su política de austeridad y alinearlos con su política energética de favorecer a Pemex y a la CFE, sin importar su misión de regular el mercado y cuidar las condiciones de la competencia. Pero eso también es de los tiempos del pasado “neoliberal”. Igualmente, exhibirá el caso Lozoya y los sobornos para la reforma energética como símbolo de la corrupción que impediría a la 4T cumplir su promesa del renacer de Pemex y la reconstrucción de la presidencia fuerte que encarnó la época de oro de la petrolera. Poco más…

Precisamente, en lo que también coincide con el “peñismo” es en la economía política detrás de su visión de Pemex. El gobierno anterior, como negocio para el enriquecimiento personal y recursos para financiar campañas electorales en un proyecto de poder de grupo transexenal de aquel “nuevo PRI”, que sucumbió en el fracaso de las urnas. Y ahora como fuente de recursos para programas sociales en que descansa la popularidad del Presidente. Ni antes uno, ni ahora el otro, podrán fincar el futuro de su proyecto en la industria energética porque otro error que comparten es haber llegado tarde a los cambios que el país necesita para los nuevos tiempos de la economía mundial y nacional. Las reformas del Pacto ya estaban a destiempo, como dice José Luis de la Cruz, y los de la 4T se les asemejan por seguir en la misma lógica atemporal.

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