La seguridad se recupera combatiendo los cárteles

No es una novedad hablar de la expansión de los cárteles mexicanos en el mundo. El Reporte Mundial de Drogas 2019 de las Naciones Unidas, presentado ayer en Viena, confirma que en el ámbito de las drogas sintéticas, los laboratorios operados por el narco mexicano han aumentado su capacidad, su calidad y su producción. Según el informe, si bien la producción de metanfetaminas en México está destinada, sobre todo, al mercado regional (México, Estados Unidos y Canadá), los cárteles mexicanos han comenzado a exportar drogas sintéticas a Sudamérica (Argentina y Brasil) a Centroamérica (Guatemala), a Asia (Japón, Corea, Filipinas), a Australia y Nueva Zelanda y a España, Holanda y Bélgica, en la Unión Europea.

En realidad, lo que estamos viendo y viviendo en México son dos fenómenos distintos, pero íntimamente relacionados: por una parte, el de la violencia interna, con la que los grupos criminales dominan plazas para ejercer el secuestro, la extorsión, el robo y, por supuesto, el narcomenudeo. Pero, gracias a esa actividad, que tanto daña a la sociedad, los grupos criminales también de alguna forma fijan territorial y operativamente a las autoridades y los cuerpos de seguridad, y así se pueden concentrar en la otra gran actividad: el verdadero narcotráfico, que pasa por la colocación de droga en los mercados internacionales, no sólo en Estados Unidos.

Han descubierto, ya desde hace muchos años, que cuanto mayor violencia e inseguridad cotidiana existe en el país, mayor libertad tienen para producir, movilizar y exportar drogas a otras naciones, que es donde está el verdadero negocio del narcotráfico. Por eso crecen, por eso se expanden, por eso no se puede acabar con la inseguridad cotidiana sin acabar también con el gran negocio del narcotráfico.

Según el informe, Estados Unidos es el principal mercado de la droga sintética producida en México. Dice el informe que, incluso, luego de una disminución del nivel de pureza entre 2009 y 2013, a partir de ese año la pureza de la droga proveniente de México se colocó por encima de 95 por ciento, a un nivel similar o incluso más alto que la asiática, “lo que sugiere, dice, una sofisticación cada vez mayor de la fabricación de metanfetamina en México”.

“Prácticamente, todas las principales organizaciones criminales parecen estar involucradas en el contrabando de metanfetamina a Estados Unidos. Incluyendo el Cártel de Sinaloa, Jalisco Nueva Generación, el Cártel de Juárez, el Cártel del Golfo, Los Zetas y la organización Beltrán Leyva”, indica el Informe.
     Pero eso no ha disminuido el comercio de cocaína por parte de los cárteles mexicanos. Ahora utilizan cada vez más las rutas del Caribe y a los países centroamericanos como puertos de entrada y también para el envío de cocaína a Asia (el informe sostiene que un cuatro por ciento del total es enviada a China).

Siguiendo estas rutas y estas actividades tenemos también un mapa de la violencia en México. Si, como dice el informe, existen miles de laboratorios de metanfetaminas en México, podemos ver el tamaño de la lucha por los territorios entre los diferentes cárteles. Si para el comercio de cocaína lo que importan más que los territorios son los puntos de entrada y salida y las rutas, para las drogas sintéticas el territorio es importante porque hay que establecer laboratorios cada vez más accesibles para mantener la producción y la calidad del producto.

Para mantener territorios se deben deshacer de los cárteles rivales y deben establecer control sobre los puertos que, como Manzanillo y Lázaro Cárdenas, son claves para ese comercio por su relación con los proveedores asiáticos.

Pero, además, en aeropuertos, como el de la Ciudad de México. Y también, como decíamos, se debe mantener a las fuerzas de seguridad atadas a los espacios donde se genera la inseguridad pública.

Cuando vemos la magnitud de la crisis fronteriza, cuando vemos que 26 mil elementos de la Guardia Nacional deben estar ahora controlando fronteras y migrantes en lugar de controlar la seguridad pública, es válido preguntarse en qué medida esa crisis ha sido generada por los mismos grupos criminales que controlan, asociados con los nuestros, el tráfico de drogas en Honduras, Guatemala y El Salvador, reblandeciendo aún más la capacidad de lucha contra el principal negocio de los grupos criminales, que no es el narcomenudeo o la extorsión, sino el narcotráfico en gran escala internacional.

 
Emiliano