Nahui Olin, una musa con pincel

CIUDAD DE MÉXICO.

Nahui Olin —Carmen Mondragón— brilla por primera vez con luz propia. La luz de sus óleos, sus dibujos, sus autorretratos. La que emana de su obra plástica hecha sobre papel, lienzo o cartón; la de sus pinturas en las que es modelo y autora. Donde su mirada sensual, que la convirtió en icono erótico del arte mexicano de mediados del siglo XX, se opaca ante la maestría de su lápiz y pincel.

Brilla en la muestra Nahui Olin. La mirada infinita, que hoy inaugura el Museo Nacional de Arte con 250 obras. Y si bien no es la primera exhibición sobre la musa y amante de artistas y fotógrafos, sí se plantea como la mayor revisión de la también poeta, hija del general Manuel Mondragón. Una lectura de la obra en la que fue autora y modelo. En la que se aprecia su trazo directo, más allá de su pose coqueto ante las cámaras de Edward Weston y otros.

Es una exposición que inicia poco antes de la década de los 20, cuando Carmen Mondragón vivió entre España y Francia, donde destacó por sus caricaturas de personajes cotidianos. Hombres pequeños de gabardina larga y sombrero ancho que retrata con maestría. Dibujos a lápiz que poco, o nada, se conocen en México y dan cuenta de la capacidad del trazo de Nahui Olin antes de ingresar a la academia. Retratos donde el lápiz hace de sicólogo al descifrar minúsculas características de los protagonistas anónimos.

La curaduría da un lugar importante al interés de la artista por la ciencia y la tecnología que puso de manifiesto también en sus poemas y escritos. Asuntos que incluso usó para crear un sistema de enseñanza cuando fue maestra de la Secretaría de Educación Pública; en 1923 formuló un método de dibujo para niños basado en el movimiento de las máquinas industriales.

Y sin duda es su cuerpo desnudo el elemento que, 40 años después de su muerte, aún captura la atención. Para ella, el cuerpo le servía como vehículo de expresión. Manifestación de su espíritu libre. Su libertad femenina, su sexualidad, su capacidad de amar. En ello tienen origen los autorretratos en los que se presenta, sola o con alguno de sus amantes, satisfecha de su cuerpo. Orgullosa de esa feminidad que veía como la materialidad de su esencia interior.

En esta sección destacan piezas como El abrazo (Nahui Olin y Matias Santoyo) (1927), Bautizo (1935), Nahui Olin y Adolfo (1927); todas de la artista que atrajo la mirada de Diego Rivera, Jean Charlot, Antonio Garduño, Rosario Cabrera y muchos más. “Se trata de una mujer solitaria, rebelde y cuyo discurso y trabajo era incómodo para el momento que le tocó. Era una mujer que hablaba abiertamente de sus amantes, se mostraba en público y hacía patente su sexualidad; una mujer solitaria, melancólica, reflexiva con una interioridad enorme”, describe Víctor Mantilla, coordinador del equipo curatorial de la muestra.

Las vanguardias del arte mexicano no le fueron ajenas y supo integrarse al grupo de los intelectuales del México moderno con óleos de la vida popular. Son estas obras las que cierran el recorrido. Registros a color de escenas populares: el circo, el zoológico, la plaza de toros, el teatro. Sitios naif que ella reprodujo en sus óleos con humor sutil para pensar sobre el México posrevolucionario. A veces en papel y otras en cartón, las obras destacan por el detalle de lugares que poca atención daban otros artistas de la época.

Son obras importantes, porque no las hace sólo como reportajes visuales, sino que ella participaba de estas temáticas; asistía a esos lugares y la vivencia que experimentaba en esos lugares es la que representaba en las pinturas. Y sus autorretratos con sus amantes representan esa libertad que a veces incomodaba”, agregó Tomás Zurián, investigador y curador, especialista en Nahui Olin.

Si bien en la muestra se le dedica un espacio a los retratos que le hizo Weston y otros autores, imágenes que destacan por su sensualidad, la propuesta de los curadores es romper con el mito de la modelo. Evidenciar que detrás de la mujer coqueta existe una artista no reconocida en la historia del arte nacional. Sólo mirar las fotografías es permanecer en la superficialidad de su cuerpo, en la leyenda, insistieron los curadores.

La leyenda de Nahui Olin, la idea de que enloqueció, que terminó en la miseria, es eso, una leyenda. Sabemos que dio clases toda su vida, que estaba pensionada como maestra y nunca llegó a la pobreza, pero también sabemos que se trata de una mujer solitaria, rebelde y cuyo discurso era incómodo al hablar de la hija del general Mondragón”, acotó Mantilla.

Mujer de vanguardia que se percibe en sus dibujos como En el triángulo exquisito donde se concentran todos los refiniamientos del amor (1928), un trazo a lápiz del sexo femenino y masculino formando exactamente una figura geométrica. “Acercarse a Nahui Olin es comenzar a descubrir un universo extraño, inesperado, complejo y en la medida que lo vamos comprendiendo se hace infinito”, refiere Tomás Zurián, quien dijo todavía quedan muchos hilos por desatar de la madeja que fue la artista.

Aún existen obras perdidas, precisó, y otras que ni siquiera se sabe de su existencia, y del acervo reunido quedan pendientes algunas líneas de investigación. “Considero que esta exposición cierra la primera generación de estudiosos de
Nahui Olin representada por ocho libros, pero nos queda aclarar muchas cosas, quedan temas ambiguos, que permanecen en lo oscuro y poco a poco vamos a tener que descifrar”. Ya lo decía la propia pintora: “¿Quieren mi cuerpo? Ahí está, pero tienen que pasar antes por el puente de mi espíritu”.

¿DÓNDE Y CUÁNDO?

La muestra Nahui Olin. La mirada infinita se inaugura hoy a las 19:30 horas en el Museo Nacional de Arte (Tacuba 8, Centro Histórico, Ciudad de México). Permanecerá abierta hasta el próximo 9 de septiembre.