Bernardo Fernández, Bef: Monstruosos habitantes del cascajo cósmico
El autor presentará el llanto del aire, su novela dividida en tres partes, el domingo 30 de noviembre en la FIL Guadalajara

“La ciencia ficción es un espejo de feria, un espejo distorsionado que nos devuelve la imagen monstruosa de lo que seguimos siendo”, afirma el escritor Bernardo Fernández, Bef (CDMX, 1972), quien publica El llanto del aire, novela que significa su retorno a este género literario, en el que ubica al ser humano en un futuro donde la humanidad ha dejado atrás a Madretierra (envenenada y agotada) para expandirse por la galaxia.
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La novela –que el autor presentará el domingo 30 de noviembre en la 39 Feria Internacional del Libro de Guadalajara– despliega un universo donde la colonización espacial repite los patrones de despojo, inequidad y olvido que se observan en la sociedad actual, explica el autor, y en ese contexto centró su mirada en Cuicatlán, un planeta marginal, árido, barrido por vientos, relegado a la lista de reservas no prioritarias, que guarda un secreto casi indescifrable.
Lo que me planteé en este libro fue la plausibilidad de que, cuando la humanidad se expanda por la galaxia, las desigualdades sociales entre países ricos y pobres permanecerán. En el universo de la novela, los países ricos, que son los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Corea), van a quedarse con los mejores planetas, que son similares a la Tierra”, explica Bef.

TÍTULO: El llanto del aire
AUTOR: Bernardo Fernández, Bef
EDITORIAL: Océano, México, 2025; 336 pp.
Luego, están otros planetas un poco más agrestes, “que tomarán gringos, canadienses, la Unión Europea e Israel. Y ya el puro cascajo cósmico le corresponderá, como siempre, a Latinoamérica y a África. Y, partiendo de esa idea, quiero contar tres momentos de este planeta agreste y desértico, llamado Cuicatlán o la Tierra del Canto, que es conquistado por oaxaqueños”, apunta.
¿Por qué utilizó el nombre de Cuicatlán?
La idea de usar el nombre de Cuicatlán, aclara, se debe a que su abuelo nació en dicho poblado. “Es una reserva ecológica en la que vivió mi abuelo. Y aunque no soy oaxaqueño, pues yo nací en la capital, y mi mamá tampoco vivió allá, siempre me fascinó el poder de la identidad cultural de los oaxaqueños. Lo que imagino aquí es que, al expandirnos por el universo, seguirán prevaleciendo nuestros vicios y desigualdades, pero también las identidades culturales, que serán las que nos definan”, asegura.
El llanto del aire será una novela de mil páginas dividida en tres partes, por lo que este primer volumen rememora la evolución de lo que fue Madretierra. “Imagino a Madretierra con la humanidad como civilización bastante más antigua, que se ha ido expandiendo por todo el sistema solar y empieza a moverse más rápido que la luz y se centra en una segunda expedición a Cuicatlán, planeta que alberga una base de investigación militar, a la que llegan los oaxaqueños y encuentran un terrible secreto”.
La teoría de Miguel Alcubierre y los viajes más rápidos que la luz
Una de las teorías en las que se apoya el autor para pensar en los viajes interestelares se apoya en el trabajo del físico mexicano Miguel Alcubierre, “referente internacional en la física que planteó la posibilidad teórica de que una nave pudiera viajar más rápido que la luz”, comenta.
En la novela, una vez que se agotan los recursos de Madretierra, la expansión humana llega a Marte, donde la primera ciudad marciana es bautizada como Ciudad de Esperanza y luego avanza hacia el resto del sistema solar y de la galaxia. “Pero como en toda distopía, los vicios de nuestra sociedad prevalecen y nos acompañan al otro lado de la galaxia, donde observamos una civilización controlada por corporaciones que ya da muestras de decadencia”.
Uno de los personajes clave del relato es el oaxaqueño Ulises Armada, quien representa el pensamiento racional y científico del ser humano, quien encuentra en Cuicatlán un misterio que podría desentrañar”.
Pero como en toda ficción, advierte Bef, aquí hay una proyección del presente. “Los escritores de ciencia ficción no somos adivinos ni estamos interesados en predecir el futuro. Lo que hacemos es proyectar nuestro presente a través de un espejo de feria y distorsionado que nos devuelve una imagen monstruosa de nosotros mismos, y esta novela es eso: un espejo de feria que nos devuelve una imagen nostálgica del mundo, pensando en la exploración espacial en manos de la iniciativa privada, como SpaceX”.
Autodefinido como “un vicioso de la ciencia ficción”, Bef asegura que en este libro vertió numerosas influencias, “aunque los dos grandes referentes a los que no quise acudir fueron Star Wars ni (los relatos de) Isaac Asimov, porque son los lugares comunes, pero sí pienso en series como Dune, de Frank Herbert, o The Expanse, de James S. A. Corey”, concluye.
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*mcam
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