Dolor y sufrimiento en el humano (I)
Ningún ser humano puede zafarse de la experiencia del sufrimiento
SALUD. La preocupación por el dolor es de gran trascendencia por cuanto hoy han disminuido los niveles de tolerancia álgida. Existe mucho miedo al dolor y al sufrimiento. Esto procede de dos raíces principales: por un lado, el hedonismo y, por el otro, los beneficios aportados por la técnica gracias a los progresos de la anestesia y de la analgesia; el ser humano está menos familiarizado con el dolor de sus antecesores, por eso le temen mucho más. Surge la algofobia que se está convirtiendo en una plaga social. Nuestra cultura pretende abaratar el mal y el sufrimiento. Estamos en una cultura en la que el sufrimiento tiene “mala prensa”. El dolor es hoy un dis-valor, no tenemos motivos para soportarlo, sino medidas técnicas para combatirlo. Hemos caído en una trampa peligrosa: pensar que somos capaces de erradicarlo, lo cual es imposible. No soportamos el sufrimiento. El miedo o pánico al dolor ya llega a ser patológico. Se dice que padecemos analgofilia: afición desmedida por el analgésico; las virtudes han sido sustituidas por los analgésicos. La eficacia de éstos nos ha ido ablandando. El sufrimiento se considera un intruso que quizá desmiente la bondad del Creador y hunde en la desesperación. Se le ve como una maldición. Se le hace coincidir con la absurdidad. Por otra parte, se advierte una pérdida del sentido humanizante y trascendente del dolor, lo que urge recuperar porque se olvida que el dolor tiene una perspectiva misteriosa. Pudiendo en el dolor padecemos doblemente. El dolor es una cuestión que interpela a cada persona. El sufrimiento resulta inevitable. Ningún ser humano puede zafarse de la experiencia del sufrimiento de una u otra forma todos acabamos siendo seres humanos dolientes.
Os comento sobre la perspectiva sicofísica del dolor tema con el cual la ciencia ha hecho aportes importantes. Solo señalaremos algunas consideraciones: el dolor tiene un primer nivel biológico y físico donde se manifiesta como reacción a un estímulo sensitivo perjudicial. “El dolor es un daño orgánico sentido”. Toda experiencia dolorosa deja un recuerdo importante no en cuanto a dolor propiamente dicho, sino en tanto que experiencia dolorosa. Esa huella no puede interpretarse como algo innato, sino adquirido y en tanto que adquirido puede condicionar determinados tipos de actitudes frente a futuras situaciones dolorosas. La experiencia dolorosa es completa y más rica que la mera sensación de dolor. La corteza cerebral tendría la función de gobernar no sólo la percepción dolorosa, sino también las actitudes, las disposiciones y ciertos comportamientos. En suma, el dolor es una señal de vida. Lo que representa una amenaza para la misma.
TRES APOSTILLAS. El dolor es un acto de subjetividad, un sentimiento. Santo Tomás señalaba 17 instancias afectivas. Decía: “Los hombres son víctimas de muchas deficiencias porque su fuerza y energía vital son limitadísima; todo movimiento vital consume una parte de ella”. San Agustín lo define como un sentimiento que resiste a la división. El dolor corporal intenso patentiza en nuestra conciencia la munidad sustancial de la persona que se revela contra su disgregación. Por su parte, Bergson considera al dolor como sensación local importante. La tendencia a la huida que provoca al estímulo doloroso está enlazada con la imposibilidad de sustraerse a la realidad dolorosa; el dolor rompe la unidad de la persona. SALUD Y SALUDOS.
