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La corrupción no es pegamento

Yuriria Sierra

Yuriria Sierra

Nudo gordiano

“En los hilos que se tejen en las sombras, pocas lealtades se mantienen fijas (...)”, escribimos hace unas semanas, cuando Emilio “N”, exdirector de Petróleos Mexicanos (Pemex), tuvo enfrente el que, pensamos, será el momento político y personal más álgido de su vida. Pensamos, claro está; porque después de esto vinieron las órdenes de aprehensión contra integrantes de su familia, el aseguramiento de dos de sus propiedades y la exposición mediática frente a la que quedan todos los personajes que terminan sin aliados. Le sucedió a Emilio “N”, le ha sucedido a tantos.

Y lo vemos ahora con otro de los personajes convertidos en el emblema de un régimen corrupto y de la lucha contra esa corrupción que no se operó con la ayuda de sólo uno o dos personajes, sino que es el resultado de un cúmulo de complicidades. Javier Duarte, exgobernador de Veracruz, Javidú, el de la paciencia y prudencia; el preso hoy en el Reclusorio Norte, el que recibió 9 años de condena a pesar de la expectativa de que serían muchos, muchos más; el que fue ganando cada una de sus causas y vio cómo se desmoronaron expedientes en su contra que nos habían presumido sólidos. Tan sólo poco más de 9 años pasará en prisión, cuando supimos todos, gracias a investigaciones periodísticas, de los montos inauditos de sus desvíos y las consecuencias de ellos, algunas que rayaron en lo abominable.

Y será que Javier Duarte se quedó solo. Será que por eso lanza una artillería de acusaciones con la intención de repartir culpas; con la finalidad de denostar a quienes lo enviaron a prisión cuando en los momentos de mayor bonanza era con quienes compartía la mesa, con quienes se tomaba fotografías, a quienes invitaba a los eventos oficiales. ¿Detención o entrega? ¿Pacto o trabajo de investigación? Son las preguntas que ahora deben responder unas autoridades que heredaron uno de los casos más simbólicos del combate a la corrupción en nuestro país. ¿O basta la negación de Miguel Ángel Osorio Chong al respecto? ¿Basta la palabra de un político condenado? ¿Nos quedaremos sólo con las acusaciones en el aire?

El video revelado por mi querido Ciro Gómez Leyva en su noticiario de Imagen Televisión fue grabado con la finalidad de tener un escándalo como el que hemos leído en las últimas horas. Duarte sabía que sería necesario; y ya con la duda sembrada los involucrados tienen hoy la tarea de demostrar que nada de lo que dice aquél es cierto. Sin embargo, la coyuntura poco ayuda a despejar las dudas; por el contrario, Emilio “N” pidió la declaración del expresidente y uno de sus secretarios, ahora son también Peña Nieto, otro integrante de su gabinete y funcionarios de la entonces Procuraduría General de la República (PGR), los involucrados en la supuesta traición a Javidú.

La corrupción no es pegamento, o al menos no uno que mantenga unida una red de complicidades... o amistades a largo plazo. Será acaso un engaño que al disolverse activa el botón de la autodefensa, y hace que sus protagonistas obten por el “si fui corrupto, tú lo fuiste más”, como estrategia rápida para la liberación de culpas.

Y si acaso Duarte continúa como el panfleto de la lucha anticorrupción en esta administración, más les vale a las autoridades resolver las preguntas que se han generado, de lo contrario todo el escándalo quedará como un ardid mediático al que pronto se le apagará la atención, y no es que la víspera luzca optimista, como para que puedan darse tal lujo.

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