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Expresiones

Luisa Valenzuela decide dar vida a 29 microfábulas, una por cada letra del alfabeto

En un nuevo libro, la escritora y el ilustrador experimentan con el idioma  español y la tinta china, y logran crear 29 pequeños textos que juegan con cada letra del abecedario

Virginia Bautista | 20-02-2019
Ilustraciones: Cortesía FCE
Ilustraciones: Cortesía FCE

CIUDAD DE MÉXICO.

Con toda espontaneidad, dejando circular libremente el lenguaje”, la escritora argentina Luisa Valenzuela decidió dar vida a 29 microfábulas, una por cada letra del alfabeto, y demostrar de esta forma la “enorme afinidad” que siente con el mundo animal.

El reto era construir estas fábulas, excepto artículos y preposiciones, con palabras que comenzaran con la letra elegida. Así, la correspondiente a la “R” empieza con la frase “Redondos rinocerontes resoplan y resuellan en los ríos de Ruanda”; y la de la “V” reza: “Vacunos varios, variopintos y voluntariosos, vacían las vasijas de vidrio con verdadero valor”.

De esta forma, “habitando a sus anchas el idioma español”, imaginándolo, hurgándolo, la narradora que nació en Buenos Aires en 1938 confeccionó el libro ABC de las microfábulas (Fondo de Cultura Económica), con ilustraciones del también argentino Lorenzo Amengual (1939).

La fábula es una historia ejemplar que tiene una moraleja aleccionadora. Me divirtió trabajar con eso, porque las recomendaciones de las viejas fábulas suelen ser muy restrictivas. Como los cuentos de hadas clásicos, tema que exploré años atrás buscando en su interior la historia que sería liberadora, sobre todo para las jóvenes”, comenta en entrevista con Excélsior.

Sobre cómo innovar en un género tan antiguo, la novelista y cuentista asegura que “hay formas y formas. Yo me atuve al abecedario. Te cuento que tengo un ABC de las minimicrofábulas, de una sola línea y una sola vocal”.

Reconoce que, para armar la fábula con una letra del alfabeto, no sólo enfrentó dificultades, sino alegría. “Ambas estuvieron unidas. Cada hallazgo es una celebración. Y se van produciendo con espontaneidad a medida que ponemos en marcha ese motor, o más bien ese programa mental”.

La también ensayista y periodista aclara que utilizar palabras que comiencen con la misma letra para dar vida a una historia no representó para ella una limitante, un corsé. “Al contrario. Ésa es la gracia de las limitaciones en la escritura. Te abren a descubrimientos impensados”.

Respecto a qué letras le costaron más trabajo, la autora de las novelas Hay que sonreír (1966) y Realidad nacional desde la cama (1990), dice que “es obvio que la ‘U’ complica las cosas; y la ‘X’ trae otros misterios, palabras y nombres que se escriben con ‘X’ pero pueden pronunciarse como ‘J’ ó ‘Sh’: Xavier, xavantes”.

Y sobre su experiencia con la  combinación CH, a la que se considera una letra muy mexicana, quien ha vivido largas temporadas en París, Barcelona, Nueva York y México, añade que no tuvo problema alguno. “Pero fue la historia en sí misma, entre el chancho argentino y el chapulín mexica, escrita en tiempos cuando ustedes sufrían el flagelo de la gripe porcina, la que costó un poco de trabajo”.

En fin, Luisa Valenzuela, tras haber explorado la palabra escrita durante más de 60 años, confiesa que hizo de las suyas con el lenguaje. “Oh sí, me temo que de otra forma no habría podido armar este juego que, al finalizar cada microhistoria, me dejaba pasmada por su coherencia”.

Finalmente, la autora de El gato eficaz y Cuidado con el tigre califica de “extraordinarias” las ilustraciones que hizo Amengual para este título en pasta dura de 75 páginas. “No fue un trabajo conjunto propiamente dicho. Lolo se llevó la primera versión de mis textos y los fue elaborando y profundizando con el tiempo. Si hasta aportó en varios de sus dibujos una lectura política que yo no había pensado”.

 

Imagen intermedia

 

RETO CREATIVO

 

El artista gráfico Lorenzo Amengual, Lolo, confeccionó en tinta china 30 ilustraciones, 29 para cada microfábula que recrea una respectiva letra del alfabeto y una para la portada. “Estos dibujos me representan. Soy un gráfico, adicto a la tinta china, vengo del grabado y de la imprenta”.

Para el arquitecto, una fábula es “una estructura tradicional de relato, una retórica específica con reglas que deben respetarse; cuyos actores, generalmente animales humanizados, sorprenden al lector con un ejemplo o consejo que asombra o aporta un destello de sabiduría: la moraleja”.

Lo notable de Valenzuela, señala el diseñador que ha vivido y trabajado en Nueva York, Milán, Berlín y Madrid, “es que, sin apartarse del canon, en este libro innova el género con su escritura particular”. Dice que aceptó encantado ilustrar este volumen, porque “me fascinan desde siempre los ‘juegos de palabras’, pues muestran la maleabilidad de esa materia viva que es el lenguaje y su poder evocador. Es la ‘gimnasia’ con la cual desarrollamos nuestro seso. Dicen que por hablar somos menos animales”.

El humorista admite que no fue fácil crear un lenguaje gráfico paralelo a los textos de Valenzuela. “Fue un reto creativo contar estas historias. Me propuse algunas restricciones para las ilustraciones. Ya que algunos textos son construcciones complejas, decidí representar a los protagonistas de manera descriptiva realista. Hice gran cantidad de pruebas y bocetos, hasta encontrar el dibujo apropiado”.

Sobre la experiencia de trabajar con la narradora, comentó que tuvo una gran ventaja. “Luisa y yo somos amigos desde hace tiempo. Ambos creemos y confiamos en la creatividad del otro. Conversamos mucho, pero no acordamos nada. El resultado gráfico surgió solo”, concluye.

El tiraje de ABC de las microfábulas fue de cuatro mil 300 ejemplares.

 

cva

 

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