Vivir con sentido o ¿simplemente vivir?

En esta reflexión omitiré teorizar sobre la influencia de las fake news o las narrativas polarizantes. Basta observar los conflictos en Europa occidental y Oriente Medio, la pobreza y las profundas heridas sociales —tanto locales como globales— para justificar un pesimismo arraigado en hechos concretos. El filósofo Leonardo Polo afirmaba que, frente a la vida, se puede optar por el optimismo o el pesimismo, pero que el pesimismo es un error básico; es un retroceso.

He notado que, en los últimos años, las librerías han aumentado la promoción de títulos como El hombre en busca de sentido y La bailarina de Auschwitz. También, obras de psicología positiva como El fin de la tristeza, de Alberto Barrera Tyszka, y Cómo hacer que sucedan cosas buenas, de Marian Rojas. Si consideramos que la oferta editorial es un reflejo de la demanda, surge una preocupante pregunta: ¿hay una marcada ausencia de esperanza en nuestra sociedad? Si eso es cierto, ¿cómo hemos llegado a perder algo tan esencial?.

En esta reflexión omitiré teorizar sobre la influencia de las fake news o las narrativas polarizantes. Basta observar los conflictos en Europa occidental y Oriente Medio, la pobreza y las profundas heridas sociales —tanto locales como globales— para justificar un pesimismo arraigado en hechos concretos.

El filósofo Leonardo Polo afirmaba que, frente a la vida, se puede optar por el optimismo o el pesimismo, pero que el pesimismo es un error básico; es un retroceso. Según él, “el pesimista es alguien con bajo tono vital, lo cual es comprensible dadas las circunstancias de agotamiento que a veces enfrentamos, viendo la vida como una carga insoportable”. Aunque la existencia incluya dolor, fruto de nuestra libertad, no deberíamos sopesar la libertad —así lo sostenía Sartre, con quien difiero— como una condena. La libertad, esencial y destinal, es vida que busca la plenitud. Aun en los momentos más oscuros, nuestra naturaleza está diseñada para vivir libremente.

Desde cualquiera de los autores mencionados se desprende que encontrar un sentido a nuestra existencia puede transformar radicalmente cómo enfrentamos la vida. Viktor Frankl, prisionero durante años en los despiadados campos de concentración, experimentó una existencia despojada. A pesar de haber perdido todo, de soportar hambre, frío y brutalidades extremas, concluyó que la vida aún era digna de ser vivida.

En medio de la adversidad, personas como Edith Eger han desarrollado una fortaleza interna sorprendente, descubriendo la capacidad humana de superar las dificultades. Eger, después de sufrir una infancia y juventud terribles, señala: “Nadie puede hacernos víctimas excepto nosotros mismos”. Nos convertimos en víctimas no por lo que sucede, sino por decidir aferrarnos a esa victimización.

Lejos de minimizar el sufrimiento que nos rodea, pero aprendiendo de los referidos ejemplos de trayectorias marcadas por el dolor, nos damos cuenta de que no sólo hemos perdido la esperanza, sino algo aún más profundo: el sentido de nuestra vida, el significado que le damos a lo que acontece y experimentamos.

La verdadera libertad interior, que disipa las sombras de nuestra percepción, nos permite elegir vivir con la esperanza que define nuestra naturaleza humana. Esta libertad no se encuentra en los libros, aunque éstos pueden ser de gran ayuda. La libertad interior no está en venta; es un tesoro personal que se descubre viviendo una vida con sentido.

Puede resultar frívolo una vida que únicamente danza errante entre alegría, dolor, risas, lágrimas, amor y odio según el momento. Esa falta de rumbo fácilmente conduce al hastío. Vivir con sentido nos humaniza plenamente. No cambia la realidad, pero sí cómo la percibimos. Las grandes figuras de la historia han sufrido, pero su dolor tenía un propósito trascendente.

Quien descubre un propósito y razón para vivir advierte que cada día ofrece amaneceres, atardeceres y noches oscuras, y mantiene una perspectiva optimista incluso en las peores adversidades. De modo que lo que aquí propongo es que el sentido personal es el núcleo trascendental del ser humano. Es luz abierta con destino a su origen. Esta luz personal dota de sentido los actos esenciales y los asciende al ámbito trascendental. En suma, el ser personal es un núcleo de sentido unitivo de pura luz intelectual activa y amante, capaz de aceptar y otorgar sentido, incluso de ofrecerlo a su origen.

Temas: