Fofo Márquez: bienvenido al infierno

Se le hizo fácil agredir a puño limpio y patadas a su víctima.

Ni príncipe ni mendigo. Fofo Márquez, conocido así en redes sociales, es un preso más, o eso se supone, del penal de Barrientos de Tlalnepantla. El “creador de contenido”, como ahora se dice, fue vinculado a proceso por tentativa de feminicidio, por lo que permanecerá recluido como medida cautelar de prisión preventiva en tanto se desahogan pruebas y audiencias

Según lo relatado en diversas notas, el joven influencer le imploró a la jueza que lleva su caso que le permitiera seguir su proceso en libertad, dadas las amenazas de muerte que ha recibido de parte de malintencionados internos. Denunció, asimismo, que tras esas rejas ha sido golpeado y ultrajado. Y apenas tiene diez días de encierro. Bienvenido al infierno.

Ciertamente, no es la primera vez que un influencer pisa la cárcel por algún delito grave, pero lo ocurrido con Fofo Márquez revela absoluta locura. Golpeó salvajemente a una mujer por un incidente menor de tránsito, casi sin importancia. El video del ataque resultó mucho más viral que los suyos en los que presume una vida de excesos: botellas de champaña, joyas, mujeres, fajos de billetes de 500 pesos en una cajuela y autos de lujo.

Heredero de un padre multimillonario ya fallecido, se le hizo fácil agredir a puño limpio y patadas a su víctima. Una vez capturado, posó con sonrisa burlona ante las cámaras, como si su abogado fuera el mismísimo diablo, pero soltó las lágrimas cuando se vio inmerso en un mundo que jamás imaginó para sí. ¿Cuándo iba a pensar que un ambiente con tantas carencias fuera a costar tanto? ¿Cuándo, que se gastará en la estancia en ese sombrío sitio una cantidad mucho mayor a la de cualquier resort de los que está acostumbrado? Ahí, donde lo despojaron de su ropa de marca y fino calzado, seguro duerme mal. Sólo restaría agregar que entre esas paredes en las que reina la hostilidad, una botella de agua tiene el precio de un cóctel, por tratarse de Fofo, en tanto las horas sin WiFi transcurren inexorables.

Sobre su pasado inmediato, los videos de Fofo Márquez representan el lado más asquerosamente reaccionario de los que se dedican a ilustrar su vacío acontecer, pero con miles de seguidores para beneplácito de la gente que se dedica al marketing digital.

Si en la transición de los milenios el programa Big Brother nos ofreció la telerrealidad, la agitación de las redes sociales es el estado crónico de la manera en que se ofrecen los contenidos, conducidos precisamente al ámbito de lo privado, incluso de lo íntimo. Es lo que Gilles Lipovetsky llamó “el consumo de la propia existencia”. Influencers como Fofo Márquez, entiendo, sanan con likes, dopamina para el superyó. Sus seguidores ven y desean. Pero hasta ahí llegaron.

Sobre el sistema penitenciario, nada nuevo bajo el sol, pero asimismo es un asunto que a nadie le interesa discutir con la seriedad requerida.

CAJA NEGRA

De los numerosos reparos que tuvo el debate presidencial, ya en su formato, ya en la estrategia elegida por los tres candidatos para responder cuestionamientos y acusaciones, me quedo con dos perlas.

Uno: el gobierno de Claudia Sheinbaum en la CDMX obtuvo una buena cantidad de premios y reconocimientos, algunos de carácter internacional. Ok. ¿Y? Los ciudadanos eligen a sus gobernantes para resolver problemáticas, no para engordar su currículum.

Dos: los contratos de las empresas de Xóchitl Gálvez con entidades gubernamentales ponen de nueva cuenta el dedo en el renglón sobre los conflictos de interés. Se cobra con una mano por el puesto público y la otra recibe los honorarios por los servicios empresariales. Otra vez: el electorado opta por aspirantes que adquieran plenamente la responsabilidad del cargo, no para que sus negocios prosperen gracias a la charola.

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