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Haití, tragedia humanitaria

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

Las escenas fueron dantescas, caras de pánico, golpes, lágrimas, hombres, mujeres y niños desesperados por evitar que los agentes migratorios y los soldados de la Guardia Nacional los detuvieran en su intento por internarse a nuestro país para iniciar el largo camino a la frontera con Estados Unidos.

Pero en este caso no se trataba de nacionales centroamericanos, que siempre han sido absoluta mayoría de los migrantes indocumentados que transitan por México. En esta ocasión eran haitianos los que aparecían en el escenario nacional. No tienen la larga experiencia de nuestros paisanos en “irse al norte” o de los centroamericanos, para quienes transitar por nuestro país hacia EU es una tradición desde hace décadas.

No olvidemos las columnas formadas por centenas de personas, en especial de hondureños, engañadas al creer que el presidente Biden sería flexible y podrían ingresar a EU. Estos migrantes saben a lo que se arriesgan si contratan los servicios de los traficantes, de la corrupción de las autoridades mexicanas, de las bandas criminales que los van a asaltar y extorsionar. Todo ello los haitianos no lo conocían.

Hace ya algunos años, presencié la entrevista que hacía un agente del INAMI a un migrante indocumentado detenido a unos cuantos kilómetros de la frontera norte que insistía en ser mexicano. El oficial se apegaba a un cuestionario orientado a probar si eso era cierto. Le hacía preguntas como cuál era la capital de Chiapas, el nombre de los héroes de la Independencia, el del presidente en turno. Y para todas tenía la respuesta correcta; la última fue: ¿cuántas estrellas tiene la bandera mexicana? El interrogado dudó y dijo con seguridad: “cinco”, acto seguido, fue deportado.

Queda claro que la llegada de los haitianos es muy diferente. El color de su piel, su lenguaje, su forma violenta de reaccionar superó las capacidades y entrenamiento de los agentes del Instituto Nacional de Migración y la Guardia Nacional. Como apunté en una entrega previa, para nuestra vergüenza, la imagen del inspector pateando la cara de un aterrorizado hombre que cargaba a su hija le dio la vuelta al mundo.

Parece que este flujo de haitianos venía de Brasil, Chile y Colombia, donde radicaban desde hace tiempo. Por razones no claras aún, se vieron obligados a emigrar y decidieron ir hacía Estados Unidos. Después de sufrir violencia en nuestra frontera sur, al intentar cruzar la frontera norte fueron recibidos por un agresivo despliegue de agentes de la Patrulla Fronteriza, quienes, montados en sus caballos, les impidieron cruzar el río que marca la línea fronteriza, en un alarde de agresión desproporcionada.

Ello fue hecho de manera tan violenta que la propia vicepresidenta Kamala Harris se mostró ofendida y anunció una investigación… a la vez que se inició su rápida y masiva deportación sin darles al menos la oportunidad de solicitar refugio, tal cual lo hizo Donald Trump.

¿Qué les espera en su país de origen? Haití es el país más pobre del continente, su tasa de alfabetismo es del 60%, el ingreso promedio es de un dólar al día, sufren con frecuencia de huracanes y terremotos; en 2001 murieron cerca de ¡300, 000! personas al derrumbarse buena parte de las casas y edificios de su capital, Puerto Príncipe. A la violencia cotidiana se suma la política: hace unas semanas asesinaron de un balazo en su casa a su presidente Jovenel Moise.

Esta dolorosa experiencia deja varias lecciones: la resiliencia que se observa en países pobres tiene un límite, los haitianos expresaron su desesperanza y enojo embarcándose en una aventura que no podía tener un buen final; fue milagroso que no hayan muerto algunos de ellos, pero serán graves las secuelas sicológicas en los presentes en este evento.

¿Hubiera habido otra manera de reaccionar por parte del gobierno de México? ¿Se les podría haber dado una oportunidad de establecerse, trabajar al menos por un tiempo? La Ley de Migración y la Ley de Refugiados y Protección Complementaria contienen disposiciones pensadas para este tipo de eventos al abrir la posibilidad de proteger a aquellas personas que huyen de sus países por “violencia generalizada”. ¿No califica Haití en ese supuesto?

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