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Expresiones

Graciela Iturbide académica de la imagen

Quien celebra 45 años de trayectoria, ingresó ayer a la Academia de las Artes

Sonia Ávila | 11-08-2014
La creadora mexicana, quien ayer ingresó a la Academia de las Artes como miembro de número en la sección de Gráfica, en lugar de Héctor García, recordó en su discurso que “la fotografía no es la verdad, el fotógrafo reinterpreta la realidad y sobre todo construye una realidad propia”

CIUDAD DE MÉXICO, 11 de agosto.- Para Graciela Iturbide (Cd. de México, 1942) su fotografía es la poética de su mirada sobre el paisaje; una visión que más allá de capturar la realidad, la registra como ella la imagina: “La imaginación es la facultad que permite narrar la realidad a través de un símbolo, descifrarla y compartirla”, señaló la artista con 45 años de trayectoria.

Entonces le molesta que los críticos definan su trabajo como un ejercicio mágico; son, insistió, instantáneas en blanco y negro a modo de su expresión lírica, y la habilidad del artista radica en la capacidad para identificar el momento en que se reúnen los elementos de esa narrativa visual.

“La poesía es el máximo común denominador de las artes, la realización del ímpetu escondido en la sensación es en la creación del oficio”, reiteró Iturbide durante su discurso de ingreso a la Academia de las Artes como académica de número en la sección de Gráfica, lugar que ocupó el también fotógrafo Héctor García.

En la ceremonia, que se realizó ayer en el Museo Nacional de San Carlos, quien fue galardonada con la Medalla Bellas Artes hace una semana confesó que el origen de su obra está mayoritariamente en sus sueños, lo mismo dormida que en vigilia, y en ello radican los elementos idílicos de sus imágenes.

Por ejemplo, la emblemática fotografía Pájaros (1998) se concibió de manera inconsciente en un sueño de Iturbide en el que la frase “en mi tierra sembraré pájaros” se repetía insistentemente. Tiempo después la artista encontró la escena de un hombre con muchas aves alrededor, y hasta imprimirla en su laboratorio entendió de dónde venía.

“Por supuesto la fotografía no es la verdad, el fotógrafo reinterpreta la realidad y sobre todo construye una realidad propia de acuerdo a sus conocimientos y emociones, a veces es complicado, porque es un fenómeno algo esquizofrénico. Con la cámara, el fotógrafo ve el mundo de una manera, y sin la cámara de otra; entonces con esa ventana que es la cámara el oficio y la intuición trabajan juntos y la sorpresa siempre es instantánea”, refirió quien estuvo acompañada de sus hijos, Mauricio y Manuel.

La también Premio Nacional de Ciencias y Artes (2008) y Premio Internacional de Fotografía Hasselblad (2008) recordó que si bien desde muy temprana edad su  trayectoria se marcó caminos propios, fue Manuel Álvarez Bravo su principal maestro no sólo en el sentido técnico, sino en la concepción de la imagen fija como una expresión estética.

A él, dijo, le debe su gusto por recorrer los rincones del país, su capacidad de mimetizarse con su cámara para eliminar barreras entre su lente y la gente de a pie, y sobre todo, en comprender que la fotografía es un lenguaje propio para ver y comprender el entorno.

“Mientras fui su alumna, él me enseñó sus conocimientos; me permitía acompañarlo a ver exposiciones, a escuchar música, principalmente la de Bach; íbamos a comprar libros o simplemente de paseo por la ciudad y el campo, me dejaba estar cerca de él cuando trabajaba en el laboratorio. Me hablaba escasamente de técnica y me mandaba a investigar mis dudas por cuenta propia”, dijo quien igual recordó como influencias a Henri Cartier-Bresson y Brassaï.

Y aun cuando su primer interés era estudiar cine, Iturbide señaló que ésta le permitió no sólo retratar las tradiciones culturales de su país, sino conocerse a sí misma, y encontrar una luz con qué iluminar sus imágenes fijas.

A ello, Arnaldo Coen respondió que cuando Iturbide pulsa una cámara reúne los componentes de “crónicas de un instante. Consigue adormecer las imágenes para hacerlas despertar en cada nueva y diferente mirada, sin pasado ni futuro, en un presente perpetuo”, refirió el artista plástico quien dio el discurso de bienvenida.

A destacar la creatividad de Iturbide, el también miembro de la Academia de las Artes describió las imágenes como el  puente entre lo tangible y lo intangible, entre la realidad y la fantasía, entre el color y la oscuridad del paisaje.

“Graciela es ejecutoria de perfeccionamiento, de purificación de seres y cosas, imágenes que constituyen la esencia como vía de los mayores misterios”, concluyó la ceremonia presidida por Louise Noelle y Manuel Marín, miembros de la academia, y a la que asistieron artistas como Mario Lavista o críticos como Teresa del Conde.

Inaugura Naturata

Las carreteras del sur de Estados Unidos, paisajes exóticos de India, la flora de Oaxaca y la vegetación de Mozambique son unas de las 20 imágenes de Graciela Iturbide que integran la exposición Naturata que se inauguró en el Museo Nacional San Carlos, en el marco de su ingreso a la Academia de las Artes.

Son instantáneas en blanco y negro de los paisajes que la fotógrafa ha registrado en 45 años de trayectoria, y que ahora exhibe a manera de semblanza de su trabajo con la lente; herramienta que usa como una ventana para mirar el entorno.

“En esta ocasión presenta una serie de paisajes, para los cuales se vale de diversas técnicas que van del platino y la plata sobre gelatina a los heliograbados, para imprimir una particular poesía los sitios que ha recorrido”, describió Louise Noelle, al inaugurar la muestra.

En sala se exhiben piezas reconocidas como Nopales con cochinilla, Jardín botánico (1999), Carretera 6: de Oxford a Clarksdale (1997), Pájaros (1998), Vevey (2009) y Halcón (1995) que a decir de Noelle revelan el abanico de “horizontes” casi surrealistas retratados por Iturbide que se encuentran en una misma mirada “poética”.

“Graciela Iturbide ha destacado, desde los años setenta, por su trabajo sobre la vida cotidiana de las mujeres mexicanas y del mundo”, refirió.

¿Dónde y cuándo”

Naturata se exhibe hasta el 7 de septiembre en el Museo Nacional San Carlos. Puente de Alvarado 50, colonia Tabacalera. 

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