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AMLO, entre la oposición y la CNTE

José Buendía Hegewisch

José Buendía Hegewisch

Número cero

La Reforma Educativa es trascendental para el futuro del país como para sacarla con una sola fuerza política y unos cuantos comodines. Así lo piensa el gobierno de López Obrador, aunque lo coloca ante un dilema de posiciones encontradas entre aliados tradicionales de la CNTE y el bloque opositor en el Congreso. Ha logrado sortear los primeros callejones por el bloque de los maestros, pero se mantiene la presión del ala radical de su coalición contra avalar un dictamen que no les convenza de enterrar la “joya de la corona” de la administración de Peña Nieto.

Si cede ante la pretensión de la CNTE de conservar privilegios, se rompería el consenso con la oposición, pero difícilmente cambiará los 40 diputados de la coordinadora por el riesgo de quebrar su promesa de tirar la primera reforma estructural del gobierno anterior.

Morena y el gobierno se acercaron a la oposición desde diciembre pasado cuando pactaron un parlamento abierto con organizaciones civiles, académicos y especialistas, para la nueva Reforma Educativa. Su dictaminación ha transitado por un camino distinto a anteriores iniciativas como la de prisión preventiva o la Guardia Nacional sin la aplanadora de la mayoría y apertura para hacer modificaciones. Pero con la escritura de una nueva “narrativa” –que pidió López Obrador– de términos como “calidad” o “evaluación” para nombrar las cosas de otra manera que la reforma priista y así persuadir a la CNTE de que sería abolida.

Como les enseñó a denunciar desde la oposición el propio López Obrador, sus líderes atisban una simulación en la reingeniería de conceptos, en una clara expresión de desconfianza y alejamiento con su antiguo compañero de movilizaciones y batallas. Y aguardan en “alerta máxima” conocer el dictamen antes de regresar al bloqueo, que el gobierno desactivó al sentarlos en la mesa con Gobernación y la SEP. Preparan la movilización, a pesar de contar con una representación política mayor que algunos partidos para defender sus posiciones en el Congreso y –como piden– revisar palabra por palabra. La CNTE ha reducido sus exigencias en la negociación ante un gobierno que puede descalificarlos como “conservadores” y sentarlos a dialogar. Sus líderes han recibido la seguridad de Gobernación de que la reforma de Peña Nieto será “abrogada”, pero no de permanecer en el apartado 123 constitucional como trabajadores del Estado y recuperar el manejo de la mitad de las plazas del magisterio.

Otra vez, sin una línea clara entre lo educativo y laboral, exigen que la titulación y examen profesional de los normalistas asegure una plaza como profesores. Y también en el juego de las palabras, que denuncian como simulación, demandan un pase automático de ingreso al magisterio bajo el formato del procedimiento de escalafón.

En efecto, no se trata de un asunto resuelto. La CNTE llega a la recta final atrapada en la telaraña del diálogo que puso el gobierno y el riesgo de que desconozca a sus líderes si desatan la movilización. En ellos recae ahora la presión por la pretensión encubierta de conservar privilegios. Aunque tampoco para el gobierno la partida está concluida y aún esta por verse el resultado de la consulta del CNTE a sus bases.

También con la promesa de influir en las leyes secundarias, aunque un eventual acuerdo del gobierno con ellos pondría en riesgo el acuerdo con la oposición y abriría el riesgo de su aprobación en el Congreso sin los votos para una reforma constitucional. La semana será decisiva para la Reforma Educativa.

 

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