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Ikigai, un motivo para vivir

Fernanda Llergo Bay

Fernanda Llergo Bay

 

 

Lleva tiempo agotado el libro Ikigai. Los secretos de Japón para una vida larga y feliz, en el que Francesc Miralles y Héctor García analizan las claves de centenarios de una isla japonesa para una existencia optimista y vital. Registran cómo se alimentan, se relacionan y trabajan, y entregan su secreto mejor guardado: cómo encuentran el ikigai, ese algo que da sentido a su existencia y les impulsa a vivir.

Los autores mencionados consideran que la búsqueda del sentido está presente en todas las personas y es una constante a lo largo de la historia humana, por lo que deciden escribir del tema y ponen su foco precisamente en Okinawa, isla y zona rural tradicional de Japón, donde la población cuenta con una longevidad poco común en el mundo. Estudiaron su filosofía de vida y llegaron al famoso y misterioso concepto japonés ikigai, que, traducido libremente, lo vemos como “la razón de ser”, “la alegría de vivir” o “la felicidad de estar siempre ocupado”.

Los centenarios habitantes de esta isla trabajan hasta que la salud ya no lo permite, lo que suele ocurrir poco antes de la muerte. Para los occidentales, ocuparnos todo el tiempo y hasta el final es una idea que nos da escalofríos. ¿Por qué la considerarían allá clave de la vida?, ¿cuál es el valor de estar siempre en marcha?

Según los lugareños, es relevante llevar un estilo de vida equilibrado, tener comidas moderadas y un trabajo físico ligero, así como seguir la máxima de “tratar a todos como si fueran tus hermanos, aunque sea la primera vez que los conoces”. Sin embargo, arriba de todo esto, consideran que el secreto de una vida larga y feliz está en no retirarse nunca, sino mantenerse ocupado con su ikigai. No ocupado con cualquier cosa, sino precisamente atender durante el mayor tiempo posible su razón de ser o aquello por lo que vale la pena vivir.

De allí que en el corazón de su cosmovisión esté la importancia de encontrar y seguir su ikigai personal, su joie de vivre o alegría de vivir, ese algo o alguien que les impulsa a cumplir años y a seguir celebrando cada amanecer.

Hoy por hoy, si vamos a una librería, encontraremos centenares de obras de autoayuda con fórmulas para ser feliz o tener hábitos atómicos, un sinfín de recursos que responden a ese grito silencioso del hombre del siglo XXI. ¿Por qué merece la pena vivir?, ¿por qué vivir feliz si hay tantas adversidades?, ¿por qué vivir?

Todos deseamos saber por qué hacemos las cosas, y, si descubrimos un porqué que valga la pena, que nos apasione y nos haga felices, viviremos probablemente más, pero, sobre todo, seguramente viviremos mejor.

Ese encuentro con el ikigai, con lo que vale la pena, es la tarea más propia de cada uno. No la puede resolver un coaching, un buen amigo o nuestros familiares. Aquí soy yo frente a mí mismo. Sólo yo he de descubrir uno o quizá varios ikigai que me motivan. De allí, la fórmula es sencilla: concentrémonos en estar ocupados dedicando nuestro tiempo a actividades que amamos. O, desde el otro lado, amemos aquello que hacemos todos los días.

Para encontrar el o los motivos que dan sentido a nuestra andadura, es necesario hacer una pausa para pensar. Darnos un tiempo para mirarnos y ver qué merece la pena, para entonces poner manos a la obra e ir “por ello”, con pasión, alegría y perseverancia.

Esté donde esté nuestro ikigai, creo que aportan mucho dos frases de Escrivá de Balaguer que recuerdo con frecuencia y que parafraseo: hagamos de la prosa diaria un verso divino, y a cada uno toca descubrir ese algo divino en todas las cosas.

De modo que el ikigai, leitmotiv, propósito vital o sentido, como queramos llamarlo, es el ingrediente para una vida plena y quizá longeva.

La vida tiene muchos días, por lo que conviene preguntarnos continuamente: ¿qué oportunidades encuentro hoy que den razón a mi existir? Dejo aquí la tarea de pensarlo, augurando a quien vaya dando pasos en este rumbo, que nada detendrá su caminar o su paz, y que se acercará a la felicidad.

 

 

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